viernes, 15 de agosto de 2008

Narcos 4x4

El narcotráfico se toma la selva de Puno y ya tiene pista de aterrizaje en un área natural protegida.

“COCA YA NO QUIERO MÁS”, niega Antonia Vargas en un suave susurro de marcado acento quechua. Mientras habla desmenuza hojitas de sus cocales cada vez más secos, y al lado crecen bonitos cafetos que se extienden por las dos hectáreas que cultiva junto a su marido. Ambos viven con sus cuatro hijos en un típico paraje del valle del río Inambari a unas diez horas de castigador viaje desde Juliaca. Esto es, una ladera de selva alta donde la agricultura plantea un complejo desafío.

Pero el café de altura, como la coca, encontró aquí un hogar idílico. Gracias al clima y la altura de hasta 1600 metros los granos de Inambari ofrecen un balance de cuerpo, acidez y aroma que los llevan a ser muy apreciados en las cafeterías de Londres y Berlín. El periodista fantaseó con beber una taza in situ, pero la ignorancia le impidió saber que los granos no se tuestan en el punto de producción. Para paliar la decepción la comitiva llevó una buena esencia de Quillabamba.

ANTONIA ES SOCIA de la Central de Cooperativas Agrarias Cafetaleras de los Valles de Sandia (Cecovasa), y su café ostenta la anhelada calificación de orgánico. Su chacra alberga la planta de beneficio exigida por sus compradores. Tiene despulpadora, un canal de correteo que clasifica la calidad del café según su gravedad, tarima de madera para secar los granos al 12% de humedad y un pequeño almacén donde mantiene los sacos. Las montañas de cáscara son apiladas para hacer abono compost y la basura inorgánica va a parar a fosas tapadas para evitar la contaminación.

Ahora aprovecha la presencia de Abel Castañeda, ingeniero de Naciones Unidas, para pedir apoyo en el último empujón: una losa de cemento que reemplace a la tarima de secado y saltar así a la categoría de café sostenible. De saque obtendría un “premio” de US$ 10 por quintal (46 kilos) adicional a los US$ 100 del orgánico. En su caso significaría unos US$ 700 anuales.

El clima no fue bueno el año pasado y la producción de los Vargas alcanzó los 40 quintales. Para el 2008 esperan volver a 70 quintales. Esta actividad le permite a esta familia ingresos anuales de entre 12 y 13 mil soles.

Las amenazas crecen como enredaderas. La contaminación del valle es puesta en evidencia con la minería ilegal que campea sin control. Pero el principal peligro para Antonia persiste en su antiguo cultivo de subsistencia. Como explica Castañeda, “los agroquímicos utilizados en la coca ponen en riesgo la certificación del café”.

LA VISITA A LA FINQUITA se realizó en las horas previas al referendo en la convulsionada Bolivia. Los valles de Tambopata, de población aymara, e Inambari, de predominancia quechua, desembocan en el parque nacional Bahuaja Sonene, que a su vez limita con otra Área Natural Protegida (ANP) del país del sur.

Los valles suman unos 25 mil habitantes que cultivan 8 mil hectáreas de café y 2 mil de cítricos. Según la última medición de NNUU, la coca cubre 2,864 hectáreas (CARETAS 2032). Si bien esta cuenca es la cuarta del país, muy por detrás del Alto Huallaga, Apurímac-Ene y La Convención, viene creciendo de modo acelerado. Del 2006 al 2007 la coca se incrementó en 21%.

El pésimo estado de las vías y la casi nula presencia policial, apenas expresada en dos pequeños puestos, facilitan un vigoroso comercio ilegal que incluye pasta básica de cocaína que sale del Perú y madera ilegal que viene de Bolivia. En nuestro país la tala ilegal depredó prácticamente todo el cedro y la caoba que son las especies más codiciadas.

PEOR TODAVÍA, se ha confirmado la construcción de una pista de aterrizaje clandestina de aproximadamente 700 metros de largo por 30 de ancho en plena Área Natural Protegida, ya ni siquiera en la zona de influencia ni en la de amortiguamiento. El mapa de zonificación del Instituto de Recursos Naturales (Inrena) detalla su ubicación exacta.

En el pueblo cafetalero de Putinapunco, que sirve como una suerte de entrada al Bahuaja Sonene, se observa una proliferación de flamantes camionetas 4X4. Los agroquímicos se venden en la calle y entre los puestos de chicharrones y truchas fritas de la feria dominical resalta la presencia de jóvenes foráneos con casacas de capucha y afiladas caras de pocos amigos.

El alcalde Ernesto Yucra Henríquez reconoció preocupación por la reciente presencia de quienes llama “los ayacuchanos”. Anuncia que serán empadronados y que, si siembran coca, “no utilicen insumos químicos”.

Ojalá sus intenciones se cristalicen. La lógica del narcotráfico no admite tratamientos orgánicos como el de Antonia Vargas. Los “ayacuchanos” llegaron como reacción a la erradicación en el valle de San Gabán, también en Puno, entre el 2004 y el 2005 (CARETAS 1832).

En este escenario, el presidente regional de Puno, Hernán Fuentes, ha encontrado en la identificación con el presidente boliviano Evo Morales y la liberalización de la hoja de coca a sus principales puntales políticos. La semana pasada, luego que el Tribunal Constitucional declaró infundada su pretensión de legalizar los cultivos, anunció que acudirá a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

El apoyo del gobierno regional a programas como los que benefician a Antonia Vargas es inexistente. Cuando los funcionarios de la cooperación internacional intentaron involucrar a las autoridades se encontraron con la respuesta de los supuestos planes de Fuentes para industrializar la hoja de coca que, prácticamente en su totalidad, va a parar al narcotráfico. Pablo Flores Ochanaque, secretario administrativo de Cecovasa, encuentra curioso que los compradores internacionales lleguen hasta la remota Masiapo y que, por el contrario, “el gobierno regional no nos conozca”.

EN LA PLANTA QUE LA UNIÓN de ocho cooperativas tiene en la localidad de Masiapo, en Inambari, Flores describe la naturaleza de la competencia. “La coca paga en chacra”, resume. En cambio, los acopiadores cafeteros “no tenemos un fondo disponible. No tenemos liquidez”. Consecuentemente, pagan a los agricultores con un anticipo de S/. 200 el quintal. Y sufragarlo puede tomar hasta 15 días. El precio más alto pagado por quintal el año pasado fue de S/. 315.23. El café convencional no orgánico marcó mucho menos con un promedio de S/. 206.83. Cecovasa se precia de tener al 75% de sus 478 socios en el programa orgánico. En el 2006 uno de ellos ganó el concurso nacional de café.

Los granos defectuosos, llamados bola, que no alcanzan los estándares, también consiguieron un nicho en el mercado internacional y el año pasado se obtuvo S/. 108 por quintal.

Flores reconoce los riesgos de la coca. Y el partido no se juega entre buenos y malos sino que las camisetas se confunden. Un integrante de Cecovasa tiene sus cultivos al lado de las mencionadas instalaciones de Masiapo. Y vecina del café es la coca. Flores explica que una barrera de al menos ocho metros debe separar ambos y reconoce que si las reglas se trastocan “nos pueden descertificar”. Pero insiste que la coca “es parte de un sustento. ¿Cuando no pagas al momento qué vas a hacer?”.

Juan Luna de la oficina de Devida en Puno advierte que las certificadoras que trabajan en la zona –principalmente Natureland, Ocia International e Imo Control– ya manifestaron su preocupación por la cada vez más evidente convivencia entre la coca y el café. De hecho, agrega Luna, “ya se retiraron del VRAE. Si se encuentra una sola traza de agroquímicos en el producto, la certificadora es la que responde. No el que vende”.

Y EL RÍO SUENA. Masiapo hizo noticia en abril último, pero no por el café. La policía incautó 250 kilos de clorhidrato de cocaína y US$ 321 mil en una avioneta de matrícula boliviana que se encontraba lista para despegar. En el enfrentamiento murió el piloto, también boliviano. El otro ocupante era peruano.

No solo con el pago al instante es que el narcotráfico saca la garra de la competencia desleal. Un jornal en esa actividad paga aproximadamente S/. 20. El café no pasa de los S/. 15. Para cosechar una hectárea de café son requeridos unos 80 jornales. La coca echa mano de un número similar, pero con tres y hasta cuatro cosechas al año.

El año pasado el kilo de hoja de coca seca alcanzó alrededor de US$ 3. Es el más alto del país, solo comparable al del Alto Huallaga. Si bien el café orgánico paga más por kilo, pues los Vargas reciben un poco más de US$ 6.5, la brecha de productividad se acentuó.

Ricardo Woolcott, funcionario de Inrena y jefe del parque Bahuaja Sonene, señala que, en promedio, “antes el rendimiento era de 500 kilos de hoja de coca por hectárea, ahora es de 1,200 kilos y la densidad es de 100 mil plantas por hectárea”. El café, en promedio, produce 690 kilos por hectárea. El kilo de PBC, de otro lado, salta hasta los US$ 700.

CASTAÑEDA, DE NACIONES UNIDAS, apela a otros argumentos con quienes aceptan cultivos alternativos. “La gente sale cambiada”, cuenta. “Nosotros les decimos, ¿qué les vas a dejar a tus hijos? ¿Coca?”.

El Centro de Capacitación Rural de Pajchani, a tres cuartos de hora de San Juan del Oro, en Tambopata, es un pequeño edén que mantiene vivas las esperanzas. Ese fundo del Ministerio de Agricultura comenzó a ser administrado por los funcionarios de NNUU para convertirlo en el laboratorio de alternativas a la coca.

Los clones de cacao ecuatoriano representan la nueva apuesta para las zonas bajas de los dos valles. Durante el periplo fue visitada una dispersa plantación sembrada entre un mar de coca en las tierras de un campesino escéptico, pero finalmente persuadido, en Inambari. Como evangélicos del cacao en carrera contra el tiempo, Castañeda y su colaborador Leonidas Solórzano se internan por las profundidades de la selva con ramitas “yemeras” que expiran luego de cinco días de ser cortadas.

En Pachjani también se experimenta con una variedad de cítricos que se dan tan bien, explica, “por el clima frío de las noches y caliente de los días, que permite concentrar los azúcares”. La extraordinaria y jugosa mandarina “King” y la naranja “Pachjani” son las joyas de la corona.

Si los productores reciben S/. 2.5 por el ciento de naranja criolla, predominante en el lugar, las otras dos no bajan de los S/. 12.5 y alcanzan los S/. 20 en los meses de mayor demanda. Además las últimas ofrecen una resistencia singular que impide la descomposición en caso de demoras en el transporte. Las condiciones de la carretera implican que a Lima lleguen en cuatro o cinco días. Y el techo en los más cercanos mercados de Puno y Arequipa es todavía alto.

Castañeda anticipa que Naciones Unidas se retirará de la zona en el 2010, tras doce años de trabajo. Para esta última etapa el objetivo, la meta principal es “vencer a la coca en la zona de amortiguamiento”.

Hacia esas fechas, el potencial de los cítricos en los dos valles es de mil hectáreas más. El café también podría pasar de ocho mil a diez mil hectáreas. Las condiciones del terreno y las exigencias del mercado orgánico determinan que no se pueda crecer mucho más. La diferencia queda en la productividad, potenciada con compost, y la consecuente cantidad de jornales demandados. Según los especialistas, el café puede alcanzar hasta los 40 quintales por hectárea: casi dos toneladas.

INGENIERO FORESTAL de Devida, Luis Chuquichaico va reconociendo los árboles del fundo y añade que, a diferencia de la coca, el café, los cítricos y el cacao hacen buen uso de la sombra de árboles nativos como el pacae, la bolaina, el pino chuncho y leguminosas como la albricia. Son especies de rápido crecimiento que recuperan el suelo dañado por la coca gracias a la cantidad de nitrógeno aportado. “Aquí hablamos de programas agroforestales”, aclara.

La tragedia ecológica que significa la coca ha sido denunciada por esta revista varias veces en los últimos años. Sobre el terreno la advertencia toma cuerpo y no solo por el drama aparte de las pozas de maceración. Como explica el ingeniero agrónomo Luis Garnica de Devida, además de agroquímicos y pesticidas, “la coca necesita el suelo desnudo”. En las laderas de la selva ello equivale a una bomba de degradación del monte. No es raro encontrarse con cultivos de coca que limitan con un derrumbe.

Si la tala ilegal es el segundo cáncer ecológico de los valles, el tercero es el de la minería informal que va tras las vetas de oro. Las extensiones destruidas y abandonadas por los mineros son parte del paisaje. CARETAS pudo atestiguar un operativo de “lavado” que involucra vehículos pesados y la remoción de toneladas de material que va a parar directamente al Inambari. Castañeda y Woolcott citan estudios recientes que demuestran que el río tiene un alto contenido de mercurio y prácticamente carece de peces.

PARA SER FRANCOS, este texto comienza a pergeñarse entre sorbos de un mate de coca que mitiga los efectos de los casi cuatro mil metros de altura en Puno. Pero el discurso de la hoja sagrada defendido por los cocaleros y el presidente regional vuelve a ahogarse en un lago de químicos casi tan grande como el Titicaca. La coca del narcotráfico cultivada en estos valles no sirve para chacchar o hacer infusiones.

La experiencia del café y el cacao también resulta interesante en otras cuencas cocaleras como la del Huallaga. Allí, a diferencia del VRAE, la certificación orgánica no ha hecho las maletas (CARETAS 2020). Y con la cooperación internacional en retirada, el sector público reacciona con el Plan de Impacto Rápido patrocinado por Devida. Su presidente, Rómulo Pizarro, ya aseguró US$ 30 millones y, según Luis Garnica, “por primera vez el Estado se involucra con proyectos alternativos”. Chuquichaico añade que, a más tardar en octubre, se deben aprobar los primeros US$ 2 millones para la cuenca de Tambopata-Inambari.

Las particularidades puneñas, mientras tanto, no se terminan en la agenda del gobierno regional, los linchamientos recurrentes ni en los borrachines que duermen la mona en las esquinas. Luego de tres días de trote por puna, selva y más selva, el periodista amaneció en la primera cama decente en varias lunas. Se sobrepuso al frío. Bajó al cafetín del céntrico hotel y ordenó, cómo no, el esperado café con leche que lo trasladaría de nuevo a la finca de Antonia Vargas. Pero el sobrecito instantáneo le dijo que se conforme con una planta envasadora en Ate. (Escribe: Enrique Chávez - Fotos: Oscar Medrano)

* Imágenes: 1) Camionetas nuevas entran y salen del parque Bahuaja Sonene. 2) Mapa de pista de aterrizaje clandestina en plena Área Natural Protegida.

Tomado de:

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