La mega corrupción fujimontesinista es una caja de Pandora, aún no se ha investigado un cúmulo de delitos graves que involucran a familiares, ex ministros, militares, parlamentarios y testaferros. Foto La Primera
Ya hay pedidos a la fiscalía para que investigue con qué dinero fueron educados los jóvenes Fujimori en los años 90. El tema dormía en el olvido hasta que, en una ilustración de lo que significa escupir al cielo, a la candidata se le ocurrió exigirles más transparencia a los demás políticos.
La saga de los 10 años en el poder de la familia Fujimori todavía tiene abundante material para la investigación. Solo el contenido y destino de las 40 maletas con que fugó Alberto Fujimori a Japón en el 2000, material robado en parte al domicilio del socio Vladimiro Montesinos, daría para un librito.
¿Qué traía el prófugo en esas alforjas? Hay más de una versión: efectivo y oro en barras, testimonios grabados que lo incriminaban y que en su huida ya no tuvo tiempo para destruir, documentos comprometedores para otras personas, información de especial interés para el Estado japonés. La lista puede seguir.
Quizás la eclosión de denuncias presentadas y judicializadas que rodeó a la extradición de Fujimori produjo la momentánea, y errónea, impresión de que en estos temas ya todo estaba investigado. Pero el paso del tiempo, y los enigmas universitarios, están abriendo un apetito por conocer más.
No todo son secretos en esta historia. También hay escándalos, semi-escándalos o cuasi-escándalos que en los años 90 despertaron curiosidad e indignación, y que fueron opacados por otros mayores, o por lo menos más vistosos. La suma de estos casos daría para un grueso volumen de sorpresas.
La peripecia del amigo presidencial Augusto Miyagusuku en la presidencia de la aseguradora Popular y Porvenir, para citar un solo caso en el mundo financiero, superaría con creces varios prominentes escándalos de estos días, si hubiera una voluntad de seguir escarbando.
La historia de la hermana Rosa y del cuñado Víctor Aritomi, prófugos en el Japón, también merecería mayor investigación. Debemos suponer que con cada año que pasa se va haciendo más fácil buscar en ese país, y en otros, la verdad sobre un lustro de buena vida de la familia Fujimori sin fuentes de financiamiento conocidas.
Una de las habilidades de Alberto Fujimori fue para la mentira al paso: una explicación rápida y apenas verosímil para tranquilizar a quienes entonces no deseaban saber mucho más que eso. La falsa intoxicación por bacalao lanzada en la campaña de 1990 fue la primera, pero no la última ni la mayor de sus mentiras.
La amnesia nacional frente a la historia de Fujimori en el poder y después les resulta indispensable a todos los que hoy hacen política en su nombre, pero sin la menor disposición a reconocer que son también los herederos de su más que turbia ética pública y privada.
Ya hay pedidos a la fiscalía para que investigue con qué dinero fueron educados los jóvenes Fujimori en los años 90. El tema dormía en el olvido hasta que, en una ilustración de lo que significa escupir al cielo, a la candidata se le ocurrió exigirles más transparencia a los demás políticos.
La saga de los 10 años en el poder de la familia Fujimori todavía tiene abundante material para la investigación. Solo el contenido y destino de las 40 maletas con que fugó Alberto Fujimori a Japón en el 2000, material robado en parte al domicilio del socio Vladimiro Montesinos, daría para un librito.
¿Qué traía el prófugo en esas alforjas? Hay más de una versión: efectivo y oro en barras, testimonios grabados que lo incriminaban y que en su huida ya no tuvo tiempo para destruir, documentos comprometedores para otras personas, información de especial interés para el Estado japonés. La lista puede seguir.
Quizás la eclosión de denuncias presentadas y judicializadas que rodeó a la extradición de Fujimori produjo la momentánea, y errónea, impresión de que en estos temas ya todo estaba investigado. Pero el paso del tiempo, y los enigmas universitarios, están abriendo un apetito por conocer más.
No todo son secretos en esta historia. También hay escándalos, semi-escándalos o cuasi-escándalos que en los años 90 despertaron curiosidad e indignación, y que fueron opacados por otros mayores, o por lo menos más vistosos. La suma de estos casos daría para un grueso volumen de sorpresas.
La peripecia del amigo presidencial Augusto Miyagusuku en la presidencia de la aseguradora Popular y Porvenir, para citar un solo caso en el mundo financiero, superaría con creces varios prominentes escándalos de estos días, si hubiera una voluntad de seguir escarbando.
La historia de la hermana Rosa y del cuñado Víctor Aritomi, prófugos en el Japón, también merecería mayor investigación. Debemos suponer que con cada año que pasa se va haciendo más fácil buscar en ese país, y en otros, la verdad sobre un lustro de buena vida de la familia Fujimori sin fuentes de financiamiento conocidas.
Una de las habilidades de Alberto Fujimori fue para la mentira al paso: una explicación rápida y apenas verosímil para tranquilizar a quienes entonces no deseaban saber mucho más que eso. La falsa intoxicación por bacalao lanzada en la campaña de 1990 fue la primera, pero no la última ni la mayor de sus mentiras.
La amnesia nacional frente a la historia de Fujimori en el poder y después les resulta indispensable a todos los que hoy hacen política en su nombre, pero sin la menor disposición a reconocer que son también los herederos de su más que turbia ética pública y privada.
Tomado de:
http://www.larepublica.pe/observador/26/05/2009/los-fujimori-todavia-100-investigables
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