martes, 24 de noviembre de 2009

Sendero renaciente

Remanentes del grupo terrorista se insertan exitosamente en una economía ilegal de coca en auge.

Cecilia Niezen

García: vuelve un viejo enemigo

No sólo en los filmes de Hollywood hay muertos vivientes. Sendero Luminoso (SL) -grupo terrorista que en los años 80 y 90 sembró el terror en el Perú, generando miles de muertes- ya no es más el cadáver que los peruanos creían que era. Sus remanentes, hoy aliados con el narcotráfico, están cada vez más activos y muestran que el Estado peruano sigue en peligrosa falta respecto a la integración y desarrollo de las zonas campesinas más pobres del país.

La alarma crece, ya que, durante los últimos 15 meses, en sucesivas emboscadas, el grupo subversivo asesinó a más de 40 policías y militares en la zona conocida como el VRAE (Valle de los Ríos Apurímac y Ene). Se trata de un área montañosa cubierta de bosques de difícil acceso: el centro más importante de producción de hoja de coca peruana. En forma paralela a este resurgimiento, los asesinatos por ajustes de cuentas del narcotráfico en diferentes ciudades del Perú se hacen cada vez más comunes.

Si bien los dos tipos de violencia responden a lógicas e intereses diferentes, los expertos coinciden en señalar que Sendero Luminoso y el narcotráfico trabajan hoy más cerca que nunca. Fabián Novak, ex viceministro de Políticas para la Defensa del Ministerio de Defensa del Perú, sostiene que la principal amenaza que se levanta en el horizonte y que compromete la seguridad y el desarrollo del Perú es precisamente la alianza entre ambos flagelos y su potencial crecimiento. Un panorama que, agrega, podría llevar al país a un escenario de "farcarización" a la colombiana, si es que no se adoptan las políticas adecuadas.

El sociólogo Jaime Antezana, especialista en temas de seguridad interna y narcotráfico, coincide con Novak. "A diferencia de los 80, cuando SL se relacionaba con el narcotráfico brindando una especie de seguridad a la actividad y sus cabecillas, hoy es un actor presente en varios eslabones de la cadena de producción de la coca e incluso puede haberse convertido en una especie de firma más del narcotráfico". Según Antezana, a las autoridades la situación se les podría estar "yendo de las manos" y las consecuencias de no enfrentar con eficiencia el problema serían funestas. "El narcotráfico está empezando a generar un proceso de crimen organizado mucho más sofisticado que el que nosotros hemos conocido antes".

El presidente García pide paciencia y ha declarado que los últimos ataques en la zona del VRAE no configuran "ni la décima, ni la centésima parte de lo que vivió el país en la década de los 80". No obstante, el potencial violento de los sediciosos, advierten los expertos, es grande.

No sólo se trata de violencia. La economía basada en los cultivos de hoja de coca (oficialmente se estima que casi el 95% de la producción de este cultivo se destina al narcotráfico) y en la producción de cocaína y pasta base trae consigo una cadena de corrupción que puede carcomer los cimientos de una frágil institucionalidad democrática como la peruana. Y en términos económicos, menciona Novak, el movimiento anual de lavado de activos es de aproximadamente US$ 5.720 millones, equivalente al 6% del PBI del Perú.

Para el abogado y experto en temas de seguridad nacional Rubén Vargas, en este marco, subestimar a SL sería un error. "Dicha organización nunca fue derrotada militarmente y su estructura militar permaneció intacta, aun cuando la cúpula dirigente, incluyendo a su líder, Abimael Guzmán, fue capturada y purga cadena perpetua desde 1992", señala. Quienes operan en el VRAE - cuyo contingente se calcula en unos 300 hombres- son disidentes de Guzmán y su política de repliegue y defienden la continuación de la lucha armada.

Violento y con poder de fuego, habría que añadir que -a diferencia de la confrontación entre población y terroristas de los años 80- ahora SL quiere acercarse y ganarse la confianza de los campesinos. Por ejemplo, 'defendiéndolos' de los planes oficiales de erradicación de cultivo de la hoja de coca.

Estado ausente y pobreza. Si a la anterior ecuación le añadimos un Estado ausente (las cifras oficiales hablan de un 70% de pobreza en la zona del VRAE), el cóctel se vuelve todavía más explosivo. Lorenzo Castillo, gerente de la Junta Nacional del Café, lamenta que el Estado no tenga una estrategia de desarrollo social y productiva de cara a solucionar las condiciones de vida de los habitantes de los 12.000 km2 que tiene el VRAE. La miseria, agrega, "es una forma de alentar la economía ilícita".

El sector cafetalero -que reposa sobre los hombros de miles de pequeños productores en la selva alta, agrupados en cooperativas- se ha mantenido firme aun en terreno difícil.

En 2008 las exportaciones de este cultivo tradicional alcanzaron los US$ 650 millones.

No obstante, en la zona del VRAE -donde se calcula hay unas 10.000 has de café y unos 5.000 cafetaleros, muchos de ellos agrupados en tres cooperativas-, la producción se ha estancado por falta de inversión en la renovación de las plantaciones. Por si fuera poco, "es difícil competir con operadores que pagan sobreprecios en café y cacao con dinero y fines ilícitos", declara. Señala que en momentos en que el café no se cotizaba a más de US$120 en la Bolsa de Nueva York, se ha llegado a pagar en la zona hasta US$140.

Existe un criterio común en que si se le corta el aire al narcotráfico se le quita piso a la subversión senderista. Lejos de ello, la extensión de hectáreas cultivadas de hoja de coca crece en el Perú y, según cifras oficiales, los cultivos en 2008 pasaron de 53.700 has a 56.100 has. De ese total, el VRAE representa casi el 60% de lo que se produce en el país.

Resulta complicado que los pequeños productores -quienes tienen una lógica de complementar su producción entre varios artículos- terminen abandonando la hoja de coca mientras ésta les siga pareciendo muy rentable. Castillo, de la Junta Nacional del Café, sostiene que muchos jornaleros prefieren irse a los cultivos de hoja de coca, pues se paga hasta el doble que con el café.

Novak ofrece cifras que de ser exactas configurarían un escenario preocupante. Hay zonas donde la economía agraria dedicada al cultivo de hoja de coca -no para su industrialización en productos o mercados lícitos, sino para el narcotráfico- ha crecido notablemente: "El 28% de la economía agraria cusqu-ña, el 47% de la economía agraria huanuqueña y el 70% de la economía agraria ayacuchana".

¿Cuál es la solución dentro de este panorama nada simple? En palabras de Novak, la solución debe ser integral. Es absolutamente necesario el desarrollo económico y social, de la mano de una lucha antidrogas que contemple el control de insumos químicos, la fiscalización financiera del dinero que proviene de los eslabones altos e intermedios de la cadena y la interdicción.

El combate a la pobreza en el VRAE es, a la vez, un combate al terrorismo y al narcotráfico. Sendero Luminoso -dice Antezana- no crecerá como en los ochentas sobre la base de las universidades o estudiantes radicalizados. "Tiene el potencial de continuar creciendo en los valles donde los jóvenes trabajan de mochileros, sicarios o 'pisacoca'". Podría decirse, incluso, que el renacer de Sendero Luminoso va en proporción directa a las necesidades económicas de la gente. "Sendero va a aumentar su volumen de esa base social articulada a la cadena del narcotráfico", concluye. Mal augurio.

Tomado de:
http://www.americaeconomia.com/366660-Sendero-renaciente-.note.aspx

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