Colombia: La otra violencia que da pena

Las muertes violentas aumentaron en el país, según Medicina Legal, asociadas al consumo de drogas y alcohol, y a otras taras que no hemos podido superar como sociedad. En Medellín y Antioquia los homicidios se incrementaron, teniendo como detonante las luchas del narcotráfico que van desde las disputas por el control de territorios y rutas, hasta el de las "ollas" para el expendio.

La violencia, asociada por lo general al accionar de grupos armados ilegales, continúa presente entre nosotros, ya no tan frecuente en forma de tomas guerrilleras, masacres de campesinos o emboscadas a la fuerza pública, sino como muerte violenta, selectiva y reiterada, en calles y viviendas. Prueba de su existencia son las 73,7 autopsias diarias, en promedio, en el año 2008.

Los golpes propiciados a la guerrilla, hasta lograr diezmarla y replegarla, el desmantelamiento de los paramilitares y la extradición de los jefes de las ex Auc vinculados al narcotráfico, así como la desarticulación de los carteles de la droga, le han devuelto al país la percepción de seguridad y la confianza para invertir, trabajar en el campo y la ciudad y volver a viajar por Colombia.

Son logros alcanzados después de un lustro de buenos resultados en desarrollo de la Política de Seguridad Democrática que no se pueden perder de vista. Y nos hacen creer que hay que persistir en este empeño, si bien resultan desalentadoras cifras como las divulgadas por Medicina Legal que hablan de un aumento del 14,2 por ciento en las muertes violentas en Colombia en el último año, frente a lo registrado en 2007.

Muertes violentas que están asociadas a las más diversas causas, pero que en el fondo tienen como factor común las taras que no hemos logrado superar como nación: la cultura mafiosa, el abuso del alcohol y la intolerancia y agresividad en nuestras relaciones con los demás, incluyendo la propia familia. Muestra de una falta de respeto a la vida del otro es el incremento preocupante de las riñas, con las que se quiere resolver toda diferencia, y donde predomina el uso de armas blancas.

El único enemigo de la paz entre los colombianos no está pues en las selvas, sino que cohabita entre nosotros, por la pobreza, la falta de educación, la pérdida de valores y la impunidad, entre otros factores, lo que se traduce en un incremento en los casos de la violencia delincuencial y de las violencias interpersonal e intrafamiliar. Y si bien hubo una disminución del 6,8 por ciento en los homicidios, la cifra de personas que murieron de forma violenta, incluyendo los accidentes de tránsito, sigue siendo muy alta (15.215 en 2008).

Aunque la polémica sobre el recrudecimiento de la inseguridad se ha centrado en la capital del país, lo peor está pasando en Antioquia, con 288 asesinatos más (2.223 en 2008), sin contar a Medellín donde el incremento fue del 34 por ciento, con 261 homicidios más, para un total de 1.026, al 28 de diciembre. Nuestra región, lamentablemente, encabeza el doloroso promedio nacional en cuanto al número de muertes, en un fenómeno atribuido a la escala de violencia que deja el narcotráfico. Una guerra entre las bandas herederas de las estructuras mafiosas y paramilitares que luchan por el dominio del negocio de las drogas, desde el control de territorios y rutas, hasta el de las "ollas" que expenden los alucinógenos de la polémica dosis personal.

Frente a esta otra violencia que nos avergüenza ante el mundo, nos hemos quedado cortos como Estado, en todas sus dependencias, y como sociedad, pues no resulta posible creer que no seamos capaces de borrar este penoso estigma.

Tomado de:
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/L/la_otra_violencia_que_da_pena/la_otra_violencia_que_da_pena.asp?CodSeccion=9