Felipe A. Páucar Mariluz*.
Quizás algunos periodistas coincidan conmigo, cuando digo
que el periodista no debe tener un día para celebrar (porque no hay nada que
celebrar) y menos esperar reconocimientos o regalos de elementos cercanos al
poder, quienes en la práctica son los victimarios de la prensa independiente y
ética por sojuzgarla con prebendas y con favores hasta convertirla en aliada de
una función a veces amoral e ilícita.
El periodista y no el émulo de este, debe estar frente al
fuego del poder: “Ni muy cerca que se queme, ni muy lejos que sienta frío.” Su
objetivo es la verdad, única forma de acercarse de manera digna a la realidad,
que es lo que al final importa al público objetivo, al cual no debemos. Al
periodista, al margen de diplomas se le conoce en la cancha, porque un
‘licenciado’ no es mejor que otro íntegro, así se nutra de auto halagos.
En este día comparto con los hombres y mujeres de prensa un
artículo publicado por Francisco A. Rizzuto sobre Ética y Periodismo por
considerarlo de gran valor:
“Comencemos a definir lo que es la ética, según el
diccionario Enciclopédico Salvat: "Parte de la filosofía que trata de la
moral y de las obligaciones del hombre". Hasta aquí, una definición
académica.
Encuentro muy interesante recordar el pensamiento de Juan
Pablo II, precisamente sobre el tema Ética y Periodismo. Me baso en la
encíclica que el Papa escribió a principios de 1994, Veritas Splendor, en la
cual hay un tema que es muy querido por el Santo Padre, la vinculación entre la
libertad y la verdad.
Me baso también en su mensaje de hace doce años, en 1984, en
una reunión que mantuvo en Roma con periodistas de todo el mundo. El Papa
consideró la tarea del periodista como la de un profesional de la comunicación.
Dijo que encuentra una gran analogía entre la de cualquier persona que enuncia
un Evangelio, un credo religioso y un anunciante o un profesional de la
comunicación como debe ser un periodista, porque los dos están al servicio de
la transmisión de la verdad. El evangelizador tiene que transmitir una verdad.
El profesional de la comunicación, insiste mucho el Papa
sobre este tema, no tiene que ser una persona que ponga la pluma al propio uso
exclusivo, sino que tiene que tener en cuenta la realidad en la cual se
fundamenta. Encuentra un paralelo notable entre un evangelizador y todo
comunicador.
Una profesión para ejercer honrosamente. Agrego yo aquí,
repitiendo anteriores conceptos: esta profesión es un apostolado, porque el
periodismo se ejerce con honra o no se ejerce. La verdad y la libertad de
expresión están íntimamente unidas y la verdad es aliada inseparable de la
ética de la libertad de expresión. Y muchas veces la tragedia del hombre
contemporáneo es haber separado tanto el orden científico y el orden moral, que
en el fondo se han convertido en órdenes inseparables, irreductibles, en
órdenes que nada tienen que ver, que son independientes. Entonces son
necesarias las normas éticas.
El escritor colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel
de Literatura, ha escrito: "Creo que la formación de los periodistas no ha
logrado evolucionar a la misma velocidad que los instrumentos del oficio, y que
estos profesionales se han quedado buscando a tientas el camino en el laberinto
de una tecnocracia disparada sin control hacia el futuro".
Agrega que le preocupa la crisis ética del periodismo
escrito que, dice, es galopante. "El empleo de comillas es vicioso en
declaraciones falsas o ciertas, facilita equívocos inocentes o deliberados,
manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas, que le dan a la noticia la
magnitud de un arma mortal".
Añadió finalmente: "El único consuelo que nos queda es
suponer que muchas de estas transgresiones éticas, y otras tantas que
avergüenzan al periodismo de hoy, no son siempre por inmoralidad sino por falta
de dominio profesional".
Veracidad y respeto. Entiendo yo que se trata del progreso
moral, pues en sociedad convulsionada existe la prensa mala como también la
buena prensa. Reitero, el periodista debe ser veraz en su actividad
profesional; una información debe respetar la integridad de quienes la
protagonizan o de terceras personas, obteniéndose siempre con dignidad. Y el
periodista debe servir a los intereses de sus lectores y de su empresa,
respetando siempre los dos preceptos anteriores.
Es que el periodismo debe ser independiente de todos los
poderes y la sociología de la prensa y la comunicación, revelan que no lo es en
determinados sectores. La prensa es independiente, esa misma prensa que desde
el punto de vista constitucional, tiene abierta ella misma la autorregulación
ética.
En este fin de siglo invadido literalmente en nuestra vida
cotidiana por la imagen, el periodismo responsable no se confunde con la
animación. Como se dijo en la asamblea de la SIP, en Bariloche, en noviembre de
1994, el mundo está plagado de animadores y cada vez hay menos periodistas.
Un animador es alguien que crea escenografías y
dramatizaciones de los acontecimientos. Un periodista es alguien que, sobre la
base del anterior atributo, con autorregulación ética y sentido de deber, trata
de aproximarse de la mejor manera posible a la realidad.
El ejercicio de periodismo, como actividad que incide en la
sociedad en forma relevante, debe someterse a principios éticos. Así ha sido en
el pasado y así continua siendo en el presente. Se trata de encontrar el “justo
equilibrio” entre la libertad y la responsabilidad. ¿Está todo dicho sobre la
ética? El debate sobre este tema en la profesión es interminable, y debe ser
así. Sobre todo en un país como el nuestro donde hay libertad de prensa, aunque
con vigilancia de nuestra parte.
A mí me preocupan dos cosas. Por un lado la información es
tan peligrosa para la gente que nos la brinda, que es un imperativo ético
protegerla. De modo que creemos que tenemos la obligación con eso información
sólo si podemos confirmarla. Y la conciencia de que ejerce un poder y que, por
eso, no se librará de los conflictos éticos.
Una sola ética. Pareciera obvio que si pudiéramos esbozar
una ética para periodistas estaríamos en la posición formidable de poder
definirla también para los hombres en general, en esta postrimerías del siglo
XX. Es que resulta fácil concebir la ética cuando el Creador eleva y anonada a
Moisés entregándoles las Tablas de la Ley en las cumbres del Sinaí. O cuando en
el Génesis se nos prohíbe comer las frutas de conocimiento para ser iguales a
Dios.
¿Qué decir de este hombre actual que sostiene la autonomía
absoluta de las reglas de la moral? La autosuficiencia de lo humano y que, en
el trasfondo de su alma, dice constantemente: Quiero, vislumbro que Puedo, y
luego Debo. Y el periodismo de hoy es un poder necesario y gigante, pues
engendra su fuerza de su capacidad, de su objetividad frente a cualquier otra
presión. El poder del periodismo no es un poder restringido institucionalmente,
por lo menos entre nosotros.
Creo firmemente que la mayoría de los periodistas son
incorruptibles, que están en su puesto de lucha en un mundo que debe ser
rehecho todos los días para que siga siendo humano. El poder al servicio de la
gente.
Concluyamos entonces que comencé cuando definí la ética por
moral: el poder de la prensa consiste en hacer, modelar, en esclarecer la
opinión pública. Por eso somos nada menos que el cuarto poder y suscitamos un
estado de opinión sin pedir nada a cambio. Y sentencio nuevamente: el
periodismo se ejerce con honra o no se ejerce.
Creo en la libertad con responsabilidad y de ahí una de las
razones de que hemos sido, somos y seremos hasta en fin de nuestra jornada,
creyentes en la libertad ejercida con ética y moral. Tal como lo predica
constantemente nuestro querido Círculo de la Prensa.”
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