miércoles, 24 de diciembre de 2008

Navidad para los pobres: caridad o justicia.

Hay quienes piensan que existe un Dios para los ricos, mientras que los pobres no tienen Dios que se apiade de sus sufrimientos. ¿Por qué tanta injusticia y desigualdad? Reflexionemos en Navidad.

“El que acapara y retiene lo que no necesita es igual a un ladrón. No es digno de ser rico quien tiene miedo de la pobreza.”

Una de las nefastas conclusiones a las que erróneamente llegamos en el día de hoy es que los pobres necesitan caridad, y sin embargo los pobres tan sólo necesitan JUSTICIA, puesto que la pobreza extrema es el resultado de: injusticias globales e injusticias locales.

Injusticias Globales: La mayoría de los países pobres fueron colonias. Lo único que dejaron allí las naciones ocupantes fue ejércitos y soldados entrenados. Ni una sola universidad o institución que facilite el desarrollo. La mayoría de las fortunas y palacios europeos provienen de las rentas obtenidas en países colonizados y posteriormente dejados a su suerte.

Los países pobres lo son sólo por su gestión, puesto que son ricos en el sector básico de la economía: las materias primas. Quienes gestionan sus riquezas son empresas y instituciones financieras del primer mundo.

Injustos acuerdos de comercio internacional, que protegen intereses locales para enriquecer a los países ricos. Las vacas europeas reciben 100 veces más ayuda que la destinada al desarrollo de los países pobres

Multinacionales que sobre-explotan los recursos (naturales y de mano de obra) en los países pobres sin aportar nada al entorno del que obtienen sus riquezas. Deuda externa impagable, lo que se conoce por "efecto puerta rotatoria", el dinero viene del primer mundo y vuelve convertido en deudas con altos intereses o en liquidez que ya no permite mantener localmente los recursos sociales.

Injusticias Locales. Gobernantes y un sistema corrupto que controla la riqueza, destinando sus expolios a inversiones seguras en el primer mundo. Sometimiento a despotismos religiosos, que tratan que la población acepte su pobreza como un destino conveniente para el orden social.

Los estudiantes que pueden acabar una carrera profesional emigran a los países desarrollados. Conflictos y guerras inducidos por el primer mundo y sus intereses comerciales para garantizarse el acceso a los recursos, como el oro, diamantes, petróleo, minerales, agua, etc.
La inocencia vestida de blanco caminando sobre la inmundicia en medio de terrible pobreza. Foto AP.

Las cifras de la pobreza: 3 mil millones de personas - la mitad del mundo - vive con menos de 2 dólares al día. Mil 100 millones de ellos con menos de 1 dólar. El PIB (Producto Interno Bruto) de los 41 países pobres más fuertemente endeudados (567 millones de personas) es menor que la fortuna conjunta de las 7 personas más ricas del mundo. El 10% de la población mundial disfruta del 70% de las riquezas. Mil 200 millones de personas no tienen acceso al agua potable. Casi mil millones personas comenzaron el siglo XXI siendo incapaces de leer un libro o firmar con sus nombres. Se necesita menos de 1% del gasto en armamento global para garantizar la educación de todos los niños del mundo.

La situación de la infancia es la siguiente: Mil millones viven en la pobreza (1 de cada 2 niños del mundo). 640 millones no tienen una vivienda básica. 400 millones no tienen ningún acceso a agua potable. 270 millones jamás han recibido un servicio mínimo de salud. 11 millones mueren antes de alcanzar la edad de 5 años. La pobreza causa la muerte de 29.000 niños cada día.

Es preciso cambiar las reglas de juego para erradicar la pobreza. La pobreza no tiene justificación en el mundo actual. El desarrollo de la investigación, los avances tecnológicos y la economía hacen que el mundo sea, hoy por hoy, más próspero que nunca. Tenemos bases firmes donde trabajar para reducir el hambre, y sin embargo, no obtenemos los resultados deseados. ¿Por qué?

Porque los ciudadanos de los países ricos están más entretenidos en acumular riqueza, en divertirse, en obtener seguridad, aún a costa de ser más esclavos. Nuestro objetivo es escalar la pirámide más alta y asegurarnos manjares, viajes exóticos y sacarle brillo a nuestra vanidad. Los que vienen detrás no nos importan, sólo miramos a los que tenemos delante, para superarles en la opulencia. Nos sentimos más seguros al conocer cuantos pobres hay detrás de nosotros. Porque los políticos no están cumpliendo sus promesas de acabar con el hambre. Los Objetivos del Milenio se los pasan por el forro salvo que tengan una cámara delante de él y con ello mejoren su imagen.

¿Qué debemos hacer? La solución pasa por una insurrección de las conciencias, un movimiento de presión que sustituya las reglas de juego y con ellas cambiar el mundo. Para luchar contra la pobreza hay soluciones más académicas y formales, veamos: Cubrir el acceso a las necesidades básicas de comida, agua, refugio, ropa, salud y educación. Entre las necesidades básicas de los pobres no se incluyen los estándares de vida de los ricos, es decir, comidas y bebidas opulentas, casas repletas de muebles, armarios llenos de ropa, computadoras, Internet, autos, viviendas lujosas con piscinas, canchas de tenis y amplios jardines solo para mirarlos, vacaciones en paraísos turísticos o en la playa ni celulares satelitales o PlayStation.

Las niñas de los campamentos mineros cuyos padres gana 18 soles por 16 horas al día, mientras los “inversionistas” se llevan miles de millones con el aval de gobiernos corruptos. Igual los hijos de los campesinos son pobres, mientras uno pocos se la llevan en carretilla. Foto Internet.

Necesitamos un entorno político, social y económico estable. Es decir, acabar con la demagogia que tanto conviene en occidente y restringir los privilegios de los gobernantes corruptos. También hay que generar un flujo inverso de inmigración, enviar pateras desde los países ricos cargadas de gentes emprendedoras para que echen raíces en los países pobres.

El desarrollo humano es mucho más que las cifras económicas que representan a un país. Requiere un entorno en el que la gente pueda desarrollar su potencial y llevar vidas productivas, creativas, de acuerdo con sus necesidades e intereses. La gente es la riqueza real de las naciones. El desarrollo de las personas y de su capacidad permite el desarrollo de las naciones.

La región de la Tarahumara se encuentra en los altos de la sierra de Chihuahua, estado norteño de México, y los habitantes de esta etnia enfrentan las condiciones de pobreza más agudas del país; con temperaturas que en invierno suelen llegar a los 20 grados centígrados bajo cero, los indígenas tarahumaras viven en niveles de mera subsistencia.

En esos parajes, ¡Qué diferente es la Navidad! No hay tiendas alumbradas ni dinero para comprar regalos. No se hacen brindis ni se adornan arbolitos artificiales. Nadie sale en los periódicos. Sólo se siente el frío invernal y el frío del poco interés de gobierno y la Iglesia hacia esa tierra. Ahí, alguien lanza una bolsa de basura. Dos inditos se lanzan al mismo tiempo que dos perros para ver si encuentran algo de comer. ¡Esa es la Navidad!

Pero el silencio no violento de los tarahumaras, aunque en la Sierra también hay mestizos muy pobres, puede ayudarnos a entender la verdadera y profunda vivencia de este misterio que sólo puede vivirse en el silencio del corazón. Aquí se sabe que Dios es pobre y que vino buscando especialmente a los pobres. Aunque es cierto que la pobreza mayor del hombre es el pecado, sin embargo ahí están los pobres: siempre olvidados y en perenne abandono.

Pobreza es desear llenar mi deseo, pero no hay. Es querer saciar algo con lo que no hay. Es no tener voz para decir lo que pasa, y cuando los motivos no valen ante una sociedad insensible. Es vivir en situaciones duras y difíciles. Es tragarse el orgullo para dar lo que se puede, pero no lo que se quisiera. Es no quejarse y tener la creatividad para vivir en esas condiciones. Es recibir lo que a uno le den y compartir lo que se tiene.

La pobreza de Jesús: Viene vulnerable, débil y pequeño. Entra sin hacerse anunciar; como desapercibido. Su existencia no fue la de un privilegiado. Desde el principio, su vida estuvo rodeada de inseguridad y persecución. Tuvo que contentarse con nacer en un pesebre. Huye a Egipto. Conoce la privación, el sufrimiento y la inseguridad. Estuvo sometido a la ley del crecimiento humano. Aprendió a andar, a pensar, a orar y a comportarse. Aprendió a conocer el mundo, a los hombres y mujeres, a Dios su Padre. Recibe lo que le dan.

La pobreza de María: Sencilla campesina, curtida, morena y caminante. Era una simple mujer. Solidaria con todos los que viven al margen de la sociedad y llevan una vida cargada de todo género de privaciones. Le da al Niño los cuidados de una madre. No quejarse y, además tener la creatividad para hacer que el Niño descanse.

La pobreza de José: Darle a María lo que se puede, pero no lo que él quisiera. La pobreza de los pastores: Son gente pobre, humilde y trabajadora. Tenían un oficio despreciado. Cuidaban del rebaño y no tenían bienes. Dormían al raso y eran personas mal pagadas. Les entregaban el rebaño, pero no les dan dónde vivir. Viven al raso, en condiciones inhóspitas y con frío. Trabajan para otros y no tienen lo suficiente para vivir con dignidad. Están disponibles: “Vayamos a Belén”. Van anunciando con alegría, pues nada tienen que perder. Se asombran y se entregan en brazos de la vida.

Recógete y ponte en silencio. La Navidad no está en las fiestas, en los regalos, en la cena con pavo y paneton ni en los brindis. La vivencia espiritual profunda de este misterio sólo puede vivirse en el silencio del corazón.

Mírate a ti mismo y bajo la mirada de Dios. Acéptate como eres, con todas tus debilidades. Toma en paz, sin amargura, tu pasado y tu presente. Eres pobre, limitado e imperfecto. Trata de sentir dentro de ti ese vacío de tu corazón. El único que lo puede llenar es ese Niño, que es Dios. Deja que te hable la Luz que viene a visitar las tinieblas de este mundo; tú también estás en oscuridad, y no hay más luz que la que viene a traer este Niño. Dios viene a nacer en tu corazón. En ese corazón tuyo, tan distinto a los demás. Él, que hizo tu corazón, quiere venir a él como lo hizo en el pesebre.

Métete a la escena y mira a ese Niño. Él es la Palabra, y sin embargo no habla. Los recién nacidos no hablan. Pero el silencio de este Niño vale más que miles de sermones. En este mundo de tanta palabrería, este Niño, que es la Palabra, está en silencio, pero dice tanto.

Acepta tu pobreza pero lucha por superarla. Él también era pobre y vino buscando especialmente a los pobres. La pobreza mayor del hombre es el pecado. Mira, pues, tu corazón que es tan pobre como el pesebre, y las pajas tan de poco valor como tu pasado, presente y futuro que no conoces.

Ya no mires atrás, pues la vida no tiene vuelta. Mira tu presente tal como está, y tu futuro incierto. No caigas en la tentación de preguntarte el “porqué” de tantas cosas que te han pasado. Pregúntate, ante ese Niño, el “para qué” de todo esto. El futuro está en las manos de Dios y en tu respuesta que hoy le des al Señor.

Mira a ese Niño. Él calla, pero dice tanto. También, cuando todos los días nace en el altar, guarda silencio de recién nacido. Sólo conociéndolo podrás conocerte a ti mismo y a los demás.
El mundo sería otro sin la Navidad. Sería una cosa mucho más fría y sin sentido. ¿Cómo andaríamos los hombres sin la Navidad? A tu alrededor hay personas que tal vez están muy solas: ¿las amas y las sirves? ¿Las utilizas o las dominas? ¿Las respetas y aceptas en tu vida? Navidad es compartir lo que se tiene y lo que se es. Es amar sin cálculo, y ponerse al servicio.

Tal vez hay personas que te conocen, pero que no se sienten queridas por ti. Están ahí, sin que les des una mano. Tal vez no te has fijado en su pobreza radical. Necesitadas de cariño y de tu amistad.

Aquí, en el Perú, hay millones de pobres que tiene frío en su cuerpo y su alma. ¿En qué medida te interesan? Hay diócesis que no tienen estructuras mínimas para sobrevivir. ¿Te interesas por ellas? ¿Compartes los bienes? ¿Eres solidario o sólo hablas de solidaridad y comunión?

Hay muchos que viven en tu mismo planeta y que tienen la misma marca que tú, aunque sean de otros países y de otras culturas y de diversa creencia. ¿Te interesan y los sientes como hermanos?

La respuesta de Dios a lo que es deslealtad o infidelidad, podría haber sido el abandono y la condena. ¡No ha sido así! Al contrario. Su respuesta ha sido de perdón, de paz y de amor incondicional. Esta respuesta tiene un nombre: Jesús de Nazaret.

Jesús viene para todos, y su salvación no admite exclusividades. Pero él se acerca con preferencia a los que no tienen esperanza; a los que quedaron fuera: niños, mujeres, enfermos, impuros, refugiados… Su criterio no es la riqueza o pobreza, sino la voluntad de hacer lo que Dios quiere. Si el rico no abre la cartera, ahí no hay nada que hacer. El pobre necesita la voluntad y esto es más fácil porque nada tiene que perder.

La Iglesia, para ser signo auténtico, necesita tener amor preferencial por los pobres. Esta no es una moda, sino una realidad. Los pobres de hoy son muchos: indígenas, minusválidos, excluidos, marginados, inmigrantes… Si alguien no tiene ese amor, no tiene a Jesús, aunque en su casa ponga arbolitos de navidad y nacimientos, aunque rece mucho y aunque vaya a Misa.

La celebración de la Navidad verdadera tiene un signo: el amor a los más necesitados. Sin eso no hay salvación. Pero hay que hacerlo sin actitud de paternalismos y sin odio a los opresores. Pero sí con la actitud de sentar bases para construir una sociedad nueva, de justicia y fraternidad.

Escuché decir a un periodista que unos ‘profesionales’ le dijeron que hay pobreza por que existen ociosos. La ignorancia es atrevida y hace que el ignorante desconozca que: “El rico vive del pobre y su viveza, mientras que el pobre vive solo de su trabajo”

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