DE UN LADO a otro los delincuentes dejan de existir para uno de los dos países, en una frontera donde conviven grupos ilegales de los que cada Gobierno niega su existencia.
Gloria Luz Gómez Ochoa
Róbinson Sáenz, enviado especial, frontera colombo-venezolana. El tráfico ilegal de todo tipo de productos se hace a través de la frontera colombo-venezolana. La gasolina, la droga, los víveres, la mercancía, los precursores químicos tienen más de 100 rutas, la del río Táchira es apenas una muestra del paso de productos de primera necesidad.
Una cultura de la ilegalidad es la que vive la frontera colombo-venezolana: narcotráfico, contrabando de víveres, precursores químicos, acero, hierro, ganado y gasolina, hacen de esta zona el botín de los grupos ilegales que allí están asentados y que controlan el territorio bajo la vista gorda de las autoridades de ambos países.
Por el río Táchira atraviesan cientos de maleteros que llevan mercancía o pimpinas (canecas con 6 galones de gasolina) y nadie los ve, pese a que la Guardia venezolana y la Policía colombiana están a lado y lado del puente internacional Simón Bolívar.
Allí los paramilitares, la guerrilla, las bandas delincuenciales y los emergentes se han tomado la zona para controlar el tráfico de droga que sale por más de 100 rutas identificadas por la Policía, entre trochas y ríos, por Puerto Santander, San Antonio y Táchira, lo que convierte la frontera en una de las principales salidas ilícitas.
Farc, Eln, reductos del Epl, grupos emergentes como las Águilas Negras, la banda de Los Rastrojos son algunos de los identificados como causantes de la zozobra y la violencia que allí se vive y que padecen más de 3 millones de personas, que viven en el estado del Táchira y el área metropolitana de Cúcuta.
El reacomodo
De acuerdo con estudios de la Fundación Progresar, una ONG que trabaja con las víctimas del conflicto, en el área metropolitana de Cúcuta se encuentran los más grandes laboratorios de coca.
Se calcula que en Norte de Santander se mantienen entre 12.000 y 15.000 mil hectáreas de cultivos, que están en manos de la guerrilla y que le es vendida a Los Rastrojos.
Las Águilas Negras, que hacen presencia a lo largo de la línea fronteriza, son las encargadas de la comercialización, según señalan los estudios del Observatorio de Política Social de Norte de Santander. "Las Águilas controlan todo el tema de las cocinas, las rutas y el lavado de activos. Este grupo, conformado por desmovilizados y las bacrim, también hacen presencia en San Antonio, donde las empresas tiene que tributarles a ellos", explica Fabio René Carrillo, director del Observatorio, y asegura que cada día la situación se endurece más.
La presencia de estos grupos no es nueva. De acuerdo con Wilfrido Granizales, director ejecutivo de Progresar, "hay documentos que indican que la guerrilla está en la frontera desde 1985", cuando la Occidental le pagó al Frente Domingo Laín del Eln para que le permitiera construir el oleoducto Caño Limón-Coveñas.
Incluso, aseguran las investigaciones, hubo gobiernos venezolanos como el de Carlos Andrés Pérez o Rafael Caldera, que hicieron acuerdos de no agresión para evitar el secuestro. "Mientras el Gobierno colombiano no dio respuestas a esta situación, las cosas se fueron agravando y por su parte, el Gobierno venezolano empezó a cerrar la frontera y a militarizarla", explica Granizales.
Una situación que se agudizó a extremos tales que en 2002 solo en Cúcuta se cometieron 1.248 homicidios.
Un conflicto de todos
Pero el conflicto no sólo afecta a Colombia. En el Táchira hace 10 años se reportó una cifra de 81 muertos en un año, pero en 2004 la cifra ascendió a 511 personas y entre enero y septiembre de este año ya van 400.
La llegada de las Auc a la frontera intensificó el conflicto, porque la estrategia era penetrar al territorio venezolano. El bloque Catatumbo tenían entre sus estrategias apoderarse del narcotráfico que estaba en manos de las Farc.
Aunque ya no son los controladores absolutos del negocio, la tensión se endurece cada vez más con la presencia de estos grupos, que además controlan el negocio de la gasolina y están ubicados en los mismos lugares que antes eran territorio de las autodefensas.
"Si bien no se puede asegurar que los 850 desmovilizados del departamento están de nuevo delinquiendo, porque hay esfuerzos individuales y un proyecto productivo en Tibú con 12 desmovilizados, la pregunta es dónde están los demás", cuestiona Granizales.
El cartel de la gasolina
La droga no es el único problema en la frontera. El contrabando de gasolina es otro de los negocios más rentable, incluso que el del narcotráfico. El negocio no está en traerla a Cúcuta sino en llevarla al interior del país.
Se calcula que hay entre 1.000 y 1.500 transportadores de gasolina de Venezuela con carros que amplían el tanque. Según cifras del ministro de Pedevesa, Rafael Ramírez, el Táchira consume 100 millones de litros al año, es decir, 3 veces más que la gasolina que consume Caracas.
Y este estado venezolano tiene un parque automotor 100 veces menor que la capital. "Ellos saben cuál es el problema, pero lo que no saben es cómo controlarlo, porque los niveles de corrupción son muy altos, incluso algunas versiones aseguran que muchos la adquieren a través de Pedevesa", asegura Wilfrido Granizales.
Una pimpina de gasolina cuesta en San Antonio 3.000 pesos y se vende en Cúcuta por 14.000 pesos, pero cuando las medidas se endurecen está puede costar entre 30.000 y 40.000 pesos, como ocurre en estos momentos.
La ilegalidad perfora toda la frontera y quienes sufren los impactos son los ciudadanos, que son los que mercan y trabajan en un lado y otro, los que ponen lo muertos y los desaparecidos.
En Norte de Santander en los últimos 8 años han muertos cerca de 12.000 personas, hay 98.000 desplazados y 1.350 desaparecidos, con una sola resolución de acusación de la Fiscalía.
Tomado de:
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/L/la_frontera_es_un_gran_botin_en_disputa/la_frontera_es_un_gran_botin_en_disputa.asp?CodSeccion=9
Gloria Luz Gómez Ochoa
Róbinson Sáenz, enviado especial, frontera colombo-venezolana. El tráfico ilegal de todo tipo de productos se hace a través de la frontera colombo-venezolana. La gasolina, la droga, los víveres, la mercancía, los precursores químicos tienen más de 100 rutas, la del río Táchira es apenas una muestra del paso de productos de primera necesidad.
Una cultura de la ilegalidad es la que vive la frontera colombo-venezolana: narcotráfico, contrabando de víveres, precursores químicos, acero, hierro, ganado y gasolina, hacen de esta zona el botín de los grupos ilegales que allí están asentados y que controlan el territorio bajo la vista gorda de las autoridades de ambos países.
Por el río Táchira atraviesan cientos de maleteros que llevan mercancía o pimpinas (canecas con 6 galones de gasolina) y nadie los ve, pese a que la Guardia venezolana y la Policía colombiana están a lado y lado del puente internacional Simón Bolívar.
Allí los paramilitares, la guerrilla, las bandas delincuenciales y los emergentes se han tomado la zona para controlar el tráfico de droga que sale por más de 100 rutas identificadas por la Policía, entre trochas y ríos, por Puerto Santander, San Antonio y Táchira, lo que convierte la frontera en una de las principales salidas ilícitas.
Farc, Eln, reductos del Epl, grupos emergentes como las Águilas Negras, la banda de Los Rastrojos son algunos de los identificados como causantes de la zozobra y la violencia que allí se vive y que padecen más de 3 millones de personas, que viven en el estado del Táchira y el área metropolitana de Cúcuta.
El reacomodo
De acuerdo con estudios de la Fundación Progresar, una ONG que trabaja con las víctimas del conflicto, en el área metropolitana de Cúcuta se encuentran los más grandes laboratorios de coca.
Se calcula que en Norte de Santander se mantienen entre 12.000 y 15.000 mil hectáreas de cultivos, que están en manos de la guerrilla y que le es vendida a Los Rastrojos.
Las Águilas Negras, que hacen presencia a lo largo de la línea fronteriza, son las encargadas de la comercialización, según señalan los estudios del Observatorio de Política Social de Norte de Santander. "Las Águilas controlan todo el tema de las cocinas, las rutas y el lavado de activos. Este grupo, conformado por desmovilizados y las bacrim, también hacen presencia en San Antonio, donde las empresas tiene que tributarles a ellos", explica Fabio René Carrillo, director del Observatorio, y asegura que cada día la situación se endurece más.
La presencia de estos grupos no es nueva. De acuerdo con Wilfrido Granizales, director ejecutivo de Progresar, "hay documentos que indican que la guerrilla está en la frontera desde 1985", cuando la Occidental le pagó al Frente Domingo Laín del Eln para que le permitiera construir el oleoducto Caño Limón-Coveñas.
Incluso, aseguran las investigaciones, hubo gobiernos venezolanos como el de Carlos Andrés Pérez o Rafael Caldera, que hicieron acuerdos de no agresión para evitar el secuestro. "Mientras el Gobierno colombiano no dio respuestas a esta situación, las cosas se fueron agravando y por su parte, el Gobierno venezolano empezó a cerrar la frontera y a militarizarla", explica Granizales.
Una situación que se agudizó a extremos tales que en 2002 solo en Cúcuta se cometieron 1.248 homicidios.
Un conflicto de todos
Pero el conflicto no sólo afecta a Colombia. En el Táchira hace 10 años se reportó una cifra de 81 muertos en un año, pero en 2004 la cifra ascendió a 511 personas y entre enero y septiembre de este año ya van 400.
La llegada de las Auc a la frontera intensificó el conflicto, porque la estrategia era penetrar al territorio venezolano. El bloque Catatumbo tenían entre sus estrategias apoderarse del narcotráfico que estaba en manos de las Farc.
Aunque ya no son los controladores absolutos del negocio, la tensión se endurece cada vez más con la presencia de estos grupos, que además controlan el negocio de la gasolina y están ubicados en los mismos lugares que antes eran territorio de las autodefensas.
"Si bien no se puede asegurar que los 850 desmovilizados del departamento están de nuevo delinquiendo, porque hay esfuerzos individuales y un proyecto productivo en Tibú con 12 desmovilizados, la pregunta es dónde están los demás", cuestiona Granizales.
El cartel de la gasolina
La droga no es el único problema en la frontera. El contrabando de gasolina es otro de los negocios más rentable, incluso que el del narcotráfico. El negocio no está en traerla a Cúcuta sino en llevarla al interior del país.
Se calcula que hay entre 1.000 y 1.500 transportadores de gasolina de Venezuela con carros que amplían el tanque. Según cifras del ministro de Pedevesa, Rafael Ramírez, el Táchira consume 100 millones de litros al año, es decir, 3 veces más que la gasolina que consume Caracas.
Y este estado venezolano tiene un parque automotor 100 veces menor que la capital. "Ellos saben cuál es el problema, pero lo que no saben es cómo controlarlo, porque los niveles de corrupción son muy altos, incluso algunas versiones aseguran que muchos la adquieren a través de Pedevesa", asegura Wilfrido Granizales.
Una pimpina de gasolina cuesta en San Antonio 3.000 pesos y se vende en Cúcuta por 14.000 pesos, pero cuando las medidas se endurecen está puede costar entre 30.000 y 40.000 pesos, como ocurre en estos momentos.
La ilegalidad perfora toda la frontera y quienes sufren los impactos son los ciudadanos, que son los que mercan y trabajan en un lado y otro, los que ponen lo muertos y los desaparecidos.
En Norte de Santander en los últimos 8 años han muertos cerca de 12.000 personas, hay 98.000 desplazados y 1.350 desaparecidos, con una sola resolución de acusación de la Fiscalía.
Tomado de:
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/L/la_frontera_es_un_gran_botin_en_disputa/la_frontera_es_un_gran_botin_en_disputa.asp?CodSeccion=9
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