domingo, 5 de octubre de 2008

Reaparecen las desapariciones

La denuncia de desaparición de campesinos y madereros en las cercanías del bastión senderista de Vizcatán pero ajenos a él, preocupa a la opinión pública.

Desde luego, el Ministro de Defensa, Ántero Flores Aráoz, y autoridades militares niegan tales desapariciones. Desgraciadamente, la memoria indica que ese fue en el pasado un recurso constante e injustificado. En el Ministerio Público constan 5,575 expedientes por desapariciones forzadas ocurridas entre 1983 y 1996.

Las desapariciones ocurrieron, pero fueron negadas.

Por eso es necesario que se investiguen los hechos y se garantice la libre actuación de los jueces y de los congresistas y organismos de derechos humanos que se han movilizado hacia la zona para esclarecer los hechos.

Las desapariciones forzosas forman una de las zonas más negras de la historia de América. De toda América, en la medida en que fueron en gran parte fomentadas, estimuladas y silenciadas por el Gobierno de Estados Unidos.

Documentos desclasificados del Departamento de Estado demuestran el papel que en ese proceso jugaron Henry Kissinger, Secretario de Estado de Estados Unidos, la CIA, los embajadores estadounidenses y los fascistas de Brasil, Chile y Argentina.

El Plan Cóndor señaló la pauta panamericana de ese crimen.

No se debe borrar el recuerdo. Hay cifras que estremecen. Ya en 1982, Gabriel García Márquez, al recibir el Premio Nobel, en discurso a la altura de su genio, dijo: “Los desaparecidos por motivos de la represión son (en América Latina) 120 mil, que es como si hoy no se supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala”.

Amnistía Internacional precisó, por su parte, que entre 1966 y 1986, noventa mil personas fueron en nuestra América víctimas de esa práctica.

En la denuncia reciente sobre desapariciones en el Valle del río Apurímac y el Ene (el VRAE), hay un guarismo sombrío: once desaparecidos.

Once bombardeados, o prisioneros. Once.

Con esa misma cifra comenzó el catálogo de desapariciones en Argentina. Fueron once en 1971. Aumentaron año tras año. En 1976, el año en que asumió el poder el sanguinario Rafael Videla, fueron ¡3525!

En marzo de 1978, un informe de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires calculó que había en Argentina entre 12 mil y 17 mil desaparecidos y que una parte importante de éstos eran dirigentes sindicales, acusados de promover huelgas.

Estadística minuciosa de esas desapariciones figura en la página 63 de Memoria debida, el libro del capitán retirado (retirado a la fuerza) José Luis D’Andrea Mohr.

Pero volvamos a nuestra selva. ¿Dónde están los once (en mi estadística son doce) desaparecidos? Varios de ellos, señor ministro de Defensa, eran menores de edad y por eso no tenían DNI. Pero tenían vida. ¿Siguen teniéndola?

Imagen: Internet - Programa Panorama

Tomado de:
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/indSeccion.php?IdSeccion=11

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