Felipe A. Páucar Mariluz*
“El cambio climático es, con diferencia, la historia más
importante que hemos tenido que cubrir porque es, con diferencia, lo más
importante que los seres humanos han hecho jamás, con un orden de magnitud
mayor que cualquier otra cosa. Y por eso hay un número casi infinito de lugares
donde ir a hurgar, mirar y examinar. El más obvio es el dinero”. Bill McKibben, Conferencia Mundial de
Periodismo de Investigación 2023.
“En la 13ª Conferencia Mundial de Periodismo de Investigación,
GIJN convocó a una reunión de un día de duración de 80 periodistas y expertos
en cambio climático de 35 países para discutir el papel del periodismo de
investigación en la cobertura de la crisis climática. Es fundamental informar
sobre las causas y los efectos del calentamiento global de múltiples maneras y
para una amplia gama de audiencias, y a medida que la humanidad se acerca al
borde de un desastre climático, es esencial que los periodistas tengan el
tiempo, las habilidades y las herramientas para exigir responsabilidades a los
funcionarios, ya sean del gobierno o del sector privado. El deterioro del clima
se puede frenar, pero en cambio se está acelerando. ¿Quién es responsable? La
rendición de cuentas está en el centro del periodismo de investigación o de
vigilancia.”
(https://gijn.org/resource/full-report-investigative-agenda-climate-change-journalism/?mc_cid=2dc1257eb0&mc_eid=af1220a7e7)
En base a nuestra realidad deducimos que la minería informal
o ilegal es un fenómeno impactante en el proceso de contaminación y destrucción
progresiva que tiende a ser masiva de la Amazonía y que junto con el
narcotráfico, la tala ilegal, la trata de personas, el tráfico de especies de
fauna y flora, el lavado de activos y la corrupción son la amenaza mayor a la
nuestra prodigiosa y exuberante selva del trópico de América del Sur y Central.
En un sin número de investigaciones y en especial la
investigación de la organización internacional Global Initiative Against
Transnational Organized Crime se incide y describe un panorama sombrío con un
futuro incierto para nuestra Amazonía tropical, la mayor del planeta que
evidentemente se encuentra en serio peligro por un proceso de afectación
criminal que podría atentar incluso a la sostenibilidad de la humanidad en declive
acelerado. El crimen organizado transnacional se impone a sangre y fuego en un
territorio marcado por la pobreza, la marginación y el abandono del Estado y
los gobiernos de 7 países: Perú, Brasil, Ecuador, Bolivia, Colombia, Guyana,
Surinam y Venezuela que directamente se encuentran bajo la influencia de los
ingentes recursos naturales y otros que indirectamente reciben sus beneficios:
Argentina, Paraguay, Uruguay, Guatemala, Costa Rica, México, etc. La Amazonia
cuenta con 7,4 millones de km2 que representa el 4,9% del área continental, en
ella a parte del agua, los bosques y especies variadas progresa el cacao, café,
palma aceitera, plátanos, maíz, arroz, la piscicultura, y la actividad agrosilvopastoril
entre tantas.
Por otra parte, “¿Cómo afecta la minería ilegal e informal
en la Amazonía del Perú? ¿Cuánto dinero mueve esta actividad y cuáles son sus
vínculos con la criminalidad organizada? Las cifras del ministerio de Energía y
Minas (Minem), revela que existen 200 mil personas que dependen de forma
directa de la pequeña minería y la minería artesanal en proceso de
formalización o ya formalizadas. Entre lo artesanal, formal (e ilegal) existen
300 mil personas que dependen indirectamente de este sector, y para el año 2019
el 10.8% del total de puestos de trabajo fueron generados aquí, y según el
Minem el 47% de la producción aurífera nacional con valor de 3,900 millones de
dólares, fue lo que produjo este sector.”
(https://otramirada.pe/la-miner%C3%ADa-no-formal-y-las-econom%C3%ADas-criminales-en-el-per%C3%BA).
¿Cómo afecta la criminalidad organizada transnacional y cómo
y porqué el crimen en sus variadas formas gana cada día más espacio ante la
incapacidad de gobiernos corruptos y la frustración de planes y proyectos que
intentan preservarla como un instrumento de contención a la amenaza indetenible
del Cambio Climático? A continuación ofrecemos parte de la extensa
investigación de Global Initiative:
“La Amazonia, la mayor selva tropical del mundo, con una
extensión de unos 7 millones de kilómetros cuadrados que une a nueve países, se
ha convertido en uno de los principales centros y puntos de tránsito de las
economías criminales de América Latina. Desde los cargamentos de cocaína, oro y
madera que se desplazan por sus cientos de ríos hasta las pistas de aterrizaje
clandestinas que facilitan el movimiento nocturno de avionetas de contrabando,
la Amazonía hoy alberga una compleja economía subterránea que alimenta la
creciente demanda mundial, pero también la violencia y la deforestación. Las
organizaciones criminales, actuando sin control y con un poder creciente,
suponen una amenaza existencial para la región más biodiversa del planeta y para
las comunidades que alberga.
En la última década, la Amazonia se ha convertido en una de
las regiones más peligrosas de América Latina, y las comunidades marginadas se
llevan la peor parte de la violencia. En Brasil, por ejemplo, las comunidades
indígenas han sido sistemáticamente objeto de invasiones violentas por parte de
garimpeiros (mineros) armados, mientras que en los nueve departamentos
amazónicos de Colombia, donde se han documentado 43 masacres desde 2020, grupos
armados no estatales aterrorizan a las comunidades rurales.
En Perú, los narcotraficantes reclutan cada vez más a niños
y niñas indígenas para trabajar en plantaciones de coca, y los grupos
guerrilleros envían a familias enteras a trabajar en minas de oro ilegales en
Venezuela. En 2022, uno de cada cinco asesinatos de personas que defienden la
tierra y el medioambiente en todo el mundo se produjo en la Amazonia. A medida
que la demanda de productos ilícitos, en particular de cocaína, ha
experimentado un aumento de proporciones históricas y el precio del oro se ha
incrementado drásticamente desde principios del 2000, también lo han hecho las
oportunidades criminales. Esto, combinado con una escasa presencia estatal,
altos niveles de corrupción, décadas de estrategias de seguridad fallidas y una
falta de coordinación entre los Estados, ha creado el entorno perfecto para que
algunos de los grupos delictivos más prolíficos de América Latina se
reorganicen y tomen el control.
La reorganización del ecosistema criminal local, que incluye
guerrillas colombianas, bandas brasileñas, grupos criminales peruanos
(incluidos traficantes de drogas y personas) y organizaciones criminales
venezolanas, ha hecho que algunos grupos desaparezcan del mapa, dejando espacio
para que otros surjan o se expandan.
Mediante la investigación de campo y el análisis de datos,
Amazon Underworld descubrió que los grupos armados no estatales o los
sindicatos del crimen actúan en el 70 por ciento de los municipios investigados
en Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela y que todas las
fronteras de la Amazonia tienen al menos un actor armado a un lado de la línea
divisoria. Esta presencia se traduce en diversas formas de gobernanza y control
criminal que dominan directa o indirectamente la vida de gran parte de las casi
50 millones de personas que habitan la Amazonia, poniendo a prueba los
esfuerzos de los Estados, las comunidades y la sociedad civil por proteger la
selva y sus poblaciones más marginadas.
Las comunidades locales, a menudo indígenas de la Amazonia,
luchan a diario contra intrusos armados que imponen una forma de gobernanza
criminal, dictan el acceso a la región, controlan las actividades económicas
locales, obligan a algunas personas a participar en actividades ilícitas y
utilizan la violencia para impartir una justicia rudimentaria.
Estás dinámicas criminales también están acelerando la
destrucción de la Amazonia, que se ha convertido en un bien público mundial de
suma importancia debido a su diversidad cultural y biológica, y a su condición
como uno de los reguladores climáticos más importantes del mundo. Esto ha
provocado que aumente el interés por proteger la Amazonia, impulsado en gran
medida por la preocupación por las posibles repercusiones de su destrucción,
particularmente el cambio climático. Por ejemplo, el Fondo Amazonia, un
mecanismo creado para recaudar fondos destinados a apoyar los esfuerzos para prevenir
y combatir la deforestación, cuenta con el respaldo de países como Noruega y
Alemania, mientras que los gobiernos de toda Sudamérica han puesto el tema
firmemente en la agenda.
Existen numerosas pruebas de que las comunidades indígenas y
sus territorios desempeñan un papel fundamental en la protección de la selva
tropical, mientras son objeto de crecientes ataques por parte del crimen
organizado. Los esfuerzos para proteger el ecosistema amazónico deben ir de la
mano de políticas sociales, medioambientales y de seguridad que sean a la vez
sostenibles y sólidas, y de la plena aplicación de los derechos de los pueblos
indígenas y otras comunidades locales. La ejecución de los proyectos de
conservación para los que se dispone de fondos será difícil si los Estados no
controlan sus respectivas partes de la Amazonia.
El Inframundo amazónico. En las zonas fronterizas de la
Amazonia (regiones periféricas y plagadas de delincuencia), los Estados suelen
carecer de control y la gobernanza criminal domina la vida de millones de
personas. En estas regiones, no es infrecuente que los gobiernos regionales y
locales estén implicados en economías ilegales y gobiernen por y para las redes
criminales, lo que conduce a una convergencia de facto entre las instituciones estatales
y la criminalidad. La ausencia del Estado de derecho y la creciente proximidad
entre las redes criminales y las estructuras institucionales, combinadas con la
inmensa riqueza natural de la selva tropical y la creciente demanda
internacional de materias primas amazónicas, han creado una fórmula exitosa
para que prevalezca el crimen organizado. Además, la lejanía y la negligencia
del Gobierno han provocado una importante carencia de infraestructura básica en
estas regiones, incluida la escasez de servicios públicos como la atención
sanitaria, la educación y el desarrollo económico. Esto ha creado un entorno
donde predominan la pobreza, la exclusión y la marginación, y donde las
actividades económicas informales y a menudo ilícitas tienden a convertirse en
un medio de subsistencia. La minería de oro, la caza furtiva y el comercio de
madera han existido en la Amazonia durante décadas, pero estas economías han
crecido exponencialmente desde principios del 2000, impulsadas por la demanda
mundial y el aumento del precio del oro.
Esto ha transformado el paisaje local física, económica y
culturalmente, catalizando la destrucción de la Amazonia y alimentando la
violencia y la criminalidad. Con la creciente convergencia de economías
ilícitas como el narcotráfico y la extracción ilegal de oro, la línea entre
negocios legales e ilegales, y a veces entre grupos armados estatales y no
estatales, se ha difuminado. El crimen siempre ha existido en la Amazonia, pero
el ecosistema criminal ha experimentado cambios significativos. Diversos auges
económicos en la Amazonia tuvieron profundas repercusiones en las comunidades y
el medioambiente a lo largo del siglo XX. La quinina, el caucho, el oro, el
petróleo, la madera, las pieles y otras partes de animales atrajeron a intrusos
agresivos a la selva..
Aunque la Amazonia siempre ha sido el hogar de cazadores
furtivos, criminales y contrabandistas, fue el cultivo de la planta de coca lo
que atrajo al crimen organizado y a los grupos armados a la región. La coca es
una planta autóctona de la Amazonia, con numerosos usos tradicionales y una
importancia cultural significativa para los pueblos indígenas. También es el
ingrediente principal en la producción de cocaína, y lo fue especialmente
durante la década del 1970, cuando se cultivaba comercialmente en Bolivia y
Perú, con laboratorios de procesamiento que operaban en Colombia. La demanda
mundial de cocaína se disparó durante las décadas de 1980 y 1990, lo que
convirtió al narcotráfico en uno de los principales motores del conflicto en
Colombia, que se convirtió en el mayor productor mundial a mediados de la
década del 1990. El Cártel de Medellín de Pablo Escobar y el Cártel de Cali
amasaron importantes riquezas con el tráfico de cocaína desde la década del
1970 hasta la del 1990.
Grupos guerrilleros como las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) han participado
en el comercio de cocaína durante décadas, junto con antiguas organizaciones
paramilitares. Sin embargo, fue el aumento del precio del oro a principios de
la década del 2000 lo que permitió a los grupos armados y a los criminales
diversificarse hacia otras actividades económicas, explotando aún más los
recursos naturales y el medioambiente a mayor escala. En primer lugar, el
acuerdo de paz de Colombia, firmado en 2016, llevó a 13 000 combatientes de la
mayor guerrilla del continente, las FARC, a deponer las armas y abandonar la
selva tropical. Sin embargo, la deficiente ejecución del acuerdo provocó un
vacío de poder. Este fue rápidamente ocupado por facciones disidentes de las
FARC y otros grupos armados, que siguen disputándose agresivamente el control
de las zonas de cultivo de coca, las rutas del narcotráfico y las regiones
ricas en minerales. En segundo lugar, tras firmar un decreto en 2016 que abría
112 000 kilómetros cuadrados de tierras venezolanas en el estado de Bolívar,
fronterizo con Colombia, Brasil y Guyana, para el desarrollo minero, denominado
Arco Minero del Orinoco, el presidente venezolano Nicolás Maduro no promovió un
sector minero formal. Las organizaciones criminales locales aprovecharon la
oportunidad y ampliaron agresivamente su control sobre las zonas de extracción
de oro, a menudo en connivencia con las fuerzas de seguridad del Estado y con
el respaldo de las altas esferas de poder.
El Parque Nacional Tingo María, uno de los mejor conservados puede afrontar problemas de sostenibilidad por la falta de estrategia y presupuestos. Captura revista institucional. |
Los grupos criminales venezolanos no estaban solos: grupos
guerrilleros colombianos, incluido el ELN y facciones disidentes de las FARC,
también aumentaron su presencia dentro y fuera del Arco Minero del Orinoco. El
aumento de la presencia de grupos armados que intentan controlar las regiones
ricas en recursos, junto con la disponibilidad generalizada de mano de obra
barata debido a la crisis política, económica y humanitaria del país, provocó
un aumento sin precedentes de la minería ilegal de oro, lo que transformó
radicalmente la situación social, económica y política del sur del país. Por
último, una batalla sin cuartel por el control de la Amazonia entre algunas de
las organizaciones criminales más poderosas de Brasil (el Primeiro Comando da
Capital [PCC], el Comando Vermelho [CV] y la Família do Norte [FDN]) comenzó
después de que el CV y el PCC pusieran fin a un pacto de no agresión en 2016,
lo que llevó a una serie de masacres en las cárceles y a la reconfiguración del
panorama criminal local. La riqueza de la región amazónica ha permitido a estos
grupos diversificar y ampliar sus negocios criminales, desplazando la atención
hacia la minería ilegal de oro y otras actividades económicas. Además, las
cárceles de la región amazónica de Brasil están saturadas de personas en espera
de juicio o encarceladas por delitos menores. Esta situación ha permitido que
grupos criminales como el PCC y el CV se expandan por la región, al tiempo que
reclutan nuevos miembros dentro del sistema penitenciario.
Principales economías ilícitas. Los ciclos de criminalidad y
violencia de la región amazónica tienen su origen en el lucrativo y
multimillonario comercio ilícito de drogas y minerales, especialmente la
extracción ilegal de oro y el tráfico de cocaína, que están inextricablemente
relacionados.
Extracción de oro. Se calcula que la extracción ilegal de
oro en América Latina mueve entre 3 000 y 12 000 millones de dólares al año.
Esto representa una parte significativa de la economía de la región y es una
importante fuente de ingresos para las organizaciones criminales. Gran parte
del oro ilegal se extrae en la Amazonia, con alrededor de 4 500 focos de
minería ilegal identificados en la región en 2020. Las zonas más afectadas son
el sur de Venezuela, en particular el estado de Bolívar, y los estados brasileños
de Pará y Roraima, pero también se está expandiendo en Ecuador, Perú y
Venezuela. La mayoría de los grupos criminales presentes en la Amazonia están
implicados en la minería ilegal de oro, aunque de diferentes maneras. Esta
economía criminal es una de las principales fuentes de ingresos de los grupos
armados no estatales colombianos, que se dedican a ello desde la década del
1990.
Esta actividad también figura en el abanico criminal del
PCC, especialmente en los estados de Roraima y Pará. El cártel mexicano de
Sinaloa y otros grupos más pequeños también están implicados en el comercio a
través del tráfico de mercurio, una sustancia tóxica utilizada en la extracción
de oro. En toda Sudamérica, más allá de la región amazónica, el crimen
organizado y los grupos armados no estatales suelen estar implicados en otros
aspectos de la economía de la minería ilegal de oro. Los miembros del ELN en
Colombia y Venezuela pueden ser propietarios del equipo utilizado, mientras que
los disidentes de las FARC en Colombia, Brasil y Venezuela añaden impuestos a
la producción de oro, y las fuerzas estatales corruptas en Brasil y Venezuela
están implicadas en su tráfico. La minería ilegal de oro es también una
actividad codiciada para blanquear los beneficios del narcotráfico, y genera
los ingresos necesarios para financiar la violencia utilizada por los grupos
criminales para controlar territorios y comunidades. En Brasil, por ejemplo,
una fuente de las fuerzas de seguridad afirmó que el CV compra oro ilegal como
inversión o para utilizarlo como pago por los envíos de cocaína y cannabis.
Repercusiones de la extracción ilegal de oro en los pueblos
indígenas de la Amazonia brasileña. Entre 2016 y 2022, la extracción ilegal de
oro en tierras indígenas de la Amazonia brasileña se multiplicó por más de
ocho, según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de
Brasil. En la lista de los territorios indígenas más afectados, los tres
primeros son el territorio Kayapó (con 11 542 hectáreas tomadas para la minería),
el territorio Munduruku (4 744 hectáreas) y el territorio Yanomami (1 557
hectáreas). La expansión de la minería de oro en estos territorios fue un
proyecto político que alcanzó su auge durante la administración del
expresidente Jair Bolsonaro (2019–2022), que desmanteló los organismos de
supervisión ambiental, persiguió a líderes y organizaciones indígenas y se alió
con mineros que explotaban territorios tradicionales. La expansión de la
extracción de oro ha tenido graves consecuencias socioambientales. En las
tierras de los mundurukus, yanomamis y kayapós, ríos enteros han sido alterados
o contaminados con mercurio. En 2021, investigadores descubrieron que los 200
residentes evaluados de tres aldeas mundurukus a lo largo del río Tapajós
estaban contaminados con mercurio, con niveles más altos en las zonas más
afectadas por las actividades mineras. Los conflictos sociales dentro de las
comunidades indígenas y la violencia contra defensores indígenas de la tierra
alcanzaron su punto más álgido con la afluencia de mineros ilegales. La
persecución, intimidación y otros actos de violencia contra líderes indígenas
son habituales en las zonas disputadas por los mineros. La misma violencia ha
invadido territorios yanomamis en el estado de Roraima, donde la extracción
ilegal de oro ha provocado graves epidemias de malaria, desnutrición infantil y
ataques violentos contra las comunidades y los líderes que se resisten a su
invasión. La minería ilegal de oro y las organizaciones criminales se han
expandido en paralelo. La producción de oro en los garimpos (minas) suele estar
vinculada a otros crímenes, desde delitos medioambientales y contra la
propiedad pública hasta trata de personas, la explotación sexual de mujeres y
niños y la esclavitud moderna. La relación entre minería ilícita y narcotráfico
también se ha profundizado: basándose en informes de los garimpeiros, una
investigación de 2021 de la red de periodistas Amazonia Real exploró cómo
miembros del PCC podrían estar operando en tierras indígenas.
Tráfico de drogas. La coca, la principal materia prima
utilizada para producir cocaína, se cultiva extensamente en la Amazonia. Aunque
Colombia es el mayor productor mundial, la mayor parte del cultivo de coca en
la región amazónica tiene lugar en Perú. Debido a la creciente demanda de
cocaína en Europa y a los mercados en desarrollo de África, Oriente Medio y
Asia, los narcotraficantes utilizan cada vez más las rutas amazónicas. Los
cientos de ríos y pistas de aterrizaje clandestinas diseminados por la región
ofrecen amplias oportunidades para el tráfico, ya que las fuerzas del orden
carecen del personal y los recursos necesarios para patrullarlos. Los grupos
criminales utilizan varios puertos marítimos de Brasil, así como de Guyana y
Surinam, para exportar la mayor parte de la cocaína a Europa y África
Occidental. Se calcula que grandes cantidades pasan por Venezuela y se
transportan en embarcaciones semisumergibles hasta mar abierto, donde la droga
se carga en buques que parten de otros países. Aunque Colombia y Perú siguen
siendo los mayores productores, los cultivos de coca han migrado a través de
las fronteras hacia Venezuela e incluso se han detectado algunos cultivos en
Ecuador. La actual crisis política y de seguridad en Ecuador ha generado una
intensificación de la violencia en 2022 y 2023. Las redes criminales se han
aprovecharon del débil control en las ciudades portuarias y han empezado a
mover grandes cantidades de cocaína por el país. Además, el creciente número de
laboratorios de clorhidrato de cocaína detectados en Bolivia indica que el país
está pasando de ser un lugar donde se cultiva y transporta la hoja de coca a un
productor del producto final: la cocaína.
Las industrias en torno al negocio de la droga en la región
amazónica, incluidos el comercio de precursores y el robo de combustible o
petróleo crudo para la producción de coca, requieren más investigación, así
como los impactos medioambientales asociados. Un estudio realizado en 2023 por
la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito destacó los
vínculos entre la corrupción, la violencia y la reinversión del dinero de la
droga en otras industrias, a veces legales, que causan daños medioambientales,
como la ganadería y la agricultura. Los asesinatos del activista de los
derechos indígenas Bruno Pereira y del periodista Dom Phillips en la región
brasileña de Vale do Javari pusieron de relieve los vínculos entre el tráfico
de drogas, la pesca ilegal y la caza furtiva. Aunque el tráfico de cocaína
domina el panorama del narcotráfico en la región, no hay que subestimar el
tráfico de cannabis, sobre todo por la gran demanda de cannabis potente, a
menudo llamado skunk o creepy, que proporciona grandes ganancias a las
organizaciones guerrilleras colombianas. El precio de un kilogramo de pasta
base de cocaína en el Amazonas es con regularidad el mismo que el de un
kilogramo de cannabis potente.
Trata de seres humanos y esclavitud moderna. La trata de
personas en la región está vinculada a la discriminación estructural de las
comunidades indígenas en el mercado laboral. Esta discriminación se caracteriza
por factores como el racismo sistémico, la falta de educación y el aislamiento
social debido a la carencia de medios de subsistencia y a la lejanía de sus
pueblos. Las víctimas se ven obligadas a aceptar condiciones de trabajo
explotadoras y precarias, a menudo vinculadas a actividades criminales como la
minería ilegal. También se recluta a mujeres y niños para la minería y otras
actividades ilícitas. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos informó de un aumento significativo de la explotación
sexual y la trata de personas en las zonas mineras en el sur de Venezuela,
incluso de menores, con casos de niños de tan solo nueve años trabajando en las
minas. También se han denunciado casos de tráfico sexual, esclavitud moderna y
explotación en Madre de Dios, zona de la minería ilegal de oro en Perú, y en
zonas como el distrito minero del estado brasileño de Pará.
Punto de inflexión. El tan debatido punto de no retorno para
la Amazonia, a menudo denominado «punto de inflexión», se refiere a
acontecimientos climatológicos y ecológicos. Pero, ¿hasta qué punto puede la
Amazonia estar infiltrada por organizaciones criminales para poder decir que
las economías ilegales violentas se han impuesto al resto? La ausencia de
instituciones estatales o su complicidad con organizaciones criminales en
amplias zonas de la Amazonia ha permitido a las redes criminales dominar la
selva y establecer operaciones económicas que superan con creces los
presupuestos de los gobiernos que intentan contrarrestarlas. Esto provocó
restricciones presupuestarias en las operaciones policiales, aumentando las
oportunidades del crimen organizado para estrechar su control sobre el
Amazonas. Mientras tanto, el aumento de la demanda de cocaína y la subida del
precio del oro han hecho que el control de la Amazonia se transforme en
primordial para las redes de crimen organizado, con muchas ciudades portuarias
brasileñas y ecuatorianas transformadas en principales puntos de salida, y las
poblaciones locales en mano de obra barata. Los beneficios de la extracción
ilegal de oro, en la que ahora participan el crimen organizado y grupos como el
PCC y el ELN, permiten a estos grupos sobornar a altos cargos de las fuerzas del
orden, jueces y políticos locales, lo que hace que la región sea más vulnerable
a la corrupción. Dos detenciones de alto nivel en el estado brasileño de
Amazonas han apuntado a una posible corrupción generalizada en las altas
esferas del aparato de seguridad. Si no se aborda la corrupción en la región,
es difícil concebir una estrategia de conservación eficaz para la Amazonia.
Aunque el punto de inflexión para la Amazonia aún no ha llegado, hay indicios
preocupantes de cómo se vería ese escenario. Por ejemplo, en algunas zonas de
los estados brasileños de Amazonas, Roraima y Pará, los mineros, madereros y
ganaderos ilegales generan más ingresos que el presupuesto gubernamental
destinado a combatirlos. Este es el resultado directo de los recortes presupuestarios
a las agencias gubernamentales responsables de proteger los territorios
indígenas y el medioambiente, como la Fundação Nacional dos Povos Indígenas y
el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables. Con
bajos presupuestos o escasa presencia estatal, invertir las tendencias
criminales es un reto prácticamente imposible.
En Venezuela, la complicidad del Estado con la minería
ilegal de oro y el narcotráfico dentro de las fronteras del país ha creado una
bonanza para las economías ilícitas que explotan la Amazonia. Esto ha abierto
la puerta a que grupos armados no estatales tomen el control de vastas regiones
ricas en recursos y posicionen sus fuerzas cerca de fronteras estratégicas.
Como resultado, la situación de seguridad se ha vuelto cada vez más difícil de
revertir, incluso si existiera la voluntad política de hacerlo. En Colombia, un
preocupante problema de falta de gobernabilidad afecta al Instituto Nacional de
Parques.
En toda la Amazonia, las redes criminales saben explotar las
debilidades y la falta de cooperación entre los Estados amazónicos, utilizando
las fronteras como refugios seguros para multiplicarse y eludir las esporádicas
medidas represivas de las fuerzas del orden. Grupos que inicialmente
controlaban una actividad económica concreta han diversificado ahora sus
carteras criminales por toda la Amazonia. A medida que se amplían las
oportunidades económicas, no hay motivos para creer que los grupos armados
dejarán de crecer y de intensificar su violencia, tanto entre ellos como contra
la población civil y los líderes sociales e indígenas, al tiempo que causan
estragos en el ecosistema amazónico.
Respuestas como estrategias para mejorar la trazabilidad de
las materias primas amazónicas y trabajar para reducir la demanda global, el
desarrollo de formas alternativas de sustento para las comunidades locales y
los debates sobre estrategias coherentes de seguridad transfronteriza solo
podrían empezar a abordar las cuestiones en juego. Las ilimitadas perspectivas
de enriquecimiento, combinadas con el potencial – en gran medida desaprovechado
– de economías como el tráfico de especies silvestres, contribuyen a un
escenario que probablemente empeorará.
Sin embargo, no todo está perdido, ya que hay importantes
lecciones que aprender de la sociedad civil local. Las comunidades indígenas de
la Amazonia han sido de las más activas a la hora de hacer frente a estas
organizaciones criminales, demostrando resiliencia y capacidad de adaptación.
Los guardias indígenas que patrullan vastos territorios han logrado impedir que
las actividades económicas y los grupos criminales penetren más profundamente
en sus tierras ancestrales. Hay muchos ejemplos de uso de herramientas
tecnológicas, como drones y dispositivos GPS, para vigilar sus territorios,
frenar la deforestación y expulsar a los mineros ilegales. Por desgracia, no
puede decirse lo mismo de los gobiernos, ya que a menudo falta cooperación
regional. Mientras los gobiernos no coordinen sus estrategias de seguridad, las
medidas enérgicas, las políticas antidroga, los planes de desarrollo rural y
los marcos jurídicos para los delitos contra el medioambiente, el crimen
organizado seguirá moviéndose de una economía ilícita a otra, cruzando
fronteras en busca de las mejores oportunidades al menor coste y riesgo.
Los recientes compromisos públicos de los presidentes de
Brasil y Colombia (los mayores países amazónicos en términos de población y
economía) sobre la importancia de proteger la Amazonia, y la cumbre de agosto
de 2023 de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica, que produjo
una declaración conjunta, podrían ofrecer oportunidades para avanzar en una
agenda regional que priorice tanto el medioambiente como la seguridad de los
habitantes de la región. La cooperación es la clave para salvar lo que queda de
la Amazonia.
La investigación original la puede encontrar en el siguiente
link.
https://mcusercontent.com/80161fe385606408293ae0e51/files/3dc2f26d-e547-975aa343172fc2d8c786/Amazon_underworld_Economi_as_criminales_en_la_mayor_selva_tropical_del_mundo._GI_TOC_Noviembre_2023.pdf?mc_cid=1417b915c5&mc_eid=af1220a7e7
• MSc. En Organizaciones sin Fines de Lucro y Cooperación
Internacional. Ingeniero Agrónomo – Especialista en Periodismo y Ciencias de la
Información.
No hay comentarios:
Publicar un comentario