Felipe A. Páucar Mariluz.
“Este mes conmemoramos el Día Mundial de la Alimentación con
el lema: “el agua es vida, el agua nutre”. Esto da cuenta de la importancia
estratégica de cuidar este elemento, vital para la seguridad alimentaria del
planeta” (FAO).
La sequía que afecta a la provincia de Leoncio Prado y a
casi todo el Huallaga parece agravarse, dado que los pronósticos sobre lluvias
torrenciales por el fenómeno El Niño global no incluyen a la región Huánuco,
mientras que en las regiones San Martín, Ucayali y Loreto la incertidumbre
crece y parece ser la principal característica, las poblaciones de las ciudades
y del área rural progresivamente se quedan sin el vital líquido elemento,
mientras entidades como que dicen cuidar y preservar el agua no dan señales
efectivas y por lo contrario parecen figuras decorativas o de cliché en las
zonas amenazadas que requieren de la urgente presencia de entidades del Estado
y la cooperación internacional con actuación activa y liderazgo. En todas las
cuencas hidrográficas de la Amazonía la escasez de agua genera alarma porque
afecta seriamente el bienestar, la salud y la vida de las personas, así como la
fauna y flora de valor incalculable.
En el informe, “Cambio climático escasez de agua y seguridad
alimentaria” elaborado por Hivy Ortiz,
Coordinadora de la Iniciativa Regional de Agricultura Sostenible y Resiliente de
la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
(FAO) para América Latina y el Caribe, y Marcelo Sadres, Especialista en
gestión de agua y recursos hídricos de la FAO para América Latina y el Caribe,
aquí una parte:
“Se pone en evidencia que América Latina y el Caribe
concentra un poco más de un tercio del total de agua dulce del mundo. Sin
embargo, la creciente amenaza del cambio climático ha exacerbado la
vulnerabilidad del recurso, y eventos extremos, como sequías e inundaciones,
son cada vez más frecuentes, dejando consecuencias devastadoras en la región.
La agricultura ha sido uno de los sectores que más ha
sufrido ante el cambiante escenario de disponibilidad del agua. Actualmente, el
73% del agua dulce disponible se destina a la agricultura para la producción de
alimentos. Con una población creciente
y la necesidad de alimentar a más personas con el mismo o con menos recursos
hídricos, la gestión responsable del agua se convierte en un pilar fundamental
para garantizar la seguridad alimentaria y nutrición en la región, en un contexto
de cambio climático.
Un punto clave es la colaboración regional. La cooperación
en materia de aguas transfronterizas y la búsqueda de soluciones comunes para
desafíos globales son esenciales para la seguridad hídrica y alimentaria.
También lo son la gobernanza y la equidad. No dejar a nadie atrás implica
considerar el valor social del agua para la producción de alimentos y la
seguridad alimentaria, y requiere de una gobernanza inclusiva y un marco sobre
la tenencia de los recursos, agua y suelo. Otro punto clave es el
fortalecimiento de la resiliencia ante los desastres relacionados con el agua.
Esto implica medidas estructurales y de gestión de los recursos hídricos,
sistemas de alerta temprana y la colaboración entre gobiernos, sociedad civil,
academia y comunidades locales. También debemos apuntalar la agricultura
sostenible y la conservación de suelo, produciendo con menos agua, evitando la
degradación y reduciendo el estrés hídrico en zonas agrícolas.
En ese camino, el resguardo a la biodiversidad y a los
servicios ecosistémicos de la naturaleza, son fundamentales para apuntalar
ecosistemas saludables y sostenibles, desde los océanos y los ríos, para
garantizar que se completen los ciclos naturales, entre ellos el del agua,
contribuyendo a la lucha contra el cambio climático, a disminuir el riesgo de
pandemias y para la seguridad alimentaria. La incorporación de tecnología e
innovación, como por ejemplo tecnologías de riego más eficientes, planificación
del ciclo del cultivo y del riego con base en información satelital, y la
reutilización del agua, son oportunidades que debemos ampliar. También es
urgente fortalecer la acción climática regional, particularmente en el sector agrícola,
fuente de una amplia gama de soluciones que contribuyen a la adaptación y a la
mitigación del cambio climático. En ese contexto, la Plataforma de Acción
Climática en Agricultura de América Latina y el Caribe (PLACA), así como otras
iniciativas de articulación regional, se han erigido como espacios de alto nivel
para abordar estos temas.
En definitiva, es urgente promover prácticas agrícolas
sostenibles y resilientes, y desarrollar estrategias de adaptación, para tener
un mejor medioambiente y una mejor producción, sin dejar a nadie atrás.
Ciertamente, espacios de diálogo político como el Foros de Ministras y
Ministros de Medio Ambiente, y espacios más técnicos como la Semana del Clima
2023, ofrecen instancias para presentar nuevas ideas, compartir lecciones
aprendidas y encontrar oportunidades para trabajar en conjunto temas tan
relevantes como la gestión sostenible del agua y la producción de alimentos
nutritivos, en un contexto de cambio climático”.
Igualmente, en un amplio y documentado informe el medio New
York Times (Nytimes) describe de manera descarnada la tragedia que vive la
Amazonía y que podría agudizarse en los próximos meses, aquí el informe que
retrata una señal de alarma a tener en cuenta: “La selva tropical contiene la
quinta parte del agua dulce del mundo, pero la deforestación, las lluvias
escasas y el calor implacable están dejándola seca. El depósito de agua dulce
más grande del planeta está en problemas. La selva tropical de la Amazonía,
donde fluye una quinta parte del agua dulce del mundo, está sufriendo los
embates de una sequía fuerte que no muestra señales de amainar.
La sequía, probablemente agravada por el calentamiento
global y la deforestación, ha generado grandes incendios forestales que han
hecho que el aire sea peligroso para millones de personas, incluidas algunas
comunidades indígenas, y al mismo tiempo han secado ríos importantes a un ritmo
récord. Los ríos llegaron a su nivel más bajo alguna vez registrado, mientras
que otros se acercan a niveles históricos. Esto ha sofocado a la población de
delfines rosados en peligro de extinción, clausurado una planta hidroeléctrica
importante y aislado a decenas de miles de personas que viven en comunidades
remotas y que solo pueden trasladarse por bote. “Ahora solo hay tierra donde
solía haber un río”, afirmó Ruth Martins, de 50 años, una líder de Boca do
Mamirauá, una pequeña comunidad ribereña en la Amazonía. “Nunca hemos experimentado
una sequía como esta”.
Las condiciones más secas están acelerando la destrucción de
la selva tropical más grande y biodiversa del mundo, y en la que algunas zonas
han comenzado a transformarse de ecosistemas húmedos que almacenan enormes
cantidades de gases que retienen el calor a unos más secos que están liberando
dichos gases a la atmósfera. El resultado es un doble golpe a la lucha global
contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
“Esta es una catástrofe con consecuencias a largo plazo”,
dijo Luciana Vanni Gatti, científica del Instituto Nacional de Investigaciones
Espaciales de Brasil, quien ha estado documentando los cambios en la Amazonía.
“Mientras más pérdida de selva tengamos, menor será su resiliencia”. Estudios
recientes han mostrado que el cambio climático, la deforestación y los
incendios han hecho que a la Amazonía le cueste más recuperarse de las graves
sequías. Gatti también advirtió que lo peor podría está por llegar. Se espera
que la temporada de lluvia comience en las próximas semanas y si persiste la
sequía, la cual comenzó en junio, esta sería la primera vez en la que estas
condiciones tan extremas hayan tomado el control durante el periodo más seco de
la Amazonía y hayan continuado hasta su periodo más lluvioso.
Portada de informe, foto captura. |
En Tefé, un municipio rural del noroeste de la Amazonía, los
residentes cruzan tramos fangosos de lechos de lago en motocicletas y reman
canoas por los arroyos estrechos que solían ser ríos. Unas 158 aldeas ribereñas
en la misma región han quedado aisladas ya que las vías fluviales que las
conectan con localidades más grandes se han secado, dijo Edivilson Braga,
coordinador del servicio de defensa civil local. “Están completamente
aislados”, afirmó Braga, quien agregó que hasta el momento las autoridades han
entregado miles de canastas de alimentos básicos, muchas de ellas por helicóptero,
a miles de familias.
La Amazonía ha sufrido sequías en el pasado, pero
actualmente está lidiando con “desastres simultáneos”, dijo Ayan Santos
Fleischmann, hidrólogo del Instituto Mamirauá, un centro de investigación
ubicado en Tefé. La escasez de lluvia, el calor abrasador y las altísimas
temperaturas del agua están azolando, al mismo tiempo, a la región. “Esta es
una crisis, una crisis humanitaria, ambiental y de salud”, aseveró Fleischmann.
“Y lo que más nos aterra es lo que está por venir”. En Boca do Mamirauá, a unas
dos horas en lancha de Tefé, la sequía de las vías fluviales ha provocado que
las reservas de alimentos básicos y medicamentos disminuyan y ha impedido que
los niños puedan realizar el viaje por río a la escuela desde el 20 de
septiembre, aseguró Martins, la líder comunitaria.
Por toda la Amazonía se han secado pozos y arroyos, dejando
a las comunidades sin agua potable. “Aquí el agua se convirtió en barro”, dijo
Tuniel Gomes Figueiredo, quien vive en Murutinga, una aldea de una comunidad indígena
de unos 3000 habitantes.
Los pueblos se movilizan por el agua ante la insensibilidad del Estado. Cortesía archivo. |
Sin alternativas, algunos residentes están bebiendo,
cocinando y bañándose con agua contaminada. “Esta agua está enfermando a los
niños y ancianos”, afirmó Braga. A las autoridades de salud también les
preocupa que los charcos estancados de agua sobrecalentada puedan incrementar
la población de mosquitos portadores de malaria y dengue. La sequía ha afectado
a una cantidad incontable de especies animales en una región conocida por su
vida silvestre abundante. En el lago Tefé, las temperaturas del agua continúan
siendo elevadas y han aparecido más restos de delfines rosados en la última
semana, elevando el número de delfines muertos a 153 desde que se recuperaron
los primeros cuerpos el 23 de septiembre, informó Fleischmann.
Una proliferación de algas tóxicas, muy probablemente
vinculadas con la sequía y el calor extremo, también ha ocupado el lago,
creando una mancha roja en el agua, aunque los científicos no están seguros de
sí puede perjudicar a humanos o animales. “Estamos utilizando redes para guiar
a los delfines hacia otras zonas”, dijo Fleischmann. Si bien la baja humedad y
las altas temperaturas pueden por sí solas exterminar plantas y animales, gran
parte de la destrucción es causada por una selva más seca que es cada vez más
vulnerable a los incendios, los cuales por lo general son iniciados por
agricultores y otros que despejan los terrenos. Los incendios forestales han
consumido más de 46.000 kilómetros cuadrados de la Amazonía desde el comienzo
del año, más del doble del tamaño de Vermont.
El humo de los incendios forestales ha hecho que el aire sea
muy nocivo en Manaos, una ciudad de dos millones de habitantes en el corazón de
la Amazonía, que recientemente se convirtió en una de las ciudades más contaminadas
del planeta, según el World Air Quality Index project. Revisar los datos de la
calidad del aire cada mañana se ha convertido en un hábito ansioso en la
ciudad, mientras niños y personas mayores terminan en hospitales con
dificultades para respirar, según médicos en Manaos.
Camila Justa, una veterinaria en Manaos, dijo que nunca
había visto un humo tan denso cubrir el cielo y que sufrió un ataque de asma
por primera vez en 20 años, mientras que su hijo de 4 años ha tenido neumonía
dos veces desde septiembre. “Es muy difícil llenar tus pulmones de aire”, dijo.
“Y cuando lo haces, quema”. La sequía ha secado países de toda la región de la
Amazonía.
En Bolivia, decenas de municipios tienen escasez de
suministro de agua, los cultivos se han marchitado y las lagunas se han secado,
“con graves consecuencias para la biodiversidad”, dijo Marlene Quintanilla,
directora de investigación de Friends of Nature Foundation, una organización
sin fines de lucro. Según los expertos, la ausencia de lluvia en la Amazonía es
en gran medida el resultado de dos patrones climáticos.
Impresionante combinación de sol, agua y naturaleza. Cortesía archivo. |
Desde el oeste, El Niño, el cual calienta las aguas del
Pacífico cerca del Ecuador, está ganando fuerza. Desde el suroeste, las altas
temperaturas en las aguas del Atlántico Norte han acelerado el flujo de aire
hacia la Amazonía, previniendo la formación de nubes de lluvia sobre la selva.
Si bien el vínculo entre el calentamiento global causado por el hombre y la
sequía aún no está claro, los modelos climáticos sugieren que “en las próximas
décadas, con el aumento de las temperaturas causado por el cambio climático,
estos eventos se volverán más frecuentes”, afirmó Gilvan Sampaio, un científico
que monitorea patrones climáticos en el Instituto Nacional de Investigaciones
Espaciales de Brasil.
Los efectos de un clima cambiante se intensifican por los
altos niveles de deforestación en la Amazonía, causado en parte por
agricultores que despejan terrenos para cultivos de soya y ganado, cuyos
productos se exportan a países de todo el mundo. La tala de árboles, al igual
que el calentamiento global, hace que la lluvia sea más escasa y las
temperaturas más altas porque los árboles de la Amazonía liberan humedad, lo
que baja la temperatura y forma nubes de lluvia. La sequía de los ríos también
es un duro golpe para la economía de la región. Las barcazas que transportan
maíz con destino a China y otros países se han visto obligadas a reducir su
carga a la mitad a lo largo de un río importante este mes porque el agua era
muy poco profunda y la erosión del cauce de un río provocó el colapso de un
puerto.
Los ríos de la Amazonía también alimentan las plantas de energía que producen cerca de una décima parte de la electricidad de Brasil y la escasez de lluvia causó la clausura de una planta hidroeléctrica. En 2015 se documentaron condiciones de sequía similares, que contribuyeron a la peor temporada de incendios registrada en la Amazonía. Sin embargo, los científicos creen que esta sequía será aún más devastadora porque el océano Atlántico está más cálido y El Niño aún no ha alcanzado su punto máximo. “Esto es solo el comienzo”, afirmó Gatti, la científica.
En una tarde reciente, densas nubes oscurecieron los cielos
sobre la aldea ribereña de Boca do Mamirauá. La gente se apresuró a agarrar
baldes, listos para llenarlos con agua de lluvia. Pero las nubes siniestras
pasaron rápidamente. “Ni una sola gota”, dijo Martins, la líder comunitaria”.
(Informe original en: www.nytimes.com/es/2023). (Con información FAO, Nytimes,
archivos Leyenda del Huallaga).
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