Los parlamentos son parte de la mentirocracia pero se justifican como parte de la democracia. Foto Internet.
ESCRITO POR A.F.
Democracia: 'Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado'.
Mentirocracia: 'Predominio de la mentira en el ejercicio de la política de un Estado'.
Los tiempos cambian y el futuro en movimiento está. Por tanto, los conceptos, las definiciones, deben ajustarse a la realidad del presente, porque si se mantienen inmóviles en el pasado se pueden producir confusiones que lleven a interpretaciones absurdas de la realidad y, como consecuencia, a que cunda el desánimo y posteriormente el despiporre general. Y en eso estamos.
Hablar hoy en día de democracia, tal y como la inventaron los griegos en su día, no sólo es absurdo sino que es una bofetada a la historia y, por consiguiente, a los griegos que hicieron historia.
El ciudadano común, más vulgarmente llamado populacho, o chusma, según el tirano de turno, vio en el nacimiento de la democracia su oportunidad, no tanto para participar de la noble tarea de gobernar, sino para participar de la opípara oportunidad de forrarse gobernando.
Así, mientras que los inventores de la democracia remataban en ardua tarea los últimos detalles del nuevo software político futurista, la chusma, a la que ya había llegado el soplo del invento, -el topo infiltrado ya se había inventado antes-, preparaba con idéntica ilusión su asalto a la poltrona del poder. Tanto era así que las señoras de los posibles señores diputados que encenderían la mecha de la primera democracia de la historia, ya habían reamueblado sus hogares y puesto sus ojos ambiciosos en segundas viviendas al lado del Egeo para solazarse y ligar bronce, mientras sus afanados maridos se entretuvieran en la noble tarea de elevar Grecia al Olimpo de los Dioses.
Quién les iba a decir a los esforzados griegos, que tanto empeño y tanta ilusión depositaron en su invento, que en realidad estaban diseñando un escondite perfecto, un camuflaje olímpico, para los chorizos, mangantes, oportunistas, vividores y demás calaña, aún sin clasificar en aquellos tiempos, que pululaba por el Peloponeso.
Pero lo más grave es que la noticia del invento y de su innoble uso, se extendió como la pólvora por el mundo mundial y abrió así una nueva era que traería esperanza a los oprimidos, a los que no contaban para nada, a los que tenían algo que opinar, a los que soñaban con la poltrona del poder y, claro está, a la calaña toda.
Tanto fue así que estuvieron a punto de cambiar el nombre del invento y llamarle “Esperancracia”, por lo de la esperanza desatada, hombre, no porque ya se intuyera que un día llegaría una tal Esperanza que crearía un nuevo modelo de democracia a su imagen y semejanza, pero, pensándolo mejor, decidieron que podía sonar muy femenino y confundir al pueblo sobre la virilidad de los sesudos varones que debatirían sobre la salud de la madre patria.
Así que todo siguió su curso, y creció y se multiplicó hasta nuestros días. Pero, sobre todo, lo que creció y se multiplicó a ritmo frenético fueron los demócratas calaña, o la calaña demócrata, como gusten. Tanto fue así que en la actualidad no hay democracia en el mundo que no esté infectada por semejantes virus, y la gravedad de su estado, el de la democracia, no el del virus, depende de cada sitio, lo que, según estudios hechos por estudiosos, pone de manifiesto que la cultura, la raza, la historia e incluso el clima de cada parte del planeta favorece en mayor o menor medida la proliferación del virus chorizil.
Por todo ello y por más cosas, que no cuento porque aquí no caben todas, deberíamos sopesar cambiar el nombre del susodicho invento y llamarle a partir de ahora “Mentirocracia”. Sería mucho más directo, más honesto y menos hipócrita, y así cada uno y todos los ciudadanos, léase chusma, sabríamos a qué atenernos a la hora de participar con nuestro valioso voto en la fiesta que cada cuatro años se celebra para renovar la cúpula mentirocrática.
Si en una democracia pura, que ya no existen, se elige al que más promete, al que parece más honesto, en una Mentirocracia se escogería al más chorizo, al que con más arte y elegancia se forrara, al más hábil a la hora de mentir.
Curiosamente, esto ya existe en la práctica. Mírese sino hacia la comunidad valenciana.
Pero mientras se esté bajo el influjo del nombre original, Democracia, los chorizos se ven obligados a disimular, cosa que tampoco consiguen porque les puede su afán, pero si cambiáramos el nombre por Mentirocracia, pues la cosa sería distinta, se acabaría el juego del disimulo, los comentarios en prensa, la hipocresía de la sorpresa que no es en absoluto sorpresa, y todo un mundo de consecuencias derivadas que cuestan tiempo y dinero a todos, dinero que hay que sumar al que se apropiaron los chorizos, pueden llamarles calaña.
Y no lo duden, Mentirocracia es el futuro. Tanto es así que ya se está manifestando en el presente y sigue creciendo día a día ante la pasividad y el consentimiento de todos.
¿Y cuál es el futuro de la gente honrada?, preguntará un señor que a pesar de ser muy mayor aún es así de ingenuo.
Verá buen señor, cuando la Mentirocracia se consolide, que ya está a punto, ya no habrá gente honrada. Así de fácil.
Y termino afirmando que esto, todo esto, que suena a desbarre satírico, es ya una absoluta realidad, por lo que recomiendo a todos aquellos que sueñen con forjarse un futuro, político o no político, que se hagan un master en el noble arte del uso de la mentira como fin en si misma.
Nunca estarán en la cola del paro. Garantizado.
ESCRITO POR A.F.
Democracia: 'Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado'.
Mentirocracia: 'Predominio de la mentira en el ejercicio de la política de un Estado'.
Los tiempos cambian y el futuro en movimiento está. Por tanto, los conceptos, las definiciones, deben ajustarse a la realidad del presente, porque si se mantienen inmóviles en el pasado se pueden producir confusiones que lleven a interpretaciones absurdas de la realidad y, como consecuencia, a que cunda el desánimo y posteriormente el despiporre general. Y en eso estamos.
Hablar hoy en día de democracia, tal y como la inventaron los griegos en su día, no sólo es absurdo sino que es una bofetada a la historia y, por consiguiente, a los griegos que hicieron historia.
El ciudadano común, más vulgarmente llamado populacho, o chusma, según el tirano de turno, vio en el nacimiento de la democracia su oportunidad, no tanto para participar de la noble tarea de gobernar, sino para participar de la opípara oportunidad de forrarse gobernando.
Así, mientras que los inventores de la democracia remataban en ardua tarea los últimos detalles del nuevo software político futurista, la chusma, a la que ya había llegado el soplo del invento, -el topo infiltrado ya se había inventado antes-, preparaba con idéntica ilusión su asalto a la poltrona del poder. Tanto era así que las señoras de los posibles señores diputados que encenderían la mecha de la primera democracia de la historia, ya habían reamueblado sus hogares y puesto sus ojos ambiciosos en segundas viviendas al lado del Egeo para solazarse y ligar bronce, mientras sus afanados maridos se entretuvieran en la noble tarea de elevar Grecia al Olimpo de los Dioses.
Quién les iba a decir a los esforzados griegos, que tanto empeño y tanta ilusión depositaron en su invento, que en realidad estaban diseñando un escondite perfecto, un camuflaje olímpico, para los chorizos, mangantes, oportunistas, vividores y demás calaña, aún sin clasificar en aquellos tiempos, que pululaba por el Peloponeso.
Pero lo más grave es que la noticia del invento y de su innoble uso, se extendió como la pólvora por el mundo mundial y abrió así una nueva era que traería esperanza a los oprimidos, a los que no contaban para nada, a los que tenían algo que opinar, a los que soñaban con la poltrona del poder y, claro está, a la calaña toda.
Tanto fue así que estuvieron a punto de cambiar el nombre del invento y llamarle “Esperancracia”, por lo de la esperanza desatada, hombre, no porque ya se intuyera que un día llegaría una tal Esperanza que crearía un nuevo modelo de democracia a su imagen y semejanza, pero, pensándolo mejor, decidieron que podía sonar muy femenino y confundir al pueblo sobre la virilidad de los sesudos varones que debatirían sobre la salud de la madre patria.
Así que todo siguió su curso, y creció y se multiplicó hasta nuestros días. Pero, sobre todo, lo que creció y se multiplicó a ritmo frenético fueron los demócratas calaña, o la calaña demócrata, como gusten. Tanto fue así que en la actualidad no hay democracia en el mundo que no esté infectada por semejantes virus, y la gravedad de su estado, el de la democracia, no el del virus, depende de cada sitio, lo que, según estudios hechos por estudiosos, pone de manifiesto que la cultura, la raza, la historia e incluso el clima de cada parte del planeta favorece en mayor o menor medida la proliferación del virus chorizil.
Por todo ello y por más cosas, que no cuento porque aquí no caben todas, deberíamos sopesar cambiar el nombre del susodicho invento y llamarle a partir de ahora “Mentirocracia”. Sería mucho más directo, más honesto y menos hipócrita, y así cada uno y todos los ciudadanos, léase chusma, sabríamos a qué atenernos a la hora de participar con nuestro valioso voto en la fiesta que cada cuatro años se celebra para renovar la cúpula mentirocrática.
Si en una democracia pura, que ya no existen, se elige al que más promete, al que parece más honesto, en una Mentirocracia se escogería al más chorizo, al que con más arte y elegancia se forrara, al más hábil a la hora de mentir.
Curiosamente, esto ya existe en la práctica. Mírese sino hacia la comunidad valenciana.
Pero mientras se esté bajo el influjo del nombre original, Democracia, los chorizos se ven obligados a disimular, cosa que tampoco consiguen porque les puede su afán, pero si cambiáramos el nombre por Mentirocracia, pues la cosa sería distinta, se acabaría el juego del disimulo, los comentarios en prensa, la hipocresía de la sorpresa que no es en absoluto sorpresa, y todo un mundo de consecuencias derivadas que cuestan tiempo y dinero a todos, dinero que hay que sumar al que se apropiaron los chorizos, pueden llamarles calaña.
Y no lo duden, Mentirocracia es el futuro. Tanto es así que ya se está manifestando en el presente y sigue creciendo día a día ante la pasividad y el consentimiento de todos.
¿Y cuál es el futuro de la gente honrada?, preguntará un señor que a pesar de ser muy mayor aún es así de ingenuo.
Verá buen señor, cuando la Mentirocracia se consolide, que ya está a punto, ya no habrá gente honrada. Así de fácil.
Y termino afirmando que esto, todo esto, que suena a desbarre satírico, es ya una absoluta realidad, por lo que recomiendo a todos aquellos que sueñen con forjarse un futuro, político o no político, que se hagan un master en el noble arte del uso de la mentira como fin en si misma.
Nunca estarán en la cola del paro. Garantizado.
Mira que guay. Δ
Tomado de:
http://www.revistafusion.com/200910291217/Mira-que-Guay/Mira-que-Guay/ipor-que-le-llaman-democracia-cuando-su-nombre-real-es-mentirocracia.htm
No hay comentarios:
Publicar un comentario