La estrategia represiva contra las drogas y las materias primas tiende a cambiar, debido al fracaso de la guerra contra uno de los flagelos que desestabiliza al mundo. Foto Internet.
En México son recurrentes los ataques y crímenes contra periodistas. Solo en el último año 10 de ellos –uno más está desaparecido– pagaron con su vida la labor de informar. Y si bien los narcotraficantes son los principales responsables, en los últimos tiempos las agresiones también vienen de parte de policías y militares. La seguridad para los periodistas mexicanos no existe.
Por Miguel Gutiérrez R.
Un columnista del diario El Universal se preguntaba hace unos días qué podían tener en común México y Somalia, un país africano que ha vivido y vive una cruenta guerra civil. Él mismo se respondía señalando que ambos se disputan cada año los primeros lugares en asesinato de periodistas en el mundo. El año pasado, diez hombres de prensa fueron asesinados en México y una mujer está en calidad de desaparecida.
Aunque para algunos la comparación pueda ser forzada, para otros esto no está lejos de ser una realidad a juzgar por la información que llega diariamente de México: enfrentamientos entre grupos criminales de la droga que se disputan territorios y rutas, ejecuciones a funcionarios y asesinatos a civiles, mientras militares se imponen agresivamente en las principales ciudades para dar caza a los jefes de los carteles.
En medio de este contexto, los medios y periodistas que cubren el tema no suelen escaparse y, por el contrario, son alcanzados por esta espiral de violencia. Hace apenas 11 días, el pasado 30 de diciembre, José Luis Romero, viejo reportero que cubría asuntos policiales en el noticiario radiofónico Línea directa, transitaba tranquilamente una noche en el poblado de Los Mochis, cabecera del municipio de Ahome, en Sinaloa, cuando hombres encapuchados que iban detrás de él en una camioneta roja sin placas lo detuvieron y llevaron a rastras hacia el vehículo.
El jefe de investigaciones de la policía, Jesús Escalante, a cargo de indagar el secuestro del periodista, fue asesinado horas más tarde. El funcionario conducía su camioneta a pocos metros de la sede de la Policía cuando un grupo de desconocidos abrió fuego contra él desde dos automóviles en movimiento. Recibió al menos 30 disparos de rifle AK-47. Las autoridades de Sinaloa indicaron que ambos casos podrían estar vinculados. Sin embargo, no hay pruebas contundentes como tampoco hasta ahora señales de vida de Romero.
Callar es vivir
El peligro del ejercicio del periodismo en este país no es reciente. Un colaborador peruano de este suplemento, Luis Jhon, radicado hace muchos años en ese país, nos describía hace poco el peligro que se vive cuando uno quiere realizar investigaciones periodísticas allá.
“Recuerdo que en 1998 –cuenta Jhon– cuando andaba averiguando sobre la presencia de los narcotraficantes peruanos López Paredes, insistí mucho en obtener una entrevista con Mariano Herrán Salvati, en ese entonces titular de la Fiscalía Antidrogas de la Procuraduría General de la República. Fue entonces que un editor del periódico Reforma me dijo que ya no siguiera con este tema porque en México, donde nadie me conocía, simplemente me desaparecían y listo. Me dijo que no podía confiar en las autoridades porque no había modo de saber de qué lado estaban”, señaló.
Para corolario, el colega nos dijo que el mencionado fiscal antidrogas Mariano Herrán está preso desde enero pasado en el Estado Chiapas por desviar fondos a empresas ligadas al lavado de dinero.
En México, los narcotraficantes y los políticos locales coludidos con ellos, no se andan con miramientos cuando la prensa les es molesta. Por eso el periodismo de investigación es casi inexistente en México. Hay revistas donde las historias de narcos las firma la redacción o no llevan firma o van con seudónimo.
Sin duda hay valientes que siguen con el tema como lo fue en su momento Jesús Blancornelas, director del semanario Zeta de Tijuana quien, por sus escritos, fue víctima en 1997 de un atentado que casi acaba con su vida.
Otros hombres de prensa, en cambio, no han tenido tanta suerte. El periodista de Televisa en Acapulco, Daniel Martínez Gil, fue asesinado el 27 de julio del año pasado y el reportero del periódico Milenio, Eliseo Barrón Laguna, el 26 de mayo.
Si los grupos criminales no dudan en asesinar a periodistas de medios de prensa reconocidos a nivel internacional, menos dificultad tienen en desenfundar sus armas para silenciar a reporteros de medios locales o comunitarios o aquellos que trabajan de manera independiente y que no gozan de ningún tipo de protección ni garantías. Peor aún, no se habla de las ejecuciones de los informantes de la policía o de los periodistas que aparecen muertos en alguna calle de Ciudad Juárez o Michoacán.
Por eso y con justa razón, el pasado 9 de enero cuando las autoridades realizaban una conmemoración por el Día Internacional de los Derechos Humanos decenas de periodistas entregaron una carta al procurador general de México donde señalaban que no había nada que conmemorar.
“En este Día Internacional de los Derechos Humanos queremos dejar asentado que las y los periodistas no tenemos nada que conmemorar. Derechos fundamentales como la libertad de expresión, la de prensa y el acceso a la información, establecidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, están siendo gravemente vulnerados en México y el Gobierno es omiso ante ello”, señalaba la carta.
Desde hace años que viven bajo la línea de fuego y las condiciones son cada vez más peligrosas. Ya no solo deben burlar a los asesinos narcos sino que también deben enfrentar la agresión policial-militar y la corrupción de las autoridades. Un cóctel que muchas veces acaba con la muerte.
Una prensa silenciada
Hace 4 años la violencia generada por el narcotráfico y, por lo tanto, las agresiones y asesinatos a periodistas mexicanos se concentraba en el norte de ese país por la presencia de los carteles de Tijuana y el de Juárez.
La aplicación de la política de seguridad pública del presidente Felipe Calderón iniciada el 2007 tuvo como efecto no deseable que la violencia se extendiera a casi todos los estados y que las víctimas fueran también los hombres de prensa.
“Las agresiones contra la prensa no solo provienen de las organizaciones criminales. En términos de porcentaje, las más recurrentes, no las más graves, tienen que ver con el Ejército, policía federal y autoridades locales”, señala Darío Ramírez, director de la oficina para México y Centro América de ARTICLE 19, una organización internacional que defiende la libertad de expresión.
A estos dos elementos que hacen difícil el ejercicio del periodismo en estos tiempos, se agrega el hecho de que no existe una cultura de periodismo de investigación.
“Hay un estado de censura generalizado promovido desde varios frentes, incluso desde el gobierno. A esto se añade que históricamente los medios no se han democratizado al ritmo de la transición política mexicana. Mantienen muchos vicios y viejas prácticas que se arrastran del régimen priísta”, dice Ramírez.
Cifras
56 periodistas fueron asesinados desde el 2000
9 desaparecidos desde el 2000
10 asesinados el 2009
Tomado de:
http://www.larepublica.pe/archive/all/domingo/20100110/24/node/243257/todos/1558
En México son recurrentes los ataques y crímenes contra periodistas. Solo en el último año 10 de ellos –uno más está desaparecido– pagaron con su vida la labor de informar. Y si bien los narcotraficantes son los principales responsables, en los últimos tiempos las agresiones también vienen de parte de policías y militares. La seguridad para los periodistas mexicanos no existe.
Por Miguel Gutiérrez R.
Un columnista del diario El Universal se preguntaba hace unos días qué podían tener en común México y Somalia, un país africano que ha vivido y vive una cruenta guerra civil. Él mismo se respondía señalando que ambos se disputan cada año los primeros lugares en asesinato de periodistas en el mundo. El año pasado, diez hombres de prensa fueron asesinados en México y una mujer está en calidad de desaparecida.
Aunque para algunos la comparación pueda ser forzada, para otros esto no está lejos de ser una realidad a juzgar por la información que llega diariamente de México: enfrentamientos entre grupos criminales de la droga que se disputan territorios y rutas, ejecuciones a funcionarios y asesinatos a civiles, mientras militares se imponen agresivamente en las principales ciudades para dar caza a los jefes de los carteles.
En medio de este contexto, los medios y periodistas que cubren el tema no suelen escaparse y, por el contrario, son alcanzados por esta espiral de violencia. Hace apenas 11 días, el pasado 30 de diciembre, José Luis Romero, viejo reportero que cubría asuntos policiales en el noticiario radiofónico Línea directa, transitaba tranquilamente una noche en el poblado de Los Mochis, cabecera del municipio de Ahome, en Sinaloa, cuando hombres encapuchados que iban detrás de él en una camioneta roja sin placas lo detuvieron y llevaron a rastras hacia el vehículo.
El jefe de investigaciones de la policía, Jesús Escalante, a cargo de indagar el secuestro del periodista, fue asesinado horas más tarde. El funcionario conducía su camioneta a pocos metros de la sede de la Policía cuando un grupo de desconocidos abrió fuego contra él desde dos automóviles en movimiento. Recibió al menos 30 disparos de rifle AK-47. Las autoridades de Sinaloa indicaron que ambos casos podrían estar vinculados. Sin embargo, no hay pruebas contundentes como tampoco hasta ahora señales de vida de Romero.
Callar es vivir
El peligro del ejercicio del periodismo en este país no es reciente. Un colaborador peruano de este suplemento, Luis Jhon, radicado hace muchos años en ese país, nos describía hace poco el peligro que se vive cuando uno quiere realizar investigaciones periodísticas allá.
“Recuerdo que en 1998 –cuenta Jhon– cuando andaba averiguando sobre la presencia de los narcotraficantes peruanos López Paredes, insistí mucho en obtener una entrevista con Mariano Herrán Salvati, en ese entonces titular de la Fiscalía Antidrogas de la Procuraduría General de la República. Fue entonces que un editor del periódico Reforma me dijo que ya no siguiera con este tema porque en México, donde nadie me conocía, simplemente me desaparecían y listo. Me dijo que no podía confiar en las autoridades porque no había modo de saber de qué lado estaban”, señaló.
Para corolario, el colega nos dijo que el mencionado fiscal antidrogas Mariano Herrán está preso desde enero pasado en el Estado Chiapas por desviar fondos a empresas ligadas al lavado de dinero.
En México, los narcotraficantes y los políticos locales coludidos con ellos, no se andan con miramientos cuando la prensa les es molesta. Por eso el periodismo de investigación es casi inexistente en México. Hay revistas donde las historias de narcos las firma la redacción o no llevan firma o van con seudónimo.
Sin duda hay valientes que siguen con el tema como lo fue en su momento Jesús Blancornelas, director del semanario Zeta de Tijuana quien, por sus escritos, fue víctima en 1997 de un atentado que casi acaba con su vida.
Otros hombres de prensa, en cambio, no han tenido tanta suerte. El periodista de Televisa en Acapulco, Daniel Martínez Gil, fue asesinado el 27 de julio del año pasado y el reportero del periódico Milenio, Eliseo Barrón Laguna, el 26 de mayo.
Si los grupos criminales no dudan en asesinar a periodistas de medios de prensa reconocidos a nivel internacional, menos dificultad tienen en desenfundar sus armas para silenciar a reporteros de medios locales o comunitarios o aquellos que trabajan de manera independiente y que no gozan de ningún tipo de protección ni garantías. Peor aún, no se habla de las ejecuciones de los informantes de la policía o de los periodistas que aparecen muertos en alguna calle de Ciudad Juárez o Michoacán.
Por eso y con justa razón, el pasado 9 de enero cuando las autoridades realizaban una conmemoración por el Día Internacional de los Derechos Humanos decenas de periodistas entregaron una carta al procurador general de México donde señalaban que no había nada que conmemorar.
“En este Día Internacional de los Derechos Humanos queremos dejar asentado que las y los periodistas no tenemos nada que conmemorar. Derechos fundamentales como la libertad de expresión, la de prensa y el acceso a la información, establecidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, están siendo gravemente vulnerados en México y el Gobierno es omiso ante ello”, señalaba la carta.
Desde hace años que viven bajo la línea de fuego y las condiciones son cada vez más peligrosas. Ya no solo deben burlar a los asesinos narcos sino que también deben enfrentar la agresión policial-militar y la corrupción de las autoridades. Un cóctel que muchas veces acaba con la muerte.
Una prensa silenciada
Hace 4 años la violencia generada por el narcotráfico y, por lo tanto, las agresiones y asesinatos a periodistas mexicanos se concentraba en el norte de ese país por la presencia de los carteles de Tijuana y el de Juárez.
La aplicación de la política de seguridad pública del presidente Felipe Calderón iniciada el 2007 tuvo como efecto no deseable que la violencia se extendiera a casi todos los estados y que las víctimas fueran también los hombres de prensa.
“Las agresiones contra la prensa no solo provienen de las organizaciones criminales. En términos de porcentaje, las más recurrentes, no las más graves, tienen que ver con el Ejército, policía federal y autoridades locales”, señala Darío Ramírez, director de la oficina para México y Centro América de ARTICLE 19, una organización internacional que defiende la libertad de expresión.
A estos dos elementos que hacen difícil el ejercicio del periodismo en estos tiempos, se agrega el hecho de que no existe una cultura de periodismo de investigación.
“Hay un estado de censura generalizado promovido desde varios frentes, incluso desde el gobierno. A esto se añade que históricamente los medios no se han democratizado al ritmo de la transición política mexicana. Mantienen muchos vicios y viejas prácticas que se arrastran del régimen priísta”, dice Ramírez.
Cifras
56 periodistas fueron asesinados desde el 2000
9 desaparecidos desde el 2000
10 asesinados el 2009
Tomado de:
http://www.larepublica.pe/archive/all/domingo/20100110/24/node/243257/todos/1558
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