miércoles, 30 de septiembre de 2009

Trata de personas. Un negocio sucio e impune

En cinco años sólo 570 personas han sido rescatadas por la policía. Lo que Estrella no sabe es porqué casi todos los tratantes siguen atrapando personas en sus redes sin recibir su merecido.

(1) Muy pocos son los casos en los que la trata es castigada. (2) Adolescentes explotadas en las calles. (3) El servicio doméstico puede ser otra forma de explotación.

La trata de personas queda generalmente sin castigo por la incapacidad de los fiscales, la corrupción policial, la demora del sistema judicial y la ineficacia del gobierno.

También la falta de una legislación clara sobre la muy extendida prostitución, favorece a los traficantes.

Estrella fue traída a Lima por vía terrestre cuando tenía 15 años, anotó Ángela Villón en sus cuadernos de registrar los datos de las mujeres que escapaban de las garras de proxenetas y mafias de tratantes y luego acudían a ella en busca de ayuda. Ya entonces Villón, antigua trabajadora sexual, tenía el hábito de refugiar prostitutas en su casa y regresar a su lugar de origen a menores de edad víctimas de tratantes. Luego comenzaría a defender desde la asociación “Miluska, Vida y Dignidad”, que fundó el año 2002, el ejercicio de la prostitución, pero sin presiones ni amenazas de ninguna mafia.

Ahora esas anotaciones sirven para recrear casos de víctimas de tratantes que nunca alcanzaron ni alcanzarán justicia, como Estrella, aquella quinceañera pobre recién bajada de la sierra piurana que fue obligada por su empleadora a alquilar su cuerpo en las prostibularias calles del Centro de Lima. Dos años pasó esta muchacha siendo utilizada como instrumento de placer carnal hasta que un parroquiano quiso ayudarla y pagó 500 soles para rescatarla de la zona en donde la prostituían. Ella tenía 17 años recién cumplidos y, una vez libre de sus raptores, decidió denunciarlos, pero en la comisaría no le aceptaron la queja porque era “una simple prostituta”. Ese día supo que en nuestro país es difícil, casi imposible, encontrar justicia cuando de castigar a tratantes se trata.

Ahora Estrella, con 23 años, ejerce la prostitución por su propia cuenta. Sabe que el Sistema de Registro y Estadística del delito de Trata de Personas y Afines (RETA) que emplea la Policía Nacional ha detectado, desde su formación en el año 2004 hasta setiembre de este año, 227 casos similares al suyo y también casos de trata en otras modalidades. Conoce además que en los últimos cinco años 80 personas han sido detenidas por cometer este delito pero sólo 21 son procesadas actualmente en los juzgados penales de Lima y Mala. Peor aún, sabe que existe registro de un sólo condenado por trata de personas, se llama Edwin Sánchez y fue sentenciado a diez años de prisión en diciembre de 2006. En cinco años sólo 570 personas han sido rescatadas. Lo que Estrella no sabe es porqué casi todos los tratantes siguen atrapando personas en sus redes sin recibir su merecido.

¿Por qué tan pocos enjuiciados, porqué no se les castiga? ¿Por qué no hay justicia? pregunta Estrella.

Ocurre que, señala Mar Pérez, abogada de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, cuando la Policía detiene a los tratantes y los entrega a las autoridades fiscales para que investiguen el caso, muchas veces los representantes del Ministerio Público no formulan denuncia. Como no dominan el tema, entonces no aplican la legislación y los criminales se van a sus casas luego de pasar algunos días en la carceleta de la Fiscalía.

La congresista Rosario Sasieta, quien preside un grupo parlamentario que analiza el delito de trata, indica que, efectivamente, hay un problema en el tratamiento del delito. “Los fiscales no califican bien el delito, creen que todo lo relacionado a trabajo sexual es prostitución y confunden a los tratantes con proxenetas. No están bien capacitados, hay que hacerles entender a los fiscales que la trata es un delito muy grave, porque es trasladar a una persona de un lugar a otro para sacar provecho de ella, sobre todo mediante la explotación sexual y laboral”, sostiene Sasieta.

Los fiscales, a lo mucho, denuncian a los detenidos como si hubieran cometido el delito de proxenetismo y no como tratantes. Muchas veces, ante la falta de pruebas, los mismos tratantes prefieren confesar que son proxenetas, con la intención de evadir elevadas condenas. Los delincuentes saben que por proxenetismo recibirían sólo una condena de 6 años de prisión mientras que por trata de personas la pena puede llegar a 25 años.

Los detenidos argumentan que ellos sólo cumplen una función protectora con las prostitutas y que desconocen si las muchachas con las que trabajan son menores de edad. Por eso es importante conocer, añade Sasieta, que cuando una chica de 16 años es vista ofreciendo sus servicios sexuales en la calle no es un casoo de prostitución sino un caso de explotación sexual de menores y es casi seguro que existe detrás de esa muchacha una red de esclavistas modernos. Situación diferente es la de las trabajadoras sexuales que por su propia voluntad mantienen relaciones a cambio de dinero.

Mar Pérez añade que existe un tema de “insensibilidad” de los fiscales que por dejadez no ponen empeño al investigar estos casos. Con ella coincide Heidi Noriega, consultora de la ONG Capital Humano y Social, quien indica que “la falta de sensibilidad de los fiscales es un punto crítico, porque ellos realizan su propio análisis, su evaluación del delito y, cuando no consiguen las pruebas suficientes, dicen que un determinado caso de trata no configura este delito”.

Pero no todo es culpa de los fiscales, la Policía tiene también responsabilidad. Ángela Villón denuncia que los efectivos policiales no resultan ser tan efectivos al momento de perseguir a los tratantes y los proxenetas. “Soy testigo de la entrega de coimas a cambio de soltar y dejar en libertad a tratantes; en la policía también se traban muchas denuncias”, dice la directora de “Miluska, Vida y Dignidad”.

“Estas mafias están bien organizadas, allí corre muchísimo dinero porque la trata es un negocio lucrativo, casi casi como el tráfico de armas y el de drogas. Entre los tratantes y la policía hay arreglos y seguro por eso en los operativos los únicas perjudicadas son las mujeres detenidas, casi nunca presentan a los tratantes ni a los proxenetas”, sostiene Villón quien por desenmascarar la asociación entre policías y delincuentes sufrió dos intentos de asesinato que la obligaron a huir a Trujillo.

En esa ciudad norteña Villón encontró lugares de explotación que habían captado niñas discapacitadas y hasta con retardo mental y las obligaban a prostituirse a vista y paciencia de la policía. A su vez, Sasieta critica al gobierno por no resolver problemas como estos y detalla que el informe que elaboró concluye que instituciones públicas como el Ministerio de la Mujer y el Ministerio del Interior cuentan con los recursos y la logística necesarios para luchar contra estos delitos pero los funcionarios responsables hacen poco o nada.

El círculo de la impunidad se cierra en el Poder Judicial, donde demora la solución de los pocos casos de trata que han llegado a los tribunales. Así la justicia para las víctimas de tratantes está aún muy lejana, mientras los delincuentes continúan caminando libres por las calles y llevando su mafiosa actividad a más regiones del país.

La pobreza detrás de la trata

Según Mar Pérez, la trata es un delito que está extendido en el Perú porque es casi una costumbre, sobre todo en el interior del país, donde los padres entregan a sus hijos al padrino o al compradre para que se hagan cargo de los menores. Mar fue testigo de esta situación. Cuenta que viajando por Santa Rosa de Quives, en Canta, una mujer quiso entregarle a su hija para que la críe lejos de esa zona pobre de Lima.

—¿Y qué le dijiste a la mujer?

—Que no podía llevarme a su hija, que no debía entregarla a nadie, por más pobres que sean y que su hija era lo más valioso que podía tener.

La negativa de Mar casi nunca se repite. Ante tal ofrecimiento, personas inescrupulosas reciben a los menores, los traen a Lima y los ponen a trabajar en casas como empleados del hogar o en fábricas de ladrillos o extrayendo minerales en socavones o mendigando en las calles. Como los padres entregan a sus hijos, la trata a nivel nacional, asegura Mar, está muy extendida y es una problemática social grave, mucho más grave que a nivel internacional.

Además, mientras no haya un marco legal que regularice la prostitución, la situación seguirá favoreciendo a las mafias de tratantes y proxenetas, que se camuflan bajo el término “prostitución” y evaden la cárcel. Por eso, asociaciones como “Miluska, Vida y Dignidad”, que preside Ángela Villón, demandan que el Congreso y el gobierno priorice un marco legal para su trabajo para regular, por ejemplo, las cooperativas de trabajadoras sexuales y la entrega de certificados médicos a mujeres sin verificar si son mayores o menores de edad ya que los tratantes consiguen documentación para las muchachas y así explotarlas con “permiso”.

Marcelo Puelles
Redacción

Tomado de:
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/informe-especial/un-negocio-sucio-e-impune_47279.html

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