sábado, 7 de marzo de 2009

No a la violencia contra la Mujer

Mujeres cooperativistas en torno al Comité de Desarrollo de la Familia de la Cooperativa Naranjillo, superan con valentía sus limitaciones y pugnan por salir adelante. Foto Prensa Verde.

“Cuando se habla de violencia a la mujer “nada es tan triste como el silencio del Estado y de la sociedad”.

“Unidos para poner fin a la violencia contra las mujeres” es el lema de las Naciones Unidas en el Día Internacional de la Mujer 2009. El ocho de marzo debe servirnos de reflexión sobre la pandemia de la violencia, que se origina en sociedades desiguales y discriminatorias donde:

- El 70% de las personas que viven en la pobreza son mujeres
- Una de cada tres mujeres sufre violencia en algún momento de su vida
- Las mujeres de entre 15 y 44 años corren mayor riesgo de ser violadas o maltratadas en sus casas que de contraer cáncer
- Las mujeres representan dos tercios de las personas adultas analfabetas del mundo
- Las mujeres ganan entre un 30 y un 40% menos que los hombres por igual tarea
- Más del 80% de las víctimas de trata de personas son mujeres
- Más de la mitad de los nuevos casos de infecciones por VIH ocurren entre jóvenes de 15 a 24 años, y más del 60 por ciento son mujeres.

Estas cifras dimensionan la situación de la mujer y la necesidad de un compromiso social que incluya a los hombres. Por que la libertad de las mujeres en la historia va de la mano con la democracia política, la libertad de pensamiento y el espíritu de tolerancia.

El trabajo de las mujeres en el hogar sigue siendo, además de gratuito, "invisible e inconmensurable". La mayoría de las tareas hogareñas, entre ellas la cocina, la limpieza y el cuidado de los miembros de la familia, son desempeñadas por mujeres que no reciben paga alguna por eso. "En muchas regiones, el trabajo del hogar abarca la recolección de agua y de leña, e incluso el cultivo de alimentos y el cuidado de pequeños hatos de ganado. Aún no se ha reconocido y avaluado la contribución de esta labor invisible al desarrollo social y económico, que resulta esencial para la reproducción de la fuerza de trabajo y el bienestar de las sociedades.

La inequidad y la discriminación se basan en la división del trabajo entre hombres y mujeres, que perpetúan los estereotipos del "macho proveedor" y de "encargada de cuidar a la familia". Como consecuencia, el potencial de mujeres y niñas para participar en la educación, la capacitación, el mercado laboral y la esfera pública se restringe.

Datos oficiales indican que unos 14 millones de mujeres trabajan en actividades remuneradas en México, uno de los países violentos afectados por el narcotráfico tal como lo fue el Huallaga en los 80 y 90s. Según el Instituto Nacional de las Mujeres, 94% laboran en el sector agropecuario y 33% en la construcción sin servicio de salud, ni seguros contra accidentes. Sin embargo, se puede considerar un derecho logrado por las luchas feministas que la Constitución mexicana y la Ley Federal del Trabajo prohíben la discriminación laboral por razones de edad, sexo, embarazo, religión, raza o color de piel. Además, está prohibido el despido de mujeres embarazadas.

La mujer campesina es en realidad la heroína del conflicto armado interno, por que como madre y esposa tuvo que enfrentar la violencia de los poderes armados oficial y clandestino por la defensa de sus seres queridos. Foto cortesia.

En el período de la violencia armada en el país, el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación estima que en el caso de la violación sexual el 98% de los casos registrados corresponden a mujeres. El total de casos reportados durante el estudio fue de 538, de los cuales 527 eran mujeres y 11 varones.

Alrededor del 83% de los casos de violación sexual son imputables al Estado y aproximadamente un 11% a los grupos subversivos. Además de la violación, fueron formas comunes de violencia contra las mujeres los abortos y los embarazos forzados, los actos de desnudamiento, los golpes y la aplicación de electricidad en los genitales, la servidumbre sexual y las mutilaciones sexuales.

La violación sexual se produjo, en forma masiva en caso de incursiones, masacres y en aquellos territorios donde se instalaban bases militares, aprovechando la detención ilegal y los episodios de tortura, en situaciones en que las mujeres debían negociar por sus vidas o la de sus familiares, señala el informe.

Sendero Luminoso utilizaba las masacres, la mutilación o el castigo ejemplar (cortes de diversas partes del cuerpo, mutilaciones y rapados de las mujeres); asimismo, propiciaba las uniones forzadas y el reclutamiento, mecanismo que les permitía acceder a mano de obra gratuita, servicios sexuales y labores domésticas. Uno de los casos más dramáticos era el de las mujeres asháninkas. La mayoría de las violaciones sexuales a mujeres se produjeron en los departamentos de Ayacucho, Huancavelica, Apurimac, Huánuco, San Martín y Ucayali.

La violación fue utilizada como una forma de intimidación, castigo, represalia o como instrumento de presión para obtener información. En muchos casos lo que se buscaba era castigar a aquellos varones con los que estaban unidas o alguna vez lo estuvieron y que no se plegaban al grupo o que ostentaban cargos públicos:

El mensaje para los varones era: “violo tu mujer, tu propiedad, te afrento a ti y el honor de tu familia”, además de recordarles que han fallado en su rol de protección. De este modo, la violencia sexual contra las mujeres implicaba el ejercicio de poder sobre ellas, pero también sobre los hombres.

“…los Sinchis, entraron a mi casa, durante toda la noche a golpearme…después comenzó abusarme, violarme, a mi me violaron toda la noche; yo gritaba, pedía auxilio, me metieron pañuelo a mi boca…esa noche me violaron siete (…) examen médico, me dijo que estás abusada, estás embarazada…Yo no quería vivir…”.

Se aplicaban descargas eléctricas en partes sensibles del cuerpo, en el caso de las mujeres generalmente en los pezones y los genitales. Para aumentar la intensidad de la tortura se arrojaba agua a las víctimas.

Un efectivo que participó y presenció torturas confirma que se trató de una práctica continúa: “Cerca de la base había una canchita y ahí teníamos el calabozo. La llevamos ahí y le comencé a preguntar…estaba amarrada, sentada en la silla, y los pies amarrados a la silla. Desnuda, totalmente desnuda, porque yo leí que en la tortura lo peor que se puede hacer a la persona es desnudarla…”. “le acariciaba el pelo, le tocaba los senos, le manoseaba…”.

La versión de un ex senderista señala “Ahí veía como los subversivos les cortaban los senos y les metían cuchillo por la vagina a las mujeres que supuestamente habían sido infieles a sus maridos. A los homosexuales les cortaban el pene antes de matarlos...”.

A toda esta violencia se agrega la desesperanza y la impunidad, circunstancia que perdura aún terminado el conflicto, por la ineficiencia del sistema de administración de justicia y por la indiferencia de los operadores de justicia, por las amnistías decretadas y por la falta de voluntad política para hacer visible la violencia ejercida en contra de las mujeres.

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