sábado, 10 de enero de 2009

Prensa Juzgada: la incidencia funesta del mercantilismo

La represión a la prensa por parte de gobiernos y autoridades intolerantes o corruptas es un peligro creciente y debe ser enfrentada con energía y sin temores. Foto Internet

Un 29 de diciembre de 1978, me inicié en el periodismo radial, en la desaparecida Radio Tingo María. En estos 30 años, fui testigo del cambio que sufrió el ejercicio del periodismo, que de ser una profesión al servicio de la sociedad, ha mutado peligrosamente hasta convertirse en la trinchera del mercantilismo denigrante gracias a la aparición del mermelero y del mercenario del periodismo.

Quienes ejercemos el periodismo con decencia, asumimos con sencillez que hemos incurrido en errores voluntarios o involuntarios, por acción u omisión que pudieron afectar o mellar nuestra credibilidad y solvencia profesional, así sea leve y pasajera. Muchos veteranos y buenos periodistas pasaron a sus cuarteles de invierno para dar paso a improvisados comunicadores (incluso algunos académicos), con más defectos y vicios que virtudes.

En la década del 90 la camarilla corrupta que ‘gobernó’ el Perú convirtió a varios medios de comunicación y periodistas en detestables mercenarios de la prensa, al servicio del autoritarismo, situación que ha dejado un funesto precedente, un mal ejemplo que es seguido por muchos con la justificación que tienen derecho a ganar dinero a manos llenas, algo así como el fin justifica los medios. Objetivo que no se discute, pero que resulta inaceptable cuando para lograrlo se vulneran principios éticos y normas legales que imponen una actitud transparente y un comportamiento ético-moral. Por que cuando el periodista se convierte en un subvencionado del poder, pierde su valor ante la sociedad, que lo sanciona moralmente y lo destruye éticamente.

Entre las actividades o profesiones más devaluadas ante la opinión pública en América Latina se encuentran: los militares, políticos, policías, abogados y, los jueces y fiscales que tienen a su cargo la responsabilidad de administrar justicia. En cambio, el periodista ha venido ocupando un lugar de privilegio en la sociedad, no sólo en nuestro país sino en todo el mundo, y se hizo habitual que el ciudadano común se acerque a buscar ayuda del periodista para efectuar denuncias, divulgar sus problemas y llevar temas para ser investigados, confiando en la veracidad y la buena fe del profesional.

Sin embargo, en la última década también el periodismo ha ido perdiendo credibilidad, sobre todo en los países gobernados por regímenes autoritarios –que no necesariamente significa que han asumido el poder a través de la fuerza- donde se establecen métodos restrictivos para la publicación de la noticia, algunas veces con el viejo sistema de la censura previa, o bien, castigando o colocando en listas negras a quienes osan desenmascarar hechos de corrupción o cualquier otro que pueda afectar la imagen que estos gobiernos desean conservar ante la opinión pública.

Para ejercer el periodismo no es necesario demostrar ser un erudito o un versado en determinada ideología, si se trata de presentar la noticia de la manera más objetiva e imparcial posible. Pero cuando ejercemos el periodismo de opinión, es decir cuando el profesional expresa juicios propios, entonces la noticia estará inexorablemente teñida por los puntos de vista personales o ideológicos del periodista. Y esto es aceptable, siempre y cuando el periodista actúe en armonía con sus ideas y lo demuestre con la consecuente persistencia en ellas, para no ser considerado un diablo predicador.

Magaly Medina en el ojo de la tormenta. La magalización de la prensa debe ser frenada. Foto Internet.

Cada vez es más evidente el avance del periodismo mercenario, que puede identificarse de dos maneras: 1º) El periodista que está siempre de acuerdo con el poder de turno, y se encarga de publicitar y ponderar sus obras, sin importar que el peso de la realidad esté avalando o no sus afirmaciones y 2º) El periodista que comienza mostrándose como férreo opositor del poder de turno, pero de repente sus opiniones sufren drásticas modificaciones y pasa a convertirse en defensor incondicional de ese mismo poder. Curiosamente, esto ocurre siempre con simultaneidad a la aparición de publicidad del gobierno en el diario, periódico, espacio radial y/o televisivo del susodicho periodista, que pasa a convertirse de este modo en un empleado de aquél a quien antes denostaba.

Y, como es previsible, quien le paga un salario, retribución o recompensa por sus servicios, tiene derecho a exigirle que cumpla con requisitos que, seguramente, lo descalifican para la información y la crítica objetiva. Aquí es donde el periodista pasa a convertirse en un mercenario - con la acepción peyorativa de la palabra-, y pierde su prestigio social, su valor ético ante la sociedad y su dignidad como persona. Según lo define Maeva en su blog.

Lamentablemente, esto ocurre en el mundo, en el Perú y sobre todo, es evidente en ciudades del interior, como Tingo María o el Alto Huallaga, para no hablar de las cuencas cocaleras que se han convertido en lugares propicios para el ejercicio del periodismo mermelero y mercenario. En lugares donde casi todos nos conocemos es fácil detectar de donde provienen los pagos a cambio de someter conciencias a un guión o libreto descalificador. En estas zonas conflictivas el periodismo ha pasado a ser una más de las tantas profesiones devaluadas de un país donde cada vez es más difícil creer en la honestidad y la transparencia, y como dijera Discépolo, “la moral la dan por moneditas y la razón la tiene el de más guita”. Aunque algunos ‘afortunados’ ya no reciben moneditas sino miles de dólares por enajenarse con zapato y todo.

Según la Real Academia Española. Periodista es la persona que compone, escribe o edita un periódico. Persona que, profesionalmente, prepara o presenta las noticias en un periódico o en otro medio de difusión. Y mercenario: Del latín mercenarius: es “el que guerrea o trabaja por una paga”. Persona que realiza cualquier tipo de trabajo por una retribución, generalmente económica, o que trabaja con el único interés de ganar dinero, sin motivaciones ideológicas o filantrópicas. Mercenario es un término despectivo y se aplica al que sirve por encargo y percibe un estipendio por una función o trabajo por lo general sucio, pero que debería desempeñarlo personalmente el que lo contrata o paga. El mercenario de la prensa es un peligro para la sociedad, de allí que el repudio que concentra amenace con lapidarlo.

En la década del 90 y en lo que va del 2000, primero fue Laura Bozo, luego Nicolás Lucar y últimamente Magaly Medina quienes por su comportamiento y actuación anti ético o servil merecieron el calificativo de mercenarios por un amplio sector de la sociedad. La primera al servicio Fujimori- Montesinos, el segundo por un intento fallido de descalificar al extinto Valentín Paniagua y Magaly Medina por ser como dice César Hildebrant el ‘cajero automático’ de ATV. “Me refiero al mafioso Fantasma que es el dueño de tu canal y a sus empleados domésticos, que siempre te han visto cara de tanda publicitaria y que te han hecho creer que mientras más sin escrúpulos parezcas mejor será para el negocio de las 9 en el 9” escribió en el Diario La Primera.

Según Hildebrant. Magaly Medina es el personaje que “finge dureza cuando no está seguro de casi nada, que simula arrepentimiento cuando las papas queman, que dice que se rectificará cuando se lo mande la Suprema y no la conciencia profesional (masacrada en el camino), y que habla de depresión y deterioro emocional mientras insulta y convierte otra vez el set en una alcantarilla.”

El blog El Hocicón con respecto a Magaly Medina, dice: “Para muchos una santa, para otros -me incluyo- una bruja. Cada quien, ama de casa o periodista, puede tener su opinión… El delito de pena privativa para difamación existe, que no se aplique mucho es otra cosa. De hecho si se aplica a diario, pero como los sancionados no son Magalys pasa piola. Pero ver a Lucar, defender a su archienenemiga a diestra y siniestra es realmente patético.”

En el blog Mis Locas Ideas, leemos: “Durante todos estos días se ha hablado mucho sobre la Magaly, la periodista, la persona y el personaje. Muchos aprueban su encarcelamiento y muchos no están de acuerdo con el dictamen del poder judicial.
En este caso hay dos corrientes:

En contra: a) La Libertad de expresión no quiere decir hacer mofa, burla de las personas de la farándula que comete errores en su vida personal. b) El Periodismo no implica que se motive a los personajes, metiéndoles la cámara y provocándolos, esperando que actúen irracionalmente. c) Por el Rating los periodistas no deben satirizar, ridiculizar o aumentar los defectos de los personajes. d) La arrogancia, tarde o temprano recibe consecuencias funestas. e) El periodismo de investigación debe proporcionar pruebas fidedignas para que no haya duda sobre su veracidad, los rumores no sirven en los casos judiciales. f) Nadie puede emitir juicio de Valores sin que ella no lleve una vida ejemplar, por eso se dice que solo Dios nos puede juzgar.

A favor: a) La prensa de espectáculos tiene como deber informar sobre la vida de los personajes, sean debilidades o fortalezas. b) No es Culpa de la prensa si los personajes llevan una doble vida. c) Definitivamente no hay jurisprudencia a favor de la pena de cárcel para el periodismo o para cualquier persona, las penas debería ser económicas. d) No justifica la pena de cárcel y menos llevarla esposada al no ser un delincuente común.”

En el reciente baño de sangre en la franja de Gaza la prensa no ha jugado un papel independiente y menos acertado, se observa por ejemplo el caso del periodista Daniel Blumenthal, que ha elaborado y difundido reportajes en los que ha mencionado, sin que le tiemble la voz ni se le frunza el ceño, que el 33 por ciento de las bajas palestinas son militantes activos de HAMAS, como si cada víctima hubiera portado un carné de afiliación. Blumenthal quiso igualar la potencia de los cohetes de mano que han provocado cuatro muertes y una veintena de heridos, lanzados contra el pueblo israelí, con las bombas que han matado más de 700 y herido a más de 3 mil palestinos, entre ellos niños y ancianos.

Si un reportero de CNN hiciera un reportaje de esa naturaleza sobre un evento latinoamericano, no dudamos que sería cuestionado por sus editores sobre la precisión de esos datos, especialmente si no menciona las fuentes. Pero, hemos visto como Patricia Janiot llama loco al presidente venezolano Hugo Chávez, cuando este ofrecía una conferencia de prensa sobre el resultado de las pasadas elecciones estatales. Hemos visto como Luis Carlos Vélez, un ex empleado de la desprestigiada ENRON, se burla en CNN de las declaraciones de los presidentes de Cuba, Venezuela, Ecuador y Nicaragua, sin embargo, esta televisora millonaria y mundial no toleraría a sus reporteros hacer burlas sobre Bush, Reagan o Nixon, y mucho menos emitir adjetivos insultantes. Claro, ese evangelio sobre la ética periodística tan difundida por Ongés de Estados Unidos es solo para aplicarlo contra los considerados enemigos del ‘pueblo americano’.

No es un secreto que Estados Unidos tiene a su servicio una profusa maquinaria comunicativa que llega a los niveles de intervencionismo corruptor de medios y periodistas en varios países de América del Sur a través de sus organismos representativos u Ongés, como USAID, NAS, Embajada norteamericana, Chemonics, CARE, etc, para someter a periodistas y medios con el fin de obtener apoyo en la ejecución de sus estrategias erráticas contra las drogas y el terrorismo. En el caso del Perú lo hace también a través del Ministerio del Interior y de sus cuestionadas oficinas ‘Para la paz y el desarrollo’.

En el balance de fin de año que hacen los organismos nacionales y extranjeros defensores de la libertad de prensa, expresión y opinión, casi todos se limitaron a efectuar una narrativa de las denuncias que les llegaron, sin ir al fondo del asunto, de si estas denuncias gozaban de credibilidad y el porque se habían originado. Quienes hemos realizado un seguimiento y contrastado algunos casos, pudimos comprobar que los ‘victimarios’ muchas veces fungen de víctimas con objetivos e intereses personales o con el fin de marquetearse y alcanzar notoriedad.

El Instituto Prensa y Sociedad la institución más representativa en la defensa de los derechos del periodista en Latinoamérica, señala en su amplio informe 2008: “IPYS recibió 27 denuncias contra funcionarios públicos. Éstas se reparten entre funcionarios municipales (16), funcionarios regionales (5) y empleados estatales de otras dependencias (6). El segundo lugar lo ocupan 22 intimidaciones anónimas, siete menos que en el 2007. Las fuerzas de seguridad (policías, FFAA) fueron denunciadas 13 veces; y entre las agresiones cometidas por manifestantes y sindicalistas suman 14.

Finalmente, los dueños y directivos de medios fueron mencionados en siete casos, sobre todo, en las denuncias por censura y cancelación arbitraria de programas.”.

“El IPYS aguarda que el Tribunal Constitucional (TC) resuelva una controversia sobre la publicidad de las declaraciones juradas de los funcionarios estatales, que es fundamental para el ejercicio del derecho al acceso a la información pública. Al respecto, el TC tiene al voto un recurso presentado por el IPYS contra el MTC. La ley que regula la publicidad de este tipo de declaraciones juradas señala que los documentos son públicos. Sin embargo, en el 2001 esta norma fue restringida por una disposición de menor jerarquía de la Presidencia del Consejo de Ministros.” Señala el documento.

Pero, qué hacer para que la profesión periodística no siga degradándose. Muy poco, mientras existan personas que con la moral del eunuco persistan en hacer del periodismo un negocio al servicio de intereses particulares o de grupo. Así como resultan reprobables los ataques a la prensa, también es un mal precedente avalar el abuso y los despropósitos de periodistas o comunicadores sin un concepto claro sobre su compromiso con la verdad, la ética y la responsabilidad social. Mientras haya periodistas que consideren a la ética y la transparencia, como una cojudez que no se come y no produce dinero hasta enriquecerse, el periodismo continuará en caída libre para desventura de quienes tienen la mala suerte de ser víctimas de la extorsión, el chantaje y la impudicia de doñas y dones con la careta de periodistas y la calaña de delincuentes. Salvo opinión en contrario con argumentos convincentes.

Finalmente, en la otra cara de la moneda, esta el reciente caso del periodista investigador Raúl Wiener, jefe de la unidad de investigación del diario La Primera que denunció persecución del gobierno aprista acusado mayoritariamente de grave corrupción, autoritarismo e incapacidad de gestión. El diario La Primera, denunció que Wiener es acusado del delito de terrorismo y vínculos con la guerrilla de las FARC como un acto de represalia del gobierno de Alan García por haber denunciado una persecución contra dirigentes opositores de izquierda. La Primera protestó y acusó al gobierno de atacar la libertad de prensa por medio de “persecución y mordaza”. Según el diario, se quiere procesar a Wiener por el sólo hecho de haber revelado que la Dirección Contra el Terrorismo de la policía peruana investigaba de manera secreta a 13 dirigentes políticos y sociales críticos del gobierno.

En este caso como en otros de valiente ejercicio del periodismo, existe la necesidad de pronunciarnos por el estricto respeto a la libertad de prensa y opinión, al margen de las investigaciones independientes y transparentes sobre las imputaciones que todo indica son falsas y esperemos que no se trate de otra de las ‘famosas’ cortinas de humo de Alan y compañía. Respeto y consideración para los buenos periodistas que existen en el país, por que sirven a la sociedad antes que servirse de sus controversias y problemas.

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