jueves, 15 de octubre de 2009

Mujer Rural, abandono gubernamental y discriminación social.

La mujer campesina en la lucha permanente por los derechos de la familia, el medio ambiente y el desarrollo. Los gobiernos simplemente los discriminan. Foto Grupo Prensa verde.

Las mujeres rurales, en su mayoría agricultoras, son más de 1.6 billones, más de un cuarto de la población mundial. La mujer rural sólo tiene la propiedad del 2% de la tierra y reciben el 1% de créditos destinados a la agricultura. Las dos terceras partes de la población mundial analfabeta son mujeres. El número de mujeres rurales que viven en la pobreza se ha doblado desde 1970.

La Cuarta Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer (Beijing, 1995), la Federación Internacional de Productores Agrícolas (FIPA), la Fundación Cumbre Mundial de la Mujer (FCMM) y la Unión Mundial de Mujeres Rurales (UNMR) propusieron que se proclamara un día determinado del año como Día Mundial de la Mujer Rural. La fecha pondría de relieve la contribución de las mujeres del campo –en su mayoría dedicadas a la agricultura- a la seguridad alimentaria y al desarrollo de las zonas rurales del mundo entero, contribución que pasa en gran parte desapercibida.

Debido al papel fundamental que desempeña la mujer rural en la producción, gestión y utilización de los alimentos y recursos naturales, se sugirió que el Día Internacional de la Mujer Rural fuera el 15 de octubre, es decir, la víspera del Día Mundial de la Alimentación. El 15 de octubre es una fecha que ya se ha institucionalizado en el Perú, gracias a la labor de sensibilización de las instituciones que trabajan con las mujeres rurales. Lo que se espera de parte del estado, es una voluntad política que se traduzca en programas concretos e integrales que favorezcan el avance de las mujeres, de acuerdo al compromiso adquirido tanto en la Conferencia de Población y Desarrollo (El Cairo, 1994) como en la IV Conferencia Mundial de la Mujer (Beijing, 1995).

A pesar de la lucha permanente por sus derechos, la pobreza las acompaña como una maldición, por la indeferencia de una sociedad acostumbrada al lucro producto de la explotación del hombre por el hombre. Foto Grupo Prensa verde.

Sólo el 4,7 de las mujeres productoras cuenta con títulos de propiedad. El analfabetismo en ellas llega a más del 60% por ciento. Los servicios de salud aún no se hacen notar frente a la alta mortalidad materna e infantil. Cerca del 70% de este sector se encuentra en la pobreza.

Poner la situación de la mujer rural en cifras, es conocer su realidad actual. El resultado es una mujer trabajadora, con escasa retribución económica. La pobreza del sector agropecuario la hace más vulnerable, y en mayor desventaja con respecto a las mujeres de zonas urbanas, sobre todo en los aspectos de salud y educación.

La participación de la mujer rural en las actividades agrícolas y pecuarias a nivel nacional es del 45,7% frente a un 55,3% de los varones, lo cual revela que la mitad de la población que vive en el campo se dedica a estas labores.

Pero donde más se nota la diferencia de género en cuanto a cifras, es en la propiedad de las tierras. Pese a que las leyes no discriminan a hombres y mujeres en cuanto al acceso a la titulación de tierras, los mismos pobladores de las zonas rurales tienden a señalar al padre como el dueño, debido a que el rol tradicional le otorga el cargo de jefe de familia.

Mientras el 28,7% de varones en la sierra cuentan con un título debidamente registrado, sólo el 7,5% de las mujeres se encuentra en situación similar. En la sierra este porcentaje en el sector femenino se reduce al 4,7%. Cuando la pareja está casada ambos cónyuges son dueños del título.

Las mujeres rurales realizan múltiples ocupaciones: cuidan los hijos, preparan los alimentos, siembran, cosechan, comercializan sus productos, cuidan a los animales, están en la artesanía, efectúan actividades asalariadas, etc.

En cuanto a educación, el Censo Nacional Agrario (CENAGRO – 1994), reveló que del total de productoras en el país (20,3%), el 65,7% no sabía leer ni escribir, frente a un 25,6% de varones. Estos porcentajes, reflejan el gran atraso educativo de la mujer rural.



La esperanza de vida de las mujeres del campo, si bien es mayor a la de los hombres (66,6 frente a 62,7), es siete años menor al de las mujeres urbanas. La salud es otro indicador de la condición de pobreza del sector agrario.

Otro de los indicadores de esta condición, es la mortalidad materna que llega a más de 500 por cada 100 mil nacidos. Esta cifra es casi el doble del promedio nacional (265 muertes). De acuerdo a estándares internacionales esta cifra debe ser menor a 100 muertes para considerar que un país tiene un buen servicio de salud.

La mayor parte de mujeres del campo, no recibe ayuda médica durante el parto. Algunas veces porque no hay vías rápidas para acudir a una posta, otras porque no existen servicios de salud en las comunidades y/o por tradiciones arraigadas que las hacen confiar más en las parteras tradicionales. Sólo el 18% son atendidas por obstétricas o enfermeras.

En el Perú, las mujeres constituyen el 49.7% de la población del país y el 49.2% de la población rural (3’694,471). Para un desarrollo sostenible de la sociedad, es indispensable lograr el total reconocimiento de este sector poblacional. Para ello, se deben crear políticas públicas que promuevan condiciones de equidad de género, que permitan el desarrollo de sus habilidades y que aumenten los niveles de competitividad y eficiencia de las mujeres rurales en la administración de sus recursos.

La tasa de mortalidad infantil es de 71 por cada mil nacidos vivos, frente a 35 por mil de la urbe. La tasa de fecundidad es de 5,6 hijos por cada mujer, aunque ellas desean tener en promedio 2,7 hijos.

La columna principal de apoyo de las actividades agropecuarias en pequeña escala está constituida por las mujeres rurales. Son también el sustento principal de las economías en sus hogares. Por lo mismo, las estrategias que se planteen para lograr un desarrollo rural sostenido, deben incluir el apuntalamiento de sus capacidades productivas y el acceso a recursos, que den garantía de seguridad alimentaria, cuidado del medio ambiente, nutrición, gestión de los recursos forestales, uso apropiado del agua y mecanismos que las sitúen y mantengan en el mercado económico.

La pobreza involucra aspectos éticos, económicos y políticos. Es una forma predominante de exclusión y de negación de los derechos humanos, de discriminación cultural, étnica, de género, política, y está asociada a diversas formas de privaciones.

La pobreza en las zonas rurales tiene efectos devastadores en la salud, educación, nutrición, acceso a recursos, esperanza de vida, ingresos, empleo, mortalidad materna e infantil, participación política y violencia intrafamiliar, tanto para hombres como para mujeres. Sin embargo, es la población femenina la que resulta más afectada por la pobreza, la cual impacta con mayor fuerza y severidad sobre ella.

Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), las mujeres rurales en el Perú constituyen el sector poblacional con menor nivel educativo y evidencian mayores tasas de analfabetismo y mortalidad materna. Su esperanza de vida es de 7 años menor que el de las mujeres urbanas; poseen menos acceso a recursos y oportunidades de empleo, y presentan mayores niveles de desnutrición y anemia.

El nivel de acceso y control a los recursos productivos y económicos es mínimo y muy limitado. Su nivel de participación ciudadana es bajo. Es el sector de la población que sufre con mayor intensidad los efectos de la violencia doméstica, y el que en las últimas décadas ha sido el más golpeado por la violencia política y social que vivió el país.

Las mujeres rurales tienen mayores cargas de responsabilidad, debido a que simultáneamente se les exige que cumplan con sus roles de manejo comunitario, productivo y reproductivo.

Las mujeres producen en promedio más de la mitad de todo el alimento que se cultiva en el mundo: más del 80% en África, 60% en Asia, entre 30% y 40% en América Latina y los países occidentales.

La formulación de marcos jurídicos con perspectiva de género y la eliminación de los factores culturales e institucionales que impiden el reconocimiento de la mujer como productora son esenciales para garantizar el acceso de la mujer rural a la tierra.

La mujer contribuye al ingreso del hogar, a través de la huerta familiar, de la producción doméstica y artesanal y del trabajo asalariado.

La contribución de las mujeres a la agricultura está ampliamente subestimada, pues generalmente son consideradas trabajadoras familiares no remuneradas.

En los decenios últimos el número de mujeres de las zonas rurales que viven en la pobreza absoluta ha aumentado en un 50%, en comparación con el 30% en el caso de los hombres.

Durante la larga guerra interna la mujer rural lleva en sus espaldas la pesada cruz del sacrificio, como madre, esposa e hija. En suma la mujer rural es la heroína del campo y por ello nuestro rendido homenaje en su día. (con información: agencias. Ongés, medios de comunicación y estadísticas oficiales)

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