domingo, 2 de abril de 2023

Por un Mundo con Amor y Paz: Vida, Pasión y Muerte de Jesucristo.

Felipe Ascención Páucar Mariluz.



“Sacrificar es renunciar a algo valioso o precioso, a menudo con la intención de lograr un propósito u objetivo de mayor valor. El sacrificio siempre ha sido parte del evangelio de Jesucristo. Es un recordatorio del gran sacrificio expiatorio de Jesucristo por todos los que han vivido o vivirán sobre la tierra. Antes del ministerio de Cristo, se ofrecían sacrificios de animales con este fin. Después de la expiación del Salvador y por mandato Suyo, los seguidores de Jesucristo comenzaron a ofrecer en lugar de sacrificios de animales un “corazón quebrantado y un espíritu contrito”, que es la disposición de arrepentirnos de nuestros pecados, y el deseo de seguir a Jesucristo y de poner nuestra vida en armonía con sus mandamientos… Aquellos que demuestren su disposición de sacrificarse tal como el Señor lo ha mandado serán aceptados por Él. Él enseñó: “Todos los que . . . saben que su corazón es sincero y está quebrantado, y su espíritu es contrito, y están dispuestos a cumplir sus convenios con sacrificio, sí, cualquier sacrificio que yo, el Señor, mandare, éstos son aceptados por mí” (https://www.churchofjesuschrist.org).


Jesucristo al tiempo de cumplir la misión encomendada en la tierra por Dios Padre el hacedor del universo, fue la víctima del poder hegemónico y tirano ejercido inicua y autoritariamente por un emperador amoral jefe de un imperio corrupto con hipócrita democracia, por ejemplo,  someter al voto el destino de muerte de Jesús al liberar a Barrabás el ladrón. Fue víctima también de la deslealtad, la traición y la injuria por gente manipulada por el poder por la preservación de un Dios pagano y espurio, como también de su propio círculo de discípulos: la traición de Judas Iscariote, la deslealtad de Pedro y el gesto cobarde de varios de los que decían ser sus seguidores, que le debían fidelidad pero que al final lo abandonaron o renegaron de él.



La meditación de las 7 palabras se hace el Viernes Santo, con el fin de reflexionar sobre las últimas 7 frases que pronunció Jesús en la Cruz, antes de morir. La crucifixión es el momento más solemne de la Pasión y Muerte de Jesús. Invita a reconocer la entrega del Señor hacia sus hijos.


La explicación de la muerte de Jesús es doble: es consecuencia de su actuar histórico y es aceptación de la voluntad del Padre que lo envía. En otras palabras, si su manera de vivir el mesianismo es la causa de su muerte desde el plano objetivo -es condenado por sus adversarios y abandonado por sus seguidores por ello- lo es también desde el plano subjetivo puesto que es la aceptación libre de la muerte por amor al Padre. Entrega total a la causa del Reino, obediencia total a su Padre que reina y reinará en aquél. La muerte de Jesús transforma la muerte en dos sentidos. El primer sentido es que "todos los asesinados en la historia de la humanidad -todos los vencidos y derrotados [...] todos aquéllos cuyas vidas fueron aplastadas [...]- se concentran en Jesús que muere, él los hace suyos, para trasladarlos, con él, al reino de la resurrección" (Capítulo 20: El final). El segundo sentido es que "desde la perspectiva de la muerte como realidad humana, la muerte de Jesús puede ser vista como el acto por el cual Dios hace suya la única realidad que Él no ha creado [...] para transformarla en posibilidad de entregar la vida por amor". En este marco, quiero destacar algo que forma parte del núcleo de la propuesta: la cuestión del sentido de la vida de Jesús como la plantea el autor lo conecta con una honda tradición teológica bíblica. El autor explora la forma en que Jesús elabora descubre el sentido de su vida. Jesús lo realiza en su ministerio y dado que el sentido es simultáneamente la entrega a los suyos y la obediencia al Padre, el espacio privilegiado para esa elaboración-búsqueda es la escucha de la Palabra. Silva cita dos textos bíblicos en esta línea: Le 24,44 y Le 11,27-28.


El Padre no pide a Jesús ser obedecido sin antes ser conocido, experimentado y comprendido. No hay sentido teológico de la obediencia de Jesús sin horizonte de la voluntad salvífica del Padre: el horizonte de la obediencia es el amor por el Reino de Dios. Creo que la respuesta va en profunda continuidad con el Dios del éxodo: Dios no pide ser obedecido sin antes ser conocido; el decálogo no comienza con un precepto sino con una palabra que resume la experiencia: "Yo soy el Señor tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto, fuera de la casa de servidumbre" (Ex 20,1).


Jesús de Nazareth momentos clave de su pasión y muerte Estos son los hechos históricos que marcaron un momento fundamental en la historia de la humanidad: la muerte en la cruz y la resurrección, a los tres días, del Hijo de Dios. Jesús de Nazareth, hijo de Dios, falleció en la cruz, a las 3 de la tarde de un viernes, luego de que fuese juzgado y condenado a ser ejecutado. Tras horas de agonía, finalmente se cumpliría el designio divino: que el moriría para borrar nuestros pecados. De acuerdo a la historia bíblica, a los tres días, Jesús resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo, para estar al lado del padre. Sabemos que estos son los dos momentos cruciales en esta etapa del final de la presencia de Jesús en la tierra y que basan la conmemoración que hacen los fieles en Semana Santa. Sin embargo, existen otros acontecimientos muy importantes que se recuerdan en la Semana Mayor y que hacen parte de la historia completa del proceso de Pasión y Resurrección de Jesús:


Entrada triunfal a Jerusalén. Jesús y sus discípulos entraron a Jerusalén para celebrar la pascua judía: en el momento que entraron, fueron recibidos por una multitud que los recibió con elogios y que proclamaba al Hijo de Dios como 'El Rey de los Judíos'. Así inicia la Semana Santa y este instante es recordado en la historia como 'el Domingo de Ramos”. Ahí, se lee el pasaje bíblico que relata esta entrada triunfal de Jesús y los doce apóstoles.


La 'destrucción del templo'. La Biblia relata que Jesús fue al templo, pero encontró alrededor de él, puro comercio: venta de animales, intercambio de dinero y esto lo enfureció. Así que echó a todos de allí y volcó las mesas y pidió que 'no hicieran de la casa de mi Padre un sitio de comercio'. Ahí, pronunció una de sus frases más famosas: 'destruiré este templo y en tres días lo reconstruiré.  Todos quedaron perplejos, pero no entendieron el mensaje simbólico: él se refería a su cuerpo.


La Última Cena. Otro de los grandes momentos de la historia se encuentra aquí: Jesús ofrece una cena en la que están sentados todos sus discípulos, incluido Judas Iscariote, el que lo traicionaría momentos después. El momento se retrata en el famoso cuadro de Leonardo Da Vinci y muestra al Hijo de Dios en el centro de la mesa, rodeado por los apóstoles y compartiendo el pan y el vino. De allí sale el simbolismo de 'el cuerpo y la sangre de Cristo.


El lavatorio de los pies. Este evento también se da en el marco de la Última Cena: luego de compartir el pan y el vino, Jesús lava los pies de sus apóstoles, uno a uno. Mientras lo hace, lanza dos de las profecías más importantes, previas a su muerte. La primera es que Judas Iscariote lo traicionará y lo entregará, Este fue a donde los escribas y los Sumos Sacerdotes, quienes le dieron dinero, a cambio de la información para apresar a Jesús. La segunda fue la negación de Pedro, quien lo negó tres veces, antes de su muerte. Esta profecía se cumplió tras el arresto de Jesús, pues tres veces señalaron a este apóstol de acompañar a Cristo y estas tres veces dijo que no.


El Arresto en Getsemaní. Jesús y sus discípulos, salvo Judas, fueron a orar al monte de los Olivos. Él se retiró para hacerlo en soledad y sufrir la agonía previa de su muerte en silencio, pidiendo a Dios que pueda liberarlo de lo que viene, pero que se haga su voluntad y no la de él. En ese instante, Judas aparece e identifica a Jesús con el famoso beso de Judas. Allí es que lo arrestan, no sin antes ver como Simón Pedro cortaba la oreja de uno de los sirvientes de Caifás. Jesús es conducido al templo y allí empieza su famoso enjuiciamiento, en el que fue humillado, torturado y entregado por el mismo pueblo a la muerte.


Flagelación, coronación y condena antes de su muerte. Antes de su crucifixión, Jesús es flagelado violentamente en un sitio al aire libre. Los soldados fueron los encargados de darle los golpes y de abofetearlo y burlarse de él. Ellos recibieron las órdenes de Poncio Pilato de azotar a Jesús. En ese instante, le pusieron una corona de espinas para provocarle más dolor y poder decirle con ironía 'mírenlo, aquí está el 'Rey de los Judíos'.


Jesús de Nazareth, en 7 milagros. Estas son las siete acciones milagrosas de Jesús de Nazareth, hijo de Dios, que quedaron registradas en la biblia y perduran por toda la eternidad. Jesús de Nazareth, hijo de Dios, vivió toda su vida predicando, sirviendo a su pueblo y llevando el mensaje de su padre al mundo. Pero también se le reconocen importantes e históricos milagros, como dos resurrecciones, momentos que quedaron registrados en la biblia, para toda la eternidad. Los siete milagros de Jesús:

 

1. Las bodas de Caná. Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora. Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere. Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros. Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora. Juan 2.

 

2. Una pesca milagrosa Una vez Jesús estaba a la orilla del Lago de Galilea, y la gente se amontonó alrededor de él para escuchar el mensaje de Dios. 
Jesús vio dos barcas en la playa. Estaban vacías porque los pescadores estaban lavando sus redes. Una de esas barcas era de Simón Pedro. Jesús subió a ella y le pidió a Pedro que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó en la barca, y desde allí comenzó a enseñar a la gente. Cuando Jesús terminó de enseñarles, le dijo a Pedro: Lleva la barca a la parte honda del lago, y lanza las redes para pescar. Pedro respondió: Maestro, toda la noche estuvimos trabajando muy duro y no pescamos nada. Pero, si tú lo mandas, voy a echar las redes. Hicieron lo que Jesús les dijo, y fueron tantos los pescados que recogieron, que las redes estaban a punto de romperse.  Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca, para que fueran enseguida a ayudarlos. Eran tantos los pescados que, entre todos, llenaron las dos barcas. Y las barcas estaban a punto de hundirse. Al ver esto, Pedro se arrodilló delante de Jesús y le dijo: ¡Señor, apártate de mí, porque soy un pecador! Santiago y Juan, que eran hijos de Zebedeo, Pedro y todos los demás, estaban muy asombrados por la pesca tan abundante. Pero Jesús le dijo a Pedro: No tengas miedo. De hoy en adelante, en lugar de pescar peces, voy a enseñarte a ganar seguidores para mí. Los pescadores llevaron las barcas a la orilla, dejaron todo lo que llevaban, y se fueron con Jesús. Lucas 5. 


3. Jesús sana a un leproso. Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguieron grandes multitudes.  Un hombre que tenía lepra se le acercó y se arrodilló delante de él. Señor, si quieres, puedes limpiarme le dijo. Jesús extendió la mano y tocó al hombre. Sí quiero le dijo. ¡Queda limpio! Y al instante quedó sano de la lepra. Mira, no se lo digas a nadie le dijo Jesús; solo ve, preséntate al sacerdote, y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio. Mateo 8.

 

4. El hombre que no podía caminar. En cierta ocasión, Jesús estaba enseñando en una casa. Allí estaban sentados algunos fariseos y algunos maestros de la Ley. Habían venido de todos los pueblos de Galilea, de Judea, y de la ciudad de Jerusalén, para oír a Jesús. Y como Jesús tenía el poder de Dios para sanar enfermos, llegaron unas personas con una camilla, en la que llevaban a un hombre que no podía caminar. Querían poner al enfermo delante de Jesús, pero no podían entrar en la casa porque en la entrada había mucha gente. Entonces subieron al techo y abrieron allí un agujero. Por ese agujero bajaron al enfermo en la camilla, hasta ponerlo en medio de la gente, delante de Jesús. Cuando Jesús vio la gran confianza que aquellos hombres tenían en él, le dijo al enfermo: «¡Amigo, te perdono tus pecados!» Los maestros de la Ley y los fariseos pensaron: «¿Y éste quién se cree que es? ¡Qué barbaridades dice contra Dios! ¡Sólo Dios puede perdonar pecados!»
Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando, y les preguntó: «¿Por qué piensan así?  Díganme: ¿qué es más fácil? ¿Perdonar a este enfermo, o sanarlo? Pues voy a demostrarles que yo, el Hijo del hombre, tengo autoridad aquí en la tierra para perdonar pecados». Entonces le dijo al hombre que no podía caminar: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.» En ese mismo instante, y ante la mirada de todos, el hombre se levantó, tomó la camilla y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron admirados y llenos de temor, y comenzaron a alabar a Dios diciendo: «¡Qué cosas tan maravillosas hemos visto hoy!» Mateo 9.

 

5. Jesús sana a un endemoniado. Después, Jesús fue a Capernaúm, un pueblo de Galilea, y enseñaba a la gente en el día de descanso. Ellos se admiraban de sus enseñanzas porque su mensaje tenía autoridad. En la sinagoga había un hombre que tenía un espíritu maligno, quien gritó con fuerza: ¡Oye! ¿Qué quieres de nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres tú: ¡el Santo de Dios! Pero Jesús reprendió al espíritu maligno y le dijo: ¡Cállate y sal de él! Entonces delante de todos, el demonio tiró al hombre al suelo y después salió de él sin hacerle ningún daño. Todos se quedaron atónitos y se decían unos a otros: « ¿Qué clase de enseñanza es esta? Jesús ordena con autoridad y poder a los espíritus malignos que salgan, ¡y ellos salen!» Entonces la fama de Jesús se extendió por toda la región. Marcos 5.

 

6. Jesús calma la tempestad. Cuando entró Jesús en la barca, sus discípulos le siguieron. Y de pronto se desató una gran tormenta en el mar, de modo que las olas cubrían la barca; pero Jesús[s] estaba dormido.
Y llegándose a Él, le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Y Él les dijo*: ¿Por qué estáis amedrentados, hombres de poca fe? Entonces se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Quién es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen? Mateo 8.

 

7. La resurrección de Lázaro Un hombre llamado Lázaro estaba enfermo. Vivía en Betania con sus hermanas María y Marta. María era la misma mujer que tiempo después derramó el perfume costoso sobre los pies del Señor y los secó con su cabello su hermano, Lázaro, estaba enfermo. Así que las dos hermanas le enviaron un mensaje a Jesús que decía: «Señor, tu querido amigo está muy enfermo». Cuando Jesús oyó la noticia, dijo: «La enfermedad de Lázaro no acabará en muerte. Al contrario, sucedió para la gloria de Dios, a fin de que el Hijo de Dios reciba gloria como resultado». Aunque Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro, se quedó dónde estaba dos días más. Jesús contestó: ¿Dónde lo pusieron? les preguntó. Ellos le dijeron: Señor, ven a verlo. Entonces Jesús lloró.  Jesús todavía estaba enojado cuando llegó a la tumba, una cueva con una piedra que tapaba la entrada.  «Corran la piedra a un lado», les dijo Jesús. Entonces Marta, la hermana del muerto, protestó: Señor, hace cuatro días que murió. Debe haber un olor espantoso. Jesús respondió: ¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios? Así que corrieron la piedra a un lado. Entonces Jesús miró al cielo y dijo: «Padre, gracias por haberme oído.  Tú siempre me oyes, pero lo dije en voz alta por el bien de toda esta gente que está aquí, para que crean que tú me enviaste».  Entonces Jesús gritó: «Lázaro, sal de ahí».  Y el muerto salió de la tumba con las manos y los pies envueltos con vendas de entierro y la cabeza enrollada en un lienzo. Jesús les dijo: «Quítenle las vendas y déjenlo ir». Juan 11.

 

El poder tirano e inicuo. “Al comienzo del Capítulo IX del Libro VII, Aristóteles describe con cierta minuciosidad algunos de los medios que los tiranos emplean para conservar el poder hasta donde sea posible. Resulta así interesante constatar cómo a través de los tiempos se repiten los mismos métodos, cómo el tirano representa un arquetipo histórico cuya aparición constituye una constante en la vida de todos los pueblos, cualquiera que sea su ubicación geográfica, su religión y su raza. El tirano, según esta descripción aristotélica, reprime en torno suyo toda superioridad que se levante. Esta característica no es sino la consecuencia de que el tirano no puede permitir cerca suyo a nadie que pueda hacerle sombra y que en algún momento pueda desplazarlo del poder. Tampoco el tirano puede aceptar hombres de corazón en su gobierno, por lo que se deshará rápidamente de eI; prohibirá las asociaciones, ya que el pueblo organizado puede hacer valer sus derechos con mayor eficacia ante el tirano, siendo ésta una de las primeras medidas que aplican los tiranos cuando acceden al poder, ya que la asociación de los ciudadanos siempre constituirá un peligro potencial para sus designios y para el uso ilimitado del poder. Consecuente con esta línea, está la de sembrar la discordia y la calumnia entre los ciudadanos, para precisamente mantenerlos divididos y poder así reinar con mayor facilidad , así "como hacer lo posible para que los súbditos permanezcan sin conocerse los unos a los otros, porque las relaciones entre los individuos dan lugar a que nazca entre ellos una mutua confianza". Es importantísimo además para el tirano "saber los menores movimientos de los ciudadanos, y obligarles en cierta manera a que no salgan de las puertas de la ciudad, para estar siempre al corriente de lo que hacen y acostumbrarles, mediante esta continua esclavitud, a la bajeza y a la pusilanimidad". Porque "es uno menos franco cuando se teme el espionaje y si se habla, todo se sabe". Aquí encontramos el fundamento de todas las policías secretas del mundo, que normalmente a través de la historia han sido utilizadas por los tiranos no tanto para preservar la seguridad nacional, sino más bien para mantenerse en el poder, mediante el terror y la compulsión a los ciudadanos que les paraliza e inhibe en cualquier acción que pretendan intentar en su contra” (Alfonso Ansieta Núñez, Universidad Católica de Valparaíso).

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