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En reciente recorrido por las regiones Pasco y Junín, complementario a lo que hiciéramos en Huánuco, San Martín y Ucayali, semanas antes, pudimos comprobar que era cierto lo que denuncian frecuentemente los campesinos: “Que su pobreza va en aumento y que el hambre en ellos es también un crimen”, en muchos hogares las familias comen una vez al día y en ocasiones no comen, por que al alza del costo de vida se agrega el de los fertilizantes, los pasajes y las medicinas, sin que nadie haga algo por evitarla, aún siendo concientes que podría desencadenar una ola de violencia con consecuencias impredecibles; “porque todo se puede aguantar, pero no el hambre que aniquila física y mentalmente” afirman desconcertados jefes de familia que no obstante dedicarse a varias actividades no logran superar el estado de decadencia en que se debaten.
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Ir al mercado se ha convertido en un martirio para las amas de casa, ni hablar de parar la olla que resulta una odisea. Un grupo cada vez creciente de estudiantes primarios y secundarios en el área rural van sin tomar desayuno dos o tres veces a la semana y duermen sin cenar algunos días, obvio que el rendimiento es deprimente. Y los universitarios están mejor?, relativamente, los comedores alivian en algo el sufrimiento, pero no es suficiente para los hijos de los campesinos, ello explicaría en parte el pobre rendimiento y la calidad profesional de los que salen de las aulas universitarias, salvo excepciones; aunque también los docentes holgazanes y corruptos, que van en aumento, son responsables de la pobre performance universitaria.
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Tener como fuente de ingreso la agricultura, no constituye comodidad y menos rentabilidad, porque los productos de primera necesidad en el mercado como arroz, aceite, menestras, harina, leche, huevos, entre otros, son mayores en comparación con lo que obtenemos en nuestras tierras, se lamentan. “El costo de producción es alto, trabajamos toda la familia sin valorar nuestros jornales, por que si lo haríamos las pérdidas serían mayores y nuestra adversidad aumentaría”, sostienen.
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En el caso del plátano, es el colmo, el precio que nos pagan por kilo es de 0.20 a 0.30 céntimos, “con este precio ya no se puede vivir, el sacrificio que uno hace no es valorado”, dice Ernestina Juárez agricultora de 45 años en Oxapampa - Pasco.
En el caso del cacao el precio de venta es de 6.50 soles pero igual el costo de producción es alto, sobre todo si es orgánico y con los niveles de productividad bajos por la escasa tecnología y el alto precio de los fertilizantes y productos controladores de plagas y enfermedades se producen pérdidas aunque menores que los otros cultivos, por el momento, señalan. “En algunas cooperativas pagan 7 soles el kilo de cacao orgánico, pero la producción orgánica significa mayor inversión y menor ingreso porque la productividad es menor dado que no se puede utilizar productos químicos que ayudan a una mayor cosecha y por consiguiente bajan los costos. Nos obligan a producir productos ecológicos pero el precio adicional es mínimo, a veces el 10% del precio del producto convencional fijado en bolsa” explica Jorge Macahuachi de Curimana - Ucayali, quien dice estar cansado de asistir a tantos talleres y cursos de capacitación sin efecto alguno en el mejoramiento de su nivel de vida, porque sin créditos no es posible aplicar la tecnología.
En Tocache, Juanjui, Tingo María, Monzón, Aguaytia, el clamor por un cambio en base a una evaluación técnica profunda y la atención inmediata del gobierno no es escuchado por los burócratas insensibles, que incluso inventan “encuestas” fabrican informes de monitoreo al gusto de los contratantes, que por cierto pagan limosnas por los trabajos de campo y suculentos sueldos a los de escritorio. Según se deduce de las declaraciones del relacionista Jorge Caico de la cuestionada Chemonics Inc, haciendo frente a la ola de críticas y censuras por un supuesto “Diagnóstico de consumo de medios” en el área rural, “les pagamos mil 200 soles incluido la motocicleta y otros gastos”, le dijo a su entrevistador quien aparentemente respaldó su posición fallida de enfrentar a la Universidad de la Selva con los periodistas críticos, al calificar de infidencia y falta de ética la filtración de una información que debería ser publica, sino se emulara a la costumbre clandestina de la ex Gestapo o la CIA que al parecer valida el trabajo del frustrado “programa de desarrollo alternativo.”
En la Sierra también se vive un drama más patético aún, para Alejandro Chumbipuma, agricultor de San Jerónimo en Junín, los productos vienen siendo comprados por los intermediarios, quienes pagan una miseria, “la papa blanca nos compran a 0.30 céntimos el kilo, el choclo 8 por un nuevo sol, la arveja a 0.60 céntimos el kilo, precios que no alcanzan para recuperar lo invertido durante la producción, nos generan pérdidas y mayor pobreza, quisiéramos dedicarnos a otras actividades pero no hay oportunidades”, enfatiza.
La realidad de Junín o Pasco respecto a la mediana y pequeña agricultura es la misma, con ligeras variantes, que en Huánuco, San Martín y Ucayali. Con la diferencia que en estas tres regiones existe todo un aparataje en torno al “desarrollo alternativo” que en la practica se sostiene en cultivos tradicionales como el café, cacao trabajados desde la década del 60 y la palma aceitera desde la década de los 80, para decir que los agricultores viven en el mejor de los mundos, que estos cultivos han logrado desplazar a la coca, que el desarrollo alternativo que en la práctica es inexistente, si funciona, entre otras tonterías. Para ese trabajo cuentan con gente torpe y logística comunicacional bien aceitada con remuneraciones apetecibles que hacen olvidar el criterio de ética o responsabilidad social, características intrínsecas de todo buen profesional en convivencia armónica con su comunidad y que rechaza el triste papel del eunuco cumpliendo un simple libreto.
“Esa gente nos hace daño, porque por su culpa, los que no conocen nuestra realidad creen que es cierto lo que aseguran en sus informes o escritos preparados desde un escritorio con datos bajados de Internet y dejan de enviarnos nuevos y mayores recursos” sentencian los agricultores, principalmente cocaleros, los más afectados por el “palo y la zanahoria” del plan antidrogas.
El sello de la estrategia antidrogas norteamericana impuesta en Colombia, Perú y Bolivia, por EE.UU. y sus agencias u onegés ejecutoras, es sencillamente uno de los vicios funestos que puede agravar los problemas presentes y conducirnos a problemas mayores en el futuro en las zonas que hemos visitado y a los que nos referimos en el presente informe. Ojala estemos equivocados.
* Imágenes: 1) Programas sociales y “acciones cívicas” para paliar la extrema pobreza en el campo y asentamientos marginales de las ciudades. 2) Campesinos empobrecidos por la erradicación de sus cocales queman sus rústicas viviendas, abandonan sus parcelas en Pizana - Tocache y pasan a engrosar los cinturones de la miseria en las ciudades. 3) Estudiantes de familias campesinas sufren las consecuencias de la extrema pobreza. 4) Pueblos empobrecidos de la sierra, son la última rueda del coche en la toma de decisiones gubernamentales. Fuente: Prensa Verde
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