Once de setiembre. Una fecha que nunca será olvidada. En 1973, la junta fascista de Augusto Pinochet derroca a Salvador Allende, contando con el auspicio político y económico del gobierno de Richard Nixon. Y en el 2001, supuestos terroristas de Al Qaeda derriban las Torres Gemelas en la ciudad más cosmopolita del mundo, salvando al gobierno más mediocre de la historia de Estados Unidos.
Ese 11 de septiembre, poco después de las 9 de la mañana, llamé desde Miami a mi esposa aquí en Lima. Norma me contestó con una voz asombrada: “¡Ha empezado la guerra!”. Yo no estaba enterado más que de un accidente de avión en Nueva York, noticia que acababa de leer por Internet. En esos momentos tuve que cortar la llamada (hecha desde la Biblioteca Pública de Miami) porque estaban desalojando a todos de los edificios públicos. Empezaba la paranoia.
Yo siempre tuve mis dudas sobre la autoría de la tragedia, compartida con varios latinoamericanos residentes en Miami que sólo susurraban sus interrogantes ante la agresividad norteamericana. Tenían miedo y era comprensible.
Pero estos recelos eran compartidos, felizmente, con gran parte de la intelectualidad del país. Poco tiempo después, las investigaciones de Nafeez Ahmed (2002), Thierry Meyssan (2002), Paul Thompson (2004), Michael Ruppert (2004), y David Ray Griffin (2004, 2005), destruyeron la versión oficial sobre el 11/9. La versión señalaba que:
• diecinueve árabes, con escasas habilidades para pilotear aeronaves, secuestraron cuatro aviones y luego realizaron difíciles maniobras para impactarlos contra el World Trade Center y el Pentágono;
• el daño causado por los impactos, combinado con el calor del combustible del jet que se quemó, derribó los World Trade Center 1 y 2;
• el World Trade Center 7 fue el primer edificio en la historia en derrumbarse sólo a causa del fuego;
• el Pentágono fue impactado por el Vuelo 77 de United Airlines, que era un Boeing 757.
La “teoría conspirativa extranjera” se cayó en pedazos al examinarla detenidamente, puesto que violaba leyes de la física y la ingeniería. Para empezar, el extremadamente alto punto de fusión del acero (alrededor de 2.800º F) estaba muy por encima del máximo (menos de 1.800º F) que podría haber producido el combustible de jet bajo condiciones óptimas. Y ya que el acero es un buen conductor, cualquier calor aplicado a una parte de la estructura se hubiera ido hacia otras partes del edificio.
Asimismo, la mayor parte del combustible ardió en las bolas de fuego de los impactos iniciales, por lo que el hecho de que las torres hubiesen colapsado por la acción de incendios a base de combustible era físicamente imposible.
Una explicación alternativa es que se usaron explosivos en una demolición controlada. Para empezar, los bomberos reportaron haber escuchado secuencias de explosiones en el subsuelo. En segundo lugar, los registros fotográficos muestran “olas de demolición” ocurriendo justo sobre los pisos que colapsaban.
En el caso del Pentágono, bastan observaciones y medidas para demostrar la falsedad de los argumentos oficiales. Las fotografías tomadas antes del colapso de los pisos superiores del Pentágono ponen en evidencia que no pudo haber sido un Boeing 757 lo que impactó contra el edificio. El avión tenía 155 pies de largo, con un ancho entre ala y ala de 125 pies.
La lógica indica que fue un misil disparado a poca altura lo que impactó, posiblemente seguido por un avión más pequeño que se estrelló contra la abertura causada por éste.
Si un Boeing 757 se hubiera estrellado contra el Pentágono, hubiera dejado escombros masivos de las alas, el fuselaje, los motores, los asientos, el equipaje, los cuerpos, y la cola. Pero nada quedó.
Dos empleados de defensa civil reportaron que unos Sky Warriors A-3 fueron rediseñados con sistemas de control remoto y disparo de misiles en el aeropuerto municipal Fort Collins-Loveland, un pequeño aeropuerto civil en Colorado, durante los meses previos al 11/9. Aseguraron que distintos contratistas militares –trabajando independientemente a distintas horas– rediseñaron unos Douglas A-3 Sky Warriors con misiles actualizados, sistemas de control remoto para vehículos aéreos no tripulados, nuevos motores, sistemas de control de disparo, y sistemas de navegación radio-radar.
Si un pequeño Jet Fighter se hubiera estrellado contra el Pentágono, ello explicaría el pequeño punto de impacto y la falta de escombros externos masivos. Y por qué las partes del avión fueron retiradas por personal de servicio para evitar la identificación de la aeronave.
El terrorismo como pretexto
Ahora bien: ¿A quién le interesaba crear la paranoia subsiguiente y la autocensura de los principales medios del país? Bush, como quedó demostrado, estaba en la luna. Pero los halcones de la guerra y la extrema derecha religiosa tenían varias metas por cumplir, desde la invasión de Iraq a una especie de “despertar evangélico” contra el ateísmo y el laicismo internos.
Como el asesinato de JFK, los sucesos del 11/9 requirieron que los más altos niveles del gobierno estadounidense estuviesen involucrados. Cheney y Rice por ejemplo.
Además, se tomaron medidas extraordinarias para prevenir cualquier investigación formal y, cuando la tremenda presión política los obligó, se hizo todo lo posible para enredarla.
* Imágenes: 1) A siete años de la tragedia de las Torres Gemelas, crecen las dudas sobre la autoría. 2) Muchos tienen la idea de que fue un autoatentado con fines políticos. 3) Era imposible que el Boeing se estrellara en el Pentágono. 4) La invasión a Iraq se inició meses después bajo el paraguas de la lucha contra el terrorismo.
Tomado de:
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/noticia.php?IDnoticia=23277
Ese 11 de septiembre, poco después de las 9 de la mañana, llamé desde Miami a mi esposa aquí en Lima. Norma me contestó con una voz asombrada: “¡Ha empezado la guerra!”. Yo no estaba enterado más que de un accidente de avión en Nueva York, noticia que acababa de leer por Internet. En esos momentos tuve que cortar la llamada (hecha desde la Biblioteca Pública de Miami) porque estaban desalojando a todos de los edificios públicos. Empezaba la paranoia.
Yo siempre tuve mis dudas sobre la autoría de la tragedia, compartida con varios latinoamericanos residentes en Miami que sólo susurraban sus interrogantes ante la agresividad norteamericana. Tenían miedo y era comprensible.
Pero estos recelos eran compartidos, felizmente, con gran parte de la intelectualidad del país. Poco tiempo después, las investigaciones de Nafeez Ahmed (2002), Thierry Meyssan (2002), Paul Thompson (2004), Michael Ruppert (2004), y David Ray Griffin (2004, 2005), destruyeron la versión oficial sobre el 11/9. La versión señalaba que:
• diecinueve árabes, con escasas habilidades para pilotear aeronaves, secuestraron cuatro aviones y luego realizaron difíciles maniobras para impactarlos contra el World Trade Center y el Pentágono;
• el daño causado por los impactos, combinado con el calor del combustible del jet que se quemó, derribó los World Trade Center 1 y 2;
• el World Trade Center 7 fue el primer edificio en la historia en derrumbarse sólo a causa del fuego;
• el Pentágono fue impactado por el Vuelo 77 de United Airlines, que era un Boeing 757.
La “teoría conspirativa extranjera” se cayó en pedazos al examinarla detenidamente, puesto que violaba leyes de la física y la ingeniería. Para empezar, el extremadamente alto punto de fusión del acero (alrededor de 2.800º F) estaba muy por encima del máximo (menos de 1.800º F) que podría haber producido el combustible de jet bajo condiciones óptimas. Y ya que el acero es un buen conductor, cualquier calor aplicado a una parte de la estructura se hubiera ido hacia otras partes del edificio.
Asimismo, la mayor parte del combustible ardió en las bolas de fuego de los impactos iniciales, por lo que el hecho de que las torres hubiesen colapsado por la acción de incendios a base de combustible era físicamente imposible.
Una explicación alternativa es que se usaron explosivos en una demolición controlada. Para empezar, los bomberos reportaron haber escuchado secuencias de explosiones en el subsuelo. En segundo lugar, los registros fotográficos muestran “olas de demolición” ocurriendo justo sobre los pisos que colapsaban.
En el caso del Pentágono, bastan observaciones y medidas para demostrar la falsedad de los argumentos oficiales. Las fotografías tomadas antes del colapso de los pisos superiores del Pentágono ponen en evidencia que no pudo haber sido un Boeing 757 lo que impactó contra el edificio. El avión tenía 155 pies de largo, con un ancho entre ala y ala de 125 pies.
La lógica indica que fue un misil disparado a poca altura lo que impactó, posiblemente seguido por un avión más pequeño que se estrelló contra la abertura causada por éste.
Si un Boeing 757 se hubiera estrellado contra el Pentágono, hubiera dejado escombros masivos de las alas, el fuselaje, los motores, los asientos, el equipaje, los cuerpos, y la cola. Pero nada quedó.
Dos empleados de defensa civil reportaron que unos Sky Warriors A-3 fueron rediseñados con sistemas de control remoto y disparo de misiles en el aeropuerto municipal Fort Collins-Loveland, un pequeño aeropuerto civil en Colorado, durante los meses previos al 11/9. Aseguraron que distintos contratistas militares –trabajando independientemente a distintas horas– rediseñaron unos Douglas A-3 Sky Warriors con misiles actualizados, sistemas de control remoto para vehículos aéreos no tripulados, nuevos motores, sistemas de control de disparo, y sistemas de navegación radio-radar.
Si un pequeño Jet Fighter se hubiera estrellado contra el Pentágono, ello explicaría el pequeño punto de impacto y la falta de escombros externos masivos. Y por qué las partes del avión fueron retiradas por personal de servicio para evitar la identificación de la aeronave.
El terrorismo como pretexto
Ahora bien: ¿A quién le interesaba crear la paranoia subsiguiente y la autocensura de los principales medios del país? Bush, como quedó demostrado, estaba en la luna. Pero los halcones de la guerra y la extrema derecha religiosa tenían varias metas por cumplir, desde la invasión de Iraq a una especie de “despertar evangélico” contra el ateísmo y el laicismo internos.
Como el asesinato de JFK, los sucesos del 11/9 requirieron que los más altos niveles del gobierno estadounidense estuviesen involucrados. Cheney y Rice por ejemplo.
Además, se tomaron medidas extraordinarias para prevenir cualquier investigación formal y, cuando la tremenda presión política los obligó, se hizo todo lo posible para enredarla.
* Imágenes: 1) A siete años de la tragedia de las Torres Gemelas, crecen las dudas sobre la autoría. 2) Muchos tienen la idea de que fue un autoatentado con fines políticos. 3) Era imposible que el Boeing se estrellara en el Pentágono. 4) La invasión a Iraq se inició meses después bajo el paraguas de la lucha contra el terrorismo.
Tomado de:
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/noticia.php?IDnoticia=23277
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