sábado, 23 de abril de 2011

Los ‘submarinos del narcotráfico’ de los contrabandistas colombianos muestran más sofisticación

Por John Otis

El primer submarino del narcotráfico completamente operable y sumergible capturado en Colombia fue incautado en febrero de 2011 y está ahora en la Base Naval colombiana de Bahía Málaga, en la costa del Pacífico. [John Otis]

BAHÍA MÁLAGA, Colombia. Por años se rumoró que los contrabandistas colombianos estaban trasportando toneladas de cocaína abordo de submarinos caseros. Pero sin evidencia palpable, los rumores sonaban como una fantasía de Julio Verne, una especie de Veinte mil kilos de viaje submarino.

Y ha resultado que los narcosubmarinos son muy reales.

La policía ecuatoriana hizo una redada en un astillero clandestino en la selva el año pasado, al sur de la frontera con Colombia, e incautó un submarino de 74 pies de largo capaz de transportar nueve toneladas de cocaína para entregar en puntos de las costas de México y Centroamérica en el Pacífico. Su casco fue construido con Kevlar y fibra de carbono. Sus 249 baterías de ácido de plomo podrían propulsar un motor diesel hasta por 18 horas antes de que fuera necesario sacar al submarino a la superficie.

El submarino ecuatoriano no fue una causalidad. En febrero las autoridades colombianas confiscaron un segundo submarino del narcotráfico completamente sumergible. Este navío de 70 pies de largo fue visto en un estuario en el Pacífico y estaba a punto de hacer su viaje inaugural. Cerca de allí, tropas del Ejército encontraron 2.9 toneladas de cocaína.

“Estaba listo para partir”, dijo el Teniente Fernando Monroy, de la Armada colombiana, que piloteó el submarino del narcotráfico desde su escondite a Bahía Málaga, la principal base de la Armada en el Pacífico. “Sus tanques estaban llenos con 1,700 galones de diesel.”

“Los traficantes de drogas han hecho literalmente lo que muchas personas pensaban que era imposible”, expresó Jay Berman, que dirige la División Andina de la Administración de Cumplimiento de las Leyes sobre las Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos. “Invirtieron grandes cantidades de recursos, dinero y mano de obra en la adquisición de tecnología para construir los submarinos.”
Añadió: “Las fotografías no les hacen justicia. Hay que ver los submarinos para tener una perspectiva de lo grandes que son y cuánto esfuerzo toma el construirlos”.

Con su forma aerodinámica, aletas posteriores y una torre en forma de cono, el submarino del narcotráfico se ve como un submarino convencional, sólo que es mucho más pequeño que la mayoría de los modelos militares. Es un híbrido de alta y baja tecnología. En lugar de acero, el submarino fue construido con madera, fibra de vidrio y tubería de PVC (cloruro de polivinilo), materiales fácilmente disponibles y transportables a los muelles secos y secretos de la selva.

Sin embargo, muestran un nivel de sofisticación nuevo en el contrabando marítimo. Fue equipado con cámaras de visión diurna y nocturna. En la popa se encuentra un motor diesel de 346 caballos de fuerza. Hay cuatro camastros para los miembros de la tripulación, tanques de aire comprimido, controles con pantalla sensibles al tacto, un sistema de posicionamiento global (GPS, por sus siglas en inglés) y teléfonos satelitales.
A diferencia del submarino ecuatoriano, que podría moverse hacia delante bajo el agua, el modelo colombiano fue construido para viajar apenas debajo de la superficie y después apagar los motores y sumergirse a 30 pies de profundidad aproximadamente para esconderse de los navíos interceptores.

Los submarinos han sido parte de los proyectos de los traficantes por años.

Antes, en el año 2000, las autoridades colombianas hallaron casualmente un submarino de doble casco que estaba a la mitad de su construcción en un almacén en las afueras de Bogotá. El navío, de 78 pies de largo, fue diseñado para descender a una profundidad de más de 300 pies.

Pero en ese caso, los ingenieros de la mafia de las drogas habían estado trabajando en algo que era más de lo que podían hacer. En la década siguiente se conformaron con un navío acuático menos sofisticado: el llamado semisumergible.

Éstos son botes herméticos que navegan en el océano con sólo una cúpula de navegación y tubos de aire y de escape que sobresalen del agua en ángulos peculiares. Parecen algo que hubiera diseñado el Dr. Seuss, pero los navíos caseros han sido altamente exitosos.

Los semisumergibles son fáciles de construir, con un costo de US$ 500,000.00 son relativamente baratos. Como resultado, normalmente son hundidos después de una misión, ya que es más seguro hundirlos en alta mar que tratar de regresarlos a Colombia.

Lo que es más importante, la pequeña estela que dejan los hace más difíciles de detectar por los radares. Según algunos estimados, más de la mitad de la cocaína que salió de la costa de Colombia en el Pacífico en 2009 fue enviada abordo de semisumergibles.

Los semisumergibles marcan el triunfo de lo furtivo sobre la velocidad. En las décadas de 1980 y 1990, los traficantes usaron frecuentemente botes rápidos que podían viajar a 80 millas por hora, dejando atrás las embarcaciones de los guardacostas. Pero esos botes dejan una enorme estela y los agentes antinarcóticos —usando helicópteros y sus propios botes de velocidad— se volvieron más expertos para localizarlos, en algunos casos, disparando a sus motores.

Más recientemente, las autoridades han mejorado en la detección por radar de los semisumergibles. Y la reciente disminución en las capturas pudiera indicar que los traficantes de drogas se están moviendo completamente bajo el agua. El número de semisumergibles incautados bajó de 17 en el 2009, a sólo uno en lo que va de este año.
Y aunque no se han visto submarinos cargado de drogas en el océano, es muy probable que estén ahí.

De ser así, este salto tecnológico representa nuevos e irritantes retos para las agencias del orden público, ya que los submarinos son invisibles para los radares. Esta cacería requiere de un sonar para identificar sus sonidos o detectores de anomalías magnéticas, ya que los submarinos convencionales son básicamente enormes masas de acero que pueden causar desviaciones en el campo magnético de la Tierra.

Pero el océano Pacífico es vasto y los dos submarinos del narcotráfico incautados son pequeños navíos de fibra de vidrio fabricados con muy poco metal. Aun si se detecta un presunto submarino del narcotráfico, los procedimientos legales y prácticos para forzarlo a salir a la superficie no son claros todavía.

Para los traficantes de drogas, los submarinos también significan más dolores de cabeza. Por un lado, su construcción es más onerosa y costosa que la de los semisumergibles. El astillero clandestino de Ecuador tenía espacio para 50 trabajadores. Tomando en consideración los materiales, la mano de obra y los honorarios de seguridad, el submarino incautado en Ecuador puede haber costado hasta US$ 5 millones.

Además, los submarinos son más difíciles de operar que los semisumergibles. Cualquier capitán de barco puede manejar un semisumergible, pero dirigir un submarino, y especialmente llevarlo a la superficie, requiere de un conjunto de habilidades especiales.

Un contrabandista retirado, que hizo tres viajes de entrega de drogas a México a cargo de semisumergibles, dijo que los pilotos de las naves clandestinas aprenden a través de simuladores de computadora o mediante la práctica de prueba y error. De cualquier forma, los viajes pueden ser infernales.

El contrabandista, que habló con Diálogo a condición de mantener el anonimato, describió las corridas de drogas a México como tensas y claustrofóbicas. No había baños, de modo que el aire de a bordo rápidamente se llenaba de vapores de excremento, cocaína y diesel. Rara vez se paraban para respirar porque los navíos parados pueden ser detectados fácilmente. A bordo, un guardia armado se aseguraba de que no hubiese motines. Una vez en tierra, el contrabandista dijo que olía tan mal que se pasó dos semanas bañándose con una mezcla de Clorox y agua.

“Es como ser un kamikaze”, dijo. “Algunas veces me preguntaba como fue que sobreviví.” Aún así ganó cerca de US$ 300,000 por cada viaje. Esos honorarios tan exuberantes hacen que para los traficantes sea sencillo reclutar capitanes y miembros de la tripulación para los semisumergibles entre los pescadores pobres de la costa del Pacífico.

Sin embargo, las condiciones a bordo de los submarinos del narcotráfico no son mucho mejores. Monroy, el oficial de Armada que piloteó el submarino colombiano hasta Bahía Málaga, dijo que adentro la temperatura asciende a los 38°C. Pero predijo que los constructores de los submarinos del narcotráfico harán los cambios necesarios al decir “creemos que los contrabandistas continuarán mejorando su tecnología, lo que les permitirá hacer todos sus viajes bajo el agua”.

Tomado de:

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