César Hildebrandt
Columnista
Haya de la Torre cobró un sol por sus servicios al país, en cambio Alan García le sacó al país mas de dos millones por vivir en el exilio hasta que sus juicios por corrupción y derechos humanos prescribieran. Esa es la lapidaria diferencia. Foto La Primera.
Mientras los políticos discuten sobre cosas menores, el señor García sigue empeñado en saquear al país cobrando comisiones por cada gran proyecto (cosa que se probará cuando algunas de sus víctimas decidan, en el próximo gobierno, hablar a cambio de inmunidad; de allí la imperiosa necesidad, para el doctor García Pérez, de que sean Castañeda o Keiko quienes lo sucedan).
Para mejor vender enormes extensiones de bosques y parajes, de humedales y colinas, García ha enviado al Congreso, donde gobierna el novio platónico de Fabiola de la Cuba, un proyecto de ley con su firma.
En ese texto García le pide al señor Alva Castro, o sea a su fiel y seguro servidor, que por favor le dé importancia debida al proyecto en cuestión, que tiene un título de aspecto inocente: “Ley que modifica el artículo 8 de la Ley 28223, Ley sobre los Desplazamientos Internos...”
El asunto de fondo tiene que ver con Bagua y sus consecuencias: la irreductible oposición, ambientalista y política, a los proyectos contaminadores y desfigurantes de la gran minería y de las empresas de exploración y explotación petrolera.
García, que no puede cobrar comisiones si no brinda una contraprestación, está desesperado: el gobierno empieza a terminársele y todavía hay mastodónticos proyectos a la espera de que el gobierno “facilite las cosas a la inversión”, que es lo que exige el lobismo corporativo.
¿Qué hacer, entonces? ¿Qué hacer para seguir cobrando?
Pues presentar proyectos como el que en estas líneas comentamos.
La modificación propuesta reza así:
“Si el desplazamiento se produjese a causa de proyectos de desarrollo en gran escala justificados por un interés público superior o primordial, la autoridad competente para autorizar dicho desplazamiento será el Titular del ministerio de la Mujer y Desarrollo-MIM-DES...”
O sea que García aparta al ministerio del Ambiente de un manotazo y le entrega al ministerio de la Mujer (¿? ) la potestad de “autorizar” la expulsión de sus tierras nativas de quienes, por diferentes razones que van de la posesión inocente a la oposición activa, pueden llegar a ser un obstáculo para la inversión foránea.
¿“Proyectos de desarrollo en gran escala justificados por un interés público superior o primodial”?
¿Y quién determinará cuándo el interés público es superior o primordial?
¿No son los derechos de los peruanos que viven en la sierra y selva parte de un interés público superior? ¿No es primordial defender el medio ambiente de la voracidad tóxica de la gran minería o de la invasión geológica de los grandes faenones?
García, aconsejado por sus Piñeras, quiere optar por la solución Chilena: crear las condiciones que hagan posible declarar ilegales a quienes defienden sus tierras ancestrales y los viejos derechos de la naturaleza.
Creo haber dicho en alguna parte que aquel día de la entrevista de seis horas a Haya de la Torre lo que más me impresionó fue la frugalidad de su vida, la sobriedad de esa casa llena de libros y tesoros culturales, esa casa donde lo único que brillaba eran los años de sabiduría acumulados y algunos objetos que decían mucho de esa vejez amenazada por la pobreza: un piano de cola desafinado, una caja de laca comprada en Kyoto, un busto romano donado por una familia millonaria. Y afuera, en el jardín apenas cuidado y lleno de calvas, unos perros chuscos y hermosos que Haya quería más que a nadie.
A pesar de la difamación crónica de la que era víctima, Haya fue un hombre de clase media al que nunca le interesó hacer fortuna. Sabía que venimos de la fugacidad y que hacia ella vamos y que sólo un espíritu malogrado por la codicia podía dejarse seducir por lo material.
García, que pretendió ser su discípulo pero que de Haya sólo tiene la locuacidad, siempre pensó que Haya fue un tonto y que, al final de su vida, se expuso a las pellejerías de la escasez cuando hubo de ser examinado en Texas y fue necesario hacer una colecta entre amigos del partido para que ese viaje inútil se produjera.
Para curarse en salud y prevenirse de miserias García se ha vuelto rico, espléndidamente rico, podridamente rico, sin haber jamás trabajado. Todos sabemos cómo es que ha construido su fortuna.
Pero al presidente de la república le sucede lo que a muchos ricos les pasa: nada le es suficiente, nada calma su miedo al futuro.
Por eso, entre otras muchas cosas, presenta este proyecto de ley que hace más fácil la erradicación y el desalojo de tribus nativas o comunidades centenarias cuando la gran minería y el gran petróleo –y el gran dinero- estén de por medio. Porque de eso se trata, como en la novela de Dos Passos: del gran dinero.
Tomado de:
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/columnistas/el-gran-dinero_57615.html
Columnista
Haya de la Torre cobró un sol por sus servicios al país, en cambio Alan García le sacó al país mas de dos millones por vivir en el exilio hasta que sus juicios por corrupción y derechos humanos prescribieran. Esa es la lapidaria diferencia. Foto La Primera.
Mientras los políticos discuten sobre cosas menores, el señor García sigue empeñado en saquear al país cobrando comisiones por cada gran proyecto (cosa que se probará cuando algunas de sus víctimas decidan, en el próximo gobierno, hablar a cambio de inmunidad; de allí la imperiosa necesidad, para el doctor García Pérez, de que sean Castañeda o Keiko quienes lo sucedan).
Para mejor vender enormes extensiones de bosques y parajes, de humedales y colinas, García ha enviado al Congreso, donde gobierna el novio platónico de Fabiola de la Cuba, un proyecto de ley con su firma.
En ese texto García le pide al señor Alva Castro, o sea a su fiel y seguro servidor, que por favor le dé importancia debida al proyecto en cuestión, que tiene un título de aspecto inocente: “Ley que modifica el artículo 8 de la Ley 28223, Ley sobre los Desplazamientos Internos...”
El asunto de fondo tiene que ver con Bagua y sus consecuencias: la irreductible oposición, ambientalista y política, a los proyectos contaminadores y desfigurantes de la gran minería y de las empresas de exploración y explotación petrolera.
García, que no puede cobrar comisiones si no brinda una contraprestación, está desesperado: el gobierno empieza a terminársele y todavía hay mastodónticos proyectos a la espera de que el gobierno “facilite las cosas a la inversión”, que es lo que exige el lobismo corporativo.
¿Qué hacer, entonces? ¿Qué hacer para seguir cobrando?
Pues presentar proyectos como el que en estas líneas comentamos.
La modificación propuesta reza así:
“Si el desplazamiento se produjese a causa de proyectos de desarrollo en gran escala justificados por un interés público superior o primordial, la autoridad competente para autorizar dicho desplazamiento será el Titular del ministerio de la Mujer y Desarrollo-MIM-DES...”
O sea que García aparta al ministerio del Ambiente de un manotazo y le entrega al ministerio de la Mujer (¿? ) la potestad de “autorizar” la expulsión de sus tierras nativas de quienes, por diferentes razones que van de la posesión inocente a la oposición activa, pueden llegar a ser un obstáculo para la inversión foránea.
¿“Proyectos de desarrollo en gran escala justificados por un interés público superior o primodial”?
¿Y quién determinará cuándo el interés público es superior o primordial?
¿No son los derechos de los peruanos que viven en la sierra y selva parte de un interés público superior? ¿No es primordial defender el medio ambiente de la voracidad tóxica de la gran minería o de la invasión geológica de los grandes faenones?
García, aconsejado por sus Piñeras, quiere optar por la solución Chilena: crear las condiciones que hagan posible declarar ilegales a quienes defienden sus tierras ancestrales y los viejos derechos de la naturaleza.
Creo haber dicho en alguna parte que aquel día de la entrevista de seis horas a Haya de la Torre lo que más me impresionó fue la frugalidad de su vida, la sobriedad de esa casa llena de libros y tesoros culturales, esa casa donde lo único que brillaba eran los años de sabiduría acumulados y algunos objetos que decían mucho de esa vejez amenazada por la pobreza: un piano de cola desafinado, una caja de laca comprada en Kyoto, un busto romano donado por una familia millonaria. Y afuera, en el jardín apenas cuidado y lleno de calvas, unos perros chuscos y hermosos que Haya quería más que a nadie.
A pesar de la difamación crónica de la que era víctima, Haya fue un hombre de clase media al que nunca le interesó hacer fortuna. Sabía que venimos de la fugacidad y que hacia ella vamos y que sólo un espíritu malogrado por la codicia podía dejarse seducir por lo material.
García, que pretendió ser su discípulo pero que de Haya sólo tiene la locuacidad, siempre pensó que Haya fue un tonto y que, al final de su vida, se expuso a las pellejerías de la escasez cuando hubo de ser examinado en Texas y fue necesario hacer una colecta entre amigos del partido para que ese viaje inútil se produjera.
Para curarse en salud y prevenirse de miserias García se ha vuelto rico, espléndidamente rico, podridamente rico, sin haber jamás trabajado. Todos sabemos cómo es que ha construido su fortuna.
Pero al presidente de la república le sucede lo que a muchos ricos les pasa: nada le es suficiente, nada calma su miedo al futuro.
Por eso, entre otras muchas cosas, presenta este proyecto de ley que hace más fácil la erradicación y el desalojo de tribus nativas o comunidades centenarias cuando la gran minería y el gran petróleo –y el gran dinero- estén de por medio. Porque de eso se trata, como en la novela de Dos Passos: del gran dinero.
Tomado de:
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/columnistas/el-gran-dinero_57615.html
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