domingo, 17 de agosto de 2008

Memorias del Fujishock

El 8 de agosto de 1990 el gobierno de Alberto Fujimori –que encontró un país quebrado tras la primera y desastrosa gestión de Alan García– anunció el ajuste económico más dramático de nuestra historia. De un día para otro los peruanos descubrieron que su dinero casi no tenía valor. Este es un recuento de cómo se vivieron esos días aciagos.

La mañana del 9 de agosto de 1990, al día siguiente del paquetazo que hoy todos recuerdan como el ‘fujishock’, la ciudad amaneció triste y vacía. Mucha gente deambulaba por Lima sin saber qué hacer. No había buses de transporte público, los mercados y tiendas estaban cerrados, y los pocos negocios abiertos no atendían porque no sabían aun cuánto cobrar. Al trabajo se podía ir en camión compartiendo la tolva con decenas de personas, y también podía verse a soldados patrullando las calles.

Esa presencia armada no impidió las protestas. Por la mañana tres personas murieron baleadas por las fuerzas del orden: dos en intentos de saqueo y una mientras hacía cola para comprar azúcar. Por la noche, una turba de casi cien personas atacó la tienda de Ernestina Ramírez en el pueblo joven Dos de Mayo, en el Callao. Con el pretexto de que ella no abría el local por esperar que subieran los precios, los agresores rompieron la puerta y se llevaron todo. La revista Domingo, de este diario, recogió su historia.

Para entonces, a despecho de la frase "Que Dios nos ayude" lanzada en la víspera por el ministro de Economía Juan Carlos Hurtado Miller, millones de peruanos andaban pensando en estrategias para enfrentar la crisis. Los diarios contaban historias de supervivencia: una fue la de Tiburcia Gabino, presidenta de un comedor popular en el barrio El Trébol, en Huachipa. "Hemos duplicado el número de socias para completar la olla del almuerzo con sus aportes", contó. Casos parecidos abundaban por toda la ciudad.

Las madres de familia se juntaban en grupos de 30 o 40 personas, cada una aportaba entre 20 y 50 mil intis, y con eso compraban, por ejemplo, frejoles, pescado, arroz y verduras para hacer sopa y segundo. Antes del shock, algunos comedores incluso daban lonche, pero después casi todos con las justas alcanzaban a completar el almuerzo. Un solo plato.

Las alzas fueron brutales: la lata de leche que costaba 120 mil intis subió a 330 mil; el kilo de azúcar blanca que estaba 150 mil intis se elevó a 300,000; el pan francés que costaba 9 mil intis subió a 25,000. La gasolina pasó, de un solo cocacho, de 21 mil intis el galón a ¡675 mil intis! Treinta veces más. La variación de precios era simplemente alucinante. Un kilo de bistec costaba 1 millón 200 mil intis y hasta este diario tuvo que reajustar su precio: pasó de costar 25 mil intis a 100 mil.

Todos sufrieron la pérdida de su capacidad adquisitiva y, en los días siguientes, muchos más perdieron su trabajo, su negocio o sus estudios. Una revista reseñó el caso de Abel Vega, despedido de un taller de metalmecánica porque no tenían cómo pagarle. Y también la historia de 15 obreros de una empresa de cerámicas que quedaron en la calle. "Trabajamos varios años en la empresa, pero nos han despedido y no nos dieron ni la bonificación de julio", contó uno de ellos. Fábricas grandes como Inresa o Cuvisa despidieron o dieron vacaciones forzadas a decenas de operarios.

La primera semana que siguió al "fujishock" la incertidumbre fue grande. La revista Caretas, fiel a su estilo, encabezó algunas de sus notas con un: "Sugerencias prácticas: cómo sobrevivir a la crisis". Y ponía a lo largo de varias páginas consejos prácticos para parar la olla, ahorrar energía o gasolina, y sacarle la vuelta a la realidad. Un ingeniero zootécnico, Abraham Díaz, contó allí su forma de enfrentar el ajuste: convirtió su azotea en biohuerto de tomates y lechugas, y corral de patos, cuyes y palomas.

Desastre previo

Pero si el fujishock hoy pertenece a la memoria colectiva del país, hay que decir que tuvo como precedente la más grande crisis económica peruana. Antes del fujimorismo, el gobierno encabezado por Alan García había empezado con grandes expectativas, pero terminó con una hiperinflación que hacía variar los precios casi de un día para otro.

Sally Bowen reseña en su libro ‘El Expediente Fujimori’ lo que fue acaso el primer error de García: "En su discurso inaugural de 1985, (anunció) que limitaría el pago de la deuda externa (…) al 10% del valor anual de las exportaciones. Su rebelión, que despertó vanas esperanzas de marcar una tendencia a ser seguida por otros líderes latinoamericanos, le costó mucho al Perú. El país fue declarado ‘inelegible’ para recibir préstamos en el futuro". Y mientras García dejaba de pagar, los intereses de la deuda se multiplicaban y la inversión extranjera se extinguía.

No fue su único error. En 1987 García intentó estatizar la banca, pero no pudo ante la férrea resistencia de los banqueros. El intento incluso dio origen al Movimiento Libertad, que encabezó Mario Vargas Llosa y que llamó la atención sobre el sesgo autoritario del proyecto. Según la página web Perú Político, "al finalizar el año 1987, la crisis era evidente: la inflación empezó a galopar (114% en diciembre), la producción se estancó y la balanza de pagos tuvo, en 1987, un saldo negativo". La inflación se convirtió en hiperinflación y el voluntarioso presidente debió aceptar un ‘paquetazo’ que su ministro Abel Salinas hizo efectivo en 1988.

El sociólogo Carlos Reyna, autor del libro "La Anunciación de Fujimori-Gobierno de Alan García 1985-1990", cuenta que ese ajuste también tuvo consecuencias terribles para la economía de los sectores más pobres. Pero el propio Alan García torpedeó el efecto. "Ese paquetazo fue el primero de varios ajustes que el gobierno aprista debía hacer. Pero García, afectado por la baja en su popularidad, decidió dejar de lado los ajustes posteriores. Con ello, el paquetazo del 88 no sirvió para nada. Y cuando le preguntaron por qué revirtió las medidas, dijo que era ‘por intuición política’. Inconcebible".

Lo que siguió fue el aumento del desempleo y la caída del ingreso. En los dos últimos años del gobierno aprista no hubo cambios: se despidió con niveles de inflación de 50% al mes. Un desastre. En esa coyuntura llegó el cambio de gobierno.

El golpe

Alberto Fujimori ganó las elecciones de 1990 afirmando que no aplicaría un shock económico, pero, como ha sido costumbre en su vida política, faltó a su palabra. Apenas diez días después de asumir el gobierno, aplicó la medida en nombre de "la estabilización de la economía". El economista Javier Iguíñiz señala que este ‘paquetazo’ fue aplicado para completar el trabajo que ya se había iniciado con el ajuste de Salinas del 88, al que también considera de dimensiones similares por su efecto en las mayorías pobres.

Mientras el país vivía con precios impagables, los economistas llamaron la atención sobre el punto flaco del shock fujimorista: fue aplicado sin anestesia. "Se eliminaron los subsidios, se elevaron varias veces los precios de los productos y no hubo aumento de salarios ni fortalecimiento de los programas sociales para paliar el alza", recuerda Iguíñiz. Los más afectados, como siempre, fueron los asalariados. "De un día para otro se encontraron con un montón de billetes que no valían nada en los bolsillos".

En agosto del 90 los pobres, los obreros, los que ganaban un salario, no tenían nada que vender, solo su trabajo. "Y su trabajo se había reducido a un tercio. En cambio los empresarios grandes no la pasaron mal. Sus productos costaban más que antes" dice Carlos Reyna. Javier Iguíñiz completa la idea: "los empresarios grandes podían sobrevivir porque el costo de la mano de obra bajaba". Un analista político acuñó entonces una frase precisa: precios japoneses, salarios africanos.

Hoy muchos recuerdan que la población recibió el golpe con estoicismo. Si bien hubo saqueos al inicio y protestas esporádicas, después las cosas se tranquilizaron. Se barajaron varias razones: 1) Que el gobierno decretó el estado de emergencia en 11 capitales de departamento para controlar los desmanes. 2) Que la población tenía miedo a las acusaciones de terrorismo (Sendero Luminoso y el MRTA estaban operativos) y no quería problemas. 3) Que la población le dio crédito a un gobierno que recién se iniciaba. "Ese shock atemorizó a la gente y le permitió a Fujimori aplicar más adelante una durísima política laboral", explica Javier Iguíñiz. ¿Tuvo efectos el fujishock? Sí. Controló la inflación y, tiempo después, logró el crecimiento del PBI.

En 1991 tuvo lugar el cambio de ministro que configuró el modelo económico neoliberal que hasta hoy nos gobierna. Carlos Boloña reemplazó a Hurtado Miller y en marzo anunció medidas: todos los subsidios eran eliminados, las tasas de interés no serían controladas, se abolió el sistema de estabilidad laboral para trabajadores en planilla. Cuando Fujimori dio el autogolpe de Estado al año siguiente, el 5 de abril de 1992, se oficializó el modelo económico de libre mercado.

"Durante la década del 90, hubo una concentración de riqueza en una élite que nunca fue golpeada con el fujishock", dice Carlos Reyna. El crecimiento posterior se logró a costa de las mayorías pobres. Hasta hoy el modelo no ha cambiado.

* Imágenes: 1) Al día siguiente. Las colas para comprar alimentos se multiplicaban por toda la ciudad. 2) Alta tensión. Tras el drástico anuncio, la ciudad amaneció sin buses y los trabajadores debían usar cualquier medio de transporte. 3) Violencia. En previsión de protestas, las fuerzas armadas salieron a patrullar las calles. 4) Las tiendas debían atender con policías por la constante variación de precios. 5) Bodega de Ernestina Ramírez, en el Callao, saqueada por una turba la noche siguiente al shock. 6) ANGUSTIA. portadas del diario La República daban cuenta de lo que se vivía en el país tras el fujishock. 7) Ministro Juan Carlos Hurtado Miller, anunciando las medidas en mensaje que concluyó con un "Que Dios nos ayude". 8) Incertidumbre de la población ante falta de liquidez del Banco de la Nación.

Tomado de:
http://www.larepublica.com.pe/content/view/238383/

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