En la década de 1990 el
crecimiento del PBI promedió 4% por año, mientras que en 2001-2010, alcanzó
5,7% anual. Todo esto estuvo acompañado de una mejora notable en los
principales indicadores macroeconómicos. Sin embargo, hay que anotar que el
país venía de una década de violencia interna que costó la vida de miles de
personas y generó cuantiosas pérdidas económicas: durante los años 1980, el PBI
cayó en casi 1% por año, con lo que en 1990 era 9,2% menor que en 1980.
Es importante anotar
también que entre 1988 y 1990 el Perú sufrió la hiperinflación más larga de la
historia de la humanidad, con tasas de inflación de 667% en 1988, 3399% en 1989
y 7482% en 1990 por obra y gracia de la colosal ineptitud del primer gobierno
de Alan García. En 1991-2012 el PBI creció a la tasa anual promedio de 5%,
menor que el 5,4% promedio anual registrado en el periodo 1951-1972. El
crecimiento ha sido alto, pero no es el mayor de la historia económica reciente
del Perú.
La pobreza monetaria se
redujo de 54,8% en 2001 a 25,8% en 2012. Sin embargo, las cifras nacionales
ocultan abismales diferencias al interior del territorio. En 2012 la pobreza en
áreas rurales era más de tres veces superior a la de las zonas urbanas (53%
versus 16,6%). De manera similar, la incidencia de la pobreza en la sierra
(38,5%) y en la selva (32,5%) era el doble o más que en la costa (16,5%). Las
diferencias son mucho más marcadas si se considera la situación de las
regiones.
En 2012 Apurímac,
Cajamarca, Ayacucho y Huancavelica registraban tasas de pobreza cercanas o
superiores al 50%, el doble del promedio nacional. Habría que preguntarles a
los pobladores de estas regiones qué se siente ser de clase media.
Del mismo modo, la
distribución del ingreso no ha mejorado todo lo esperado, manteniéndose a niveles
peores que los observados a mediados de los años 1990 y 1980. Según cifras del
Banco Mundial, el coeficiente de Gini que mide la concentración del ingreso
bajó de 54,1% en 2001 a 48,1% en 2010.
Sin embargo, la misma
fuente indica que este indicador era de 44,9% en 1994 y de 45,7% en 1986. Es
decir, en términos de equidad, no hemos avanzado nada en 27 años. El modelo
neoliberal no sirve para reducir las desigualdades, un mal endémico en nuestra
sociedad.
Mientras tanto, la
recaudación tributaria sigue siendo insuficiente para financiar el gasto
público social, en educación, salud, seguridad ciudadana y en una verdadera
política de desarrollo productivo y agrario que logre diversificar y añadir
valor a la producción nacional. En el año 2010, la recaudación del Gobierno
General alcanzó 15,1% del PBI, frente al 16,4% del PBI promedio en 18 países de
América Latina y al 18,5% promedio de los 10 países sudamericanos.
Esta insuficiencia de
recursos se refleja también en el escaso gasto público social. En el bienio
2009-2010, el Perú se ubicó penúltimo de 21 países de América Latina y el
Caribe en cuanto a gasto público en educación, cuando alcanzó 3% del PBI,
frente al 5,5% promedio de la región. De manera similar, en ese mismo bienio
nuestro país se ubicó penúltimo de la región al destinar al gasto público en
salud apenas 1,5% del PBI, menos de la mitad del promedio regional de 3,5% del
PBI. Así pues, en el marco del modelo neoliberal, el crecimiento no se traduce
en suficientes recursos fiscales, y el gasto público en educación y en salud
están al final de las prioridades del gasto público.
La estructura
productiva creada por el modelo neoliberal es insostenible. Ésta combina un
modelo primario exportador, con escasa diversificación y contenido tecnológico y
de conocimiento en la producción, con predominancia de empresas de pequeña
escala y bajísimos niveles de productividad.
Más de tres cuartas
partes de las exportaciones siguen siendo tradicionales y más del 55% son
minerales. Desde ese punto de vista, se puede decir que el Perú es un país que
exporta piedras, situación que ha sido perpetuada por 23 años de neoliberalismo
en nuestro país.
No extraña pues que,
según la OIT, el 68% de los trabajadores urbanos estuvieran en condiciones de
informalidad en 2012, muchos incluso trabajando para empresas formales. Esto
calza con el hecho de que en 2011, dos terceras partes de los trabajadores
ocupados en las ciudades del Perú estaban en sectores de microempresa, o eran
trabajadores independientes no calificados o trabajadoras del hogar, con muy
bajos niveles de productividad.
El modelo neoliberal es
incapaz de generar empleo productivo de calidad porque prioriza las actividades
extractivas y al sector financiero, despreciando al agro y a la industria
manufacturera nacional.
En consecuencia, el
modelo neoliberal es inviable no sólo desde el punto de vista social, sino
también económico. Otro tanto podría decirse sobre la insostenibilidad del
modelo desde el punto de vista ambiental. Los beneficiarios del modelo quieren
vender la idea de un supuesto consenso nacional en torno al actual modelo
económico, apoyados por el control que ejercen sobre los principales medios de
comunicación, situación reforzada por la posición de dominio de mercado
adquirida por el grupo El Comercio con la reciente adquisición de EPENSA. Sin
embargo, no existe tal consenso.
El Frente Amplio y
significativos sectores de la ciudadanía (30%+ de los votos obtenidos por Gana
Perú en la primera vuelta de 2011), cuestionan el actual modelo económico y
plantean la urgente necesidad de reemplazarlo. El cese de Castilla al frente
del MEF es parte de este cambio. La foto es un agregado para la publicación.
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