lunes, 10 de octubre de 2011

La otra cara de la lucha contra el narcotráfico: Coca y Pobreza.

La huelga de los productores de coca de la Aguaytía y la designación del nuevo zar antidrogas, no solo ha polarizado el debate sobre la lucha contra el narcotráfico y la erradicación de cultivos de la hoja de coca sino que, fundamentalmente, ha puesto en evidencia los magros resultados obtenidos en estos propósitos. Sin embargo, la relación entre coca y pobreza, no forma parte de este barullo.

Felipe Páucar Mariluz, reconocido periodista tingalés, en su constante preocupación sobre estos temas, con suma inquietud asevera que “estamos en lo mismo hace 40 años”, y que de mantenerse estos niveles del incremento del narcotráfico se corre el peligro de afrontar la misma realidad de Colombia y México. Enfatiza que en todos estos años, principalmente se ha priorizado el combate al último eslabón de la cadena del narcotráfico, es decir, la erradicación de los cultivos de la hoja de coca, sin incidir con las mismas políticas en el control de los insumos químicos, el lavado de activos y la detención de los barones del narcotráfico.

En esa senda, el economista Denis Pereyra Díaz, especialista en temas de desarrollo alternativo de la zona, afirma que desde el 2008 la economía de la coca tiene un mayor peso en la región. Sobre el asunto de la erradicación, es claro en afirmar que tiene que realizarse en base a otras acciones que la complementen. “No debe ser una estrategia de primer orden sino debe haber una mayor fiscalización de los insumos químicos lo que asfixiaría la producción de los derivados de la hoja de coca”, manifestó a manera de ejemplo. “En términos generales -asevera-, la política integral de lucha contra las drogas en los últimos 30 años, ha sido un fracaso, salvo el modelo llamado Tocache, San Martín.

Ambas apreciaciones de quienes conocen la realidad del problema in situ, no hacen más que ratificar que la lucha contra el narcotráfico en el país, esencialmente en el Alto Huallaga, no ha dado los resultados esperados, a pesar de haberse inyectado cuantiosos millones de dólares en esta región durante más de tres décadas. En el análisis que hace Denis Pereyra, plantea que debe realizarse mayor inversión en el desarrollo socioeconómico por parte del Estado, porque a decir verdad, a pesar del auge de la coca en la región, la pobreza en la que se encuentran sumidos lo campesinos productores (no los dueños de las extensas hectáreas ni los intermediarios) de la llamada hoja sagrada, es similar a la de otras regiones alto andinas.

Entonces, si esta es la realidad social del campesino de a pie, del obrero de la industria de las grandes mafias, ¿qué se hizo para encarar esta realidad? Muchos de estos campesinos son migrantes, desde distintos puntos del Perú, pero especialmente de las zonas andinas de Huánuco: Pachitea, Dos de Mayo, Huamalíes, Lauricocha, Yarowilca, Marañón, Huacaybamba, Ambo; es decir, de las áreas más pobres de la región y el país.

La realidad social de estas provincias no ha cambiado mucho en estos 40 o 30 años de lucha contra el narcotráfico. La tasa de pobreza general de estas poblaciones, en promedio, se aproxima al 70%, mientras que la pobreza extrema se estima en cerca del 50%, exceptuando, por supuesto las provincias de Leoncio Prado y Huánuco. ¿Qué se hizo para revertir esta realidad social? Los actuales indicadores nos dicen que la acción del Estado ha sido intrascendente. Si gran parte de ese presupuesto destinado a la lucha contra el narcotráfico en estas últimas tres décadas, se hubiera invertido en el desarrollo socioeconómico de estas y otras provincias paupérrimas, estamos seguros que el narcotráfico no tendría la base social que tiene hoy.

El ejército de pobres del departamento de Huánuco se estima en cerca a 500 mil habitantes, de un total de 819 578, de acuerdo con las proyecciones del INEI al 2009. ¿Cuántos son los campesinos cocaleros en todo el Alto Huallaga? ¿Pasan los 50 mil? Entonces, ¿cuál es el problema social de Huánuco? Obvio, las cifras nos dan una respuesta contundente. Sin embargo, el protagonismo, la capacidad de movilización y todo el engranaje que moviliza la coca, hacen que los problemas regionales graviten en alrededor de ella, incluyendo sus derivados y todo su entorno.

Lo que aquí esbozamos, de ninguna manera, está orientado a hacerle el juego al narcotráfico, desde la producción de la coca destinada a estos fines hasta quienes se solazan con impunidad en las grandes ligas de la mafia. El tema va, coincidiendo con quienes ven con mayor realismo el problema de la lucha contra la coca (no su uso ancestral) y sus derivados, por replantear la política antinarcóticos del gobierno de turno, considerando, por ejemplo, esta variable de la pobreza, con la lógica de minar la base social del que se lucra no sólo el narcotráfico sino también una serie de intereses que giran en el perímetro de ella. (Rubén Valdez Alvarado, Edic. 034, Fases, Set. 2011).

Tomado de:
http://www.fases.pe/?p=213

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