sábado, 21 de marzo de 2009

FARC: Así fue el ataque al campamento de Raúl Reyes

A los seis meses del ataque a Angostura, en el que murió Raúl Reyes líder de las FARC, se conoce que muchos guerrilleros salieron con vida de la selva, entre ellos, la famosa Esperanza.

Escape. Por este riachuelo, de la comunidad Tigre Playa, salieron guerrilleros heridos. En el grupo habría estado “Esperanza”.

El paso de dos aviones Supertucano, rasando la selva, rompieron el silencio de la medianoche y despertaron abruptamente a Hernán Triviño y a su esposa María Edimer Vargas.

El reloj marcaba las 00:25 del 1 de marzo y los campesinos apenas se habían levantado cuando sintieron, junto a su hija y sus tres nietos, la explosión de las once bombas GVU 12 paveway II.

Los artefactos cayeron con tal precisión que flanquearon el campamento del líder guerrillero de las FARC, Raúl Reyes, por todos los puntos cardinales. Cada una de las bombas que dejaron cráteres de hasta 3,20 metros de profundidad y 5,10 de diámetro destruyeron la vegetación en un radio de diez metros a la redonda.

El campamento de Reyes estaba en territorio ecuatoriano, a dos kilómetros de la frontera marcada por el río Putumayo y, las cargas de proyección de las bombas (esferas metálicas) penetraron a ocho guerrilleros y los fragmentos metálicos de su fuselaje impactaron a otros siete (informe de balística).

Otros hombres y mujeres que estaban en la base (más de 50) resultaron heridos por los efectos de las ondas expansivas que sacudieron la tierra en varios kilómetros a la redonda. El estruendo fue escuchado en Cuembí, Nueva Santa Rosa, Pueblo Nuevo, Chone 1 y 2, (ver gráfico) y otras poblaciones ubicadas a 30 y más kilómetros de distancia del lugar del ataque.

Las ondas, cual réplica de un temblor, también remecieron la casa de los Triviño. Su fuerza hizo pensar al campesino que la explosión fue a pocos metros de su finca Santa Clara, pero en realidad el ataque ocurrió a dos kilómetros de la precooperativa La Ceiba, la población más cercana, en la que viven 23 familias. Todos sus habitantes (más de 100 personas) pasaron la noche en vilo.

La búsqueda de Reyes

Y tras la salida de los aviones fabricados por la empresa brasileña Embraer, entraron los helicópteros Black Hawk, con el personal que iba en busca de Luis Édgar Devia Silva, el verdadero nombre del número dos de las FARC.

“Fueron muchos helicópteros, entraban y salían”, recuerda Hernán Triviño, de 50 años y mediana estatura, que no imaginó que los atacantes fuesen las fuerzas regulares de su país. De su natal Colombia salió huyendo de la violencia para instalarse al filo de la frontera, en territorio ecuatoriano.

Pero por sus pastizales y las tierras de sus 23 vecinos, sembradas con maíz, yuca, frijoles... entró antes del ataque, un grupo de militares colombianos provistos de equipos de visión nocturna.

Un campesino divisó a un grupo como a las ocho de la noche, cuando saltaban de las pirañas (lanchas) para adentrarse en la jungla de la parroquia Santa Elena, del recinto Palmar. “Pensé que eran guerrilleros”, dijo.

Las tropas colombianas avanzaron hacia el campamento por el mismo camino que en ese día, al caer la tarde, llegaron los mexicanos Verónica Velásquez, Soren Avilés, Juan González del Castillo, Fernando Franco Delgado y Lucía Morett (única sobreviviente). Su ruta fue Quito-Lago Agrio-Tipisca-Palmar y de allí en canoa hasta La Ceiba y caminando a donde Reyes.

Los militares en tierra fueron la fuerza de apoyo para cercar al número dos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), por si lograba escapar, como lo hicieron otros, de los once bombazos que abrieron un gran claro en la espesura de la selva de Angostura, del cantón Putumayo.

Martha Pérez (24 años), una de las dos guerrilleras rescatadas heridas, dijo a la Fiscalía el pasado 11 de marzo, que en medio de la oscuridad escuchó muchos gritos de hombres y mujeres. “Caían palos, escombros. Corría gente, escuché tiros, se acercaban luces...”.

Después de los bombazos hubo un período de calma. Durante ese tiempo, la mexicana Lucía Morett dijo que solo escuchó el vuelo de helicópteros. Pero como a las tres de la mañana comenzó la segunda balacera que duró hasta el amanecer.

Los disparos se escucharon hasta la casa de los Triviño que al clarear el día salieron corriendo hacia El Palmar, por la trocha (camino) que un mes antes (1 de febrero) abrieron con sus vecinos de La Ceiba, mediante una minga.

Doris Bohórquez (21 años), la otra guerrillera sobreviviente que pasó escondida todo ese día y la noche siguiente, vio a hombres descender de helicópteros para buscar al líder guerrillero en el campamento de 2.000 metros cuadrados.

A algunos heridos les dijeron: “entréguense, que nosotros le respetamos la vida” y a otros los persiguieron a tiros. Y a cada grito de “acá hay uno” o “allá hay otro” silbaron las balas.

La revisión de los cuerpos

Después de los militares de camuflaje, provistos hasta de cámaras con las que fotografiaron y filmaron a las heridas y los muertos, llegaron hombres vestidos de verde con un distintivo rojo. Se identificaron como miembros de la Policía Antinarcóticos de Colombia.

Al amanecer, los dos grupos terminaron el conteo y la revisión de los cadáveres. Algunos (entre los que estaba Reyes y el ecuatoriano Franklin Aisalla) fueron recogidos por un helicóptero, junto con heridos, documentos y otros objetos.

Aquella aeronave fue solo una de las diez que los habitantes de La Ceiba dijeron haber visto pasar por sus casas y entrar y salir de Nueva Granada (Colombia), durante las once horas (00:25-10:50) que violaron la soberanía del Ecuador.

No entraron más porque llegó el helicóptero Gazelle E-351, del Ejército ecuatoriano, para averiguar lo que pasaba en la frontera. A esa hora, ya toda la frontera sabía que habían matado a Raúl Reyes.

El pelotón Jungla (30 hombres) de la Policía Antinarcóticos, comandado por quien se identificó por radio como el capitán Castellanos, continuó en el campamento, escarbando escombros y buscando heridos hasta las 15:00 de ese día, en que el piloto del Gazelle les dijo que militares ecuatorianos llegarían al lugar en unas dos horas.

El pelotón emprendió entonces la huida hacia el suroccidente, por donde era imposible que patrullas ecuatorianas lo siguieran porque solo tenían un helicóptero Súper Puma disponible, pero este estaba ocupado entrando tropas por la hacienda de Triviño. En la noche, a esa patrulla los rescató un helicóptero Black Hawk que ingresó por el sector de El Real.

La huida de los guerrilleros

Otro grupo de militares del vecino país salió el domingo por el río Putumayo. El cuñado de Idari Narváez, un campesino colombiano, los vio a las 05:00 cuando se embarcaban en una lancha grande, más al occidente del caño (riachuelo), a la altura de la hacienda que cuidan María Vargas Calderón y su hija Briz Rojas.

Por otras propiedades del sector salieron, en cambio, ocho mujeres y hombres semidesnudos, heridos, pidiendo ayuda, pero nadie quiso dárselas. Pero de aquel suceso nadie dijo nada a los militares ecuatorianos que llegaron a eso de las 15:00 y que se mantuvieron allí durante los siguientes quince días.

Habitantes de La Ceiba, como Idari Narváez y su esposo Luis Gonzaba, creen que mucha más gente salió por allí porque en los caminos hallaron sangre y hasta dejaron abiertas las puertas de los potreros. Durante días, en la vereda olió a muerte.

Otra veintena de rebeldes huyó por el suroriente, por el caño del kilómetro 8 de la vía Tipishca-El Palmar (ver foto) para adentrarse aún más en territorio ecuatoriano.

“Salieron hombres y mujeres heridos, semidesnudos”, dice Idari. La historia la conocen todos en La Ceiba y El Palmar, pero pocos hablan de ella con extraños, peor aún con el Ejército que ahora patrulla la zona cada ocho días.

La base guerrillera de Reyes estuvo en el mismo lugar donde un año antes hubo un campamento de técnicos petroleros que hicieron estudios de sísmica. Héctor Triviño conoció muy bien ese lugar porque los abasteció de víveres y gas durante el mes y medio que estuvieron inspeccionando la zona.

Después de eso no volvió ni vio entrar a gente por su hacienda hasta finales de enero de este año, en que comenzó a ver pasar personas por sus tierras, para adentro.

“Aquí no se puede hacer preguntas porque eso es poner en peligro la vida”, dice el campesino que hoy, cuando está por cumplirse seis meses del ataque de Angostura, no deja de recibir las visitas de los militares. Él solo esperaba que, con su presencia, no vuelva la guerrilla ni las bombas que tanto lo asustaron.

El escape

20 rebeldes salieron por Tigre Playa

La casa de Ferley Díaz y su esposa Ana Narváez está a dos horas de camino por el riachuelo que sale al kilómetro ocho de la vía El Palmar-Tigre Playa-Tarapoa.

A su hacienda, los militares ecuatorianos llegaron al día siguiente del ataque en busca de los guerrilleros que, por las huellas de sangre dejadas en los montes, escaparon del ataque militar colombiano.

Como no encontraron a nadie rompieron los candados y registraron la casa. Cuando llegó Ferley Díaz (su esposa se había quedado en La Ceiba), los uniformados lo interrogaron por horas y le tomaron fotos con la escopeta que hallaron entre sus cosas.

También visitaron la casa de sus padres quienes viven en la misma hacienda, pero para entonces, el grupo de alrededor de veinte rebeldes ya había dejado aquella zona patrullada.

Lugareños del sector de Tigre Playa los vieron salir heridos, en la noche del 1 de marzo, por el riachuelo que conduce directamente a la comunidad de Tipishca y al río San Miguel.

En el grupo había varias mujeres que estaban en ropa interior o vestían pantalones camuflaje.

Nadie en la zona dice saber qué pasó con ellos ni hacia dónde se dirigieron. Fuentes militares creen que en ese grupo podría haber estado la colombiana Nubia Calderón de Trujillo, la compañera sentimental del ecuatoriano Franklin Aisalla quien murió en el ataque. La mujer, considerada la portavoz internacional de las FARC por Colombia, recibió asilo político en Nicaragua.

Tomado de:
http://www.expreso.ec/entregas-especiales/grandes-temas/2009/01/19/6-meses-del-ataque/defa

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