Su labor inicia a las 5 de la mañana, después del llamado del coordinador de grupo. Un breve baño en el río y la puesta de su uniforme dan la pauta para iniciar trabajos.
Una hora después, el chocolate preparado en una olla al calor de la leña está a punto de ser servido en su taza esmaltada. Una arepa grande completa su desayuno.
Así comienza el día de Pablo, uno de los más de 6.000 erradicadores manuales que vestidos con sus uniformes azul oscuro trabajan todos los días, hasta las 3 de la tarde, rodeados de plantas de coca que tienen que arrancar de raíz.
Son periodos de 55 días en los que deben permanecer alejados de sus seres queridos y el contacto, si tienen buena suerte, se reduce a unas cuantas llamadas.
Pero Pablo, el joven, de 20 años, que salió de su casa en el sur del país en busca de una buena oportunidad laboral, sabe que es un trabajo que alguien tiene que hacer. Además, lo alienta saber que sus padres y su novia siempre lo están esperando.
"Salí de prestar servicio, pasé los papeles y entré a pesar que mis padres no querían", recuerda Pablo, mientras empuña con sus dos manos una pala clavada en la tierra.
Sabe que el reto es grande y que tendrá que afrontarlo pese a los riesgos que tiene que correr. Sin embargo, decenas de policías intentan protegerlos de las minas antipersonal y los continuos hostigamientos de la guerrilla.
Y se habla de intento porque son muchos los uniformados y erradicadores que han perdido la vida en estas jornadas.
Iván trabaja por su hijo
A pocos metros de Pablo está Iván, un campesino quien ha dedicado toda su vida a sembrar hortalizas y legumbres.
De piel morena, con poco bozo y manos toscas fruto de su trabajo, asegura que ver policías o compañeros heridos o mutilados, es la mayor tristeza que se siente en "medio de esta guerra absurda".
Su forma de hablar delata su origen. Asegura que son muchos los platos de comida que extraña de su patria chica, pero no le disgusta los que le preparan en el lugar donde está ahora.
Mientras el calor golpea su rostro y le resalta la claridad de sus ojos, Iván dice que su única "moral" (aliento) es su hijo, y que por él, está donde está.
"Por él también siento una gran responsabilidad, lo que quiero es librarlo de los cultivos ilícitos, de la droga y la violencia. Contribuir a eso me hace feliz", sostiene mientras entierra la pala con toda su fuerza.
Iván, de 35 años de edad y dos años como erradicador, ha sufrido en varias ocasiones daños estomacales y algunas fiebres, pero asegura que gracias a Dios, junto a ellos hay enfermeros de la Policía y del programa presidencial de Acción Social.
De madre enfermera y padre constructor, este hombre de mediana altura dice que ellos no están de acuerdo con su labor, pero que el casi millón y medio de pesos que gana, les permite vivir. "Mis papás no querían que me viniera y les dije que con Dios y la Virgen no pasa nada".
Con Pablo coincide en su afición al fútbol y aunque son hinchas de equipos diferentes, sostienen que tienen ganas de salir para ver los partidos de la final del torneo colombiano.
A las 3 de la tarde, es la hora de "la recogida". Pablo, Iván y sus compañeros saben que ha terminado una dura jornada, empacan sus herramientas y dan gracias a Dios por llegar bien al cambuche.
Una hora después tratan de conciliar el sueño, en el que probablemente verán las casas y a sus familias que los esperan con los brazos abiertos.
La estrategia se concentra en 7 departamentos
Los Grupos Móviles de Erradicación (GME) hacen parte de la estrategia contra el narcotráfico. Con ellos se busca evitar que los cultivos ilícitos desplacen a los sembrados tradicionales o invadan los parques naturales y resguardos indígenas.
Estos grupos, que hacen parte del programa presidencial de Acción Social, están conformados por 28 erradicadores, dos rancheros y un capataz.
Las áreas de operación se determinan de acuerdo a los censos de cultivos ilícitos.
La seguridad en las zonas de trabajo se coordina entre la Policía y las Fuerzas Militares que establecen dos anillos de seguridad.
Actualmente se encuentran desarrollando labores de erradicación manual en los departamentos de Antioquia, Bolívar, Córdoba, Nariño, Putumayo, Santander y Meta.
*Imagen: El gobierno ha fomentado la erradicación manual de cultivos ilícitos en zonas como los parques naturales, resguardos indígenas o áreas con fuerte vocación agrícola tradicional. Los erradicadores consideran que su trabajo permitirá dejarles un mejor país a sus hijos, pero son conscientes de que las minas antipersonal y la guerrilla los acechan.
Tomado de:
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/M/minas_y_guerrilla_las_amenazas_de_los_erradicadores/minas_y_guerrilla_las_amenazas_de_los_erradicadores.asp?CodSeccion=9
Una hora después, el chocolate preparado en una olla al calor de la leña está a punto de ser servido en su taza esmaltada. Una arepa grande completa su desayuno.
Así comienza el día de Pablo, uno de los más de 6.000 erradicadores manuales que vestidos con sus uniformes azul oscuro trabajan todos los días, hasta las 3 de la tarde, rodeados de plantas de coca que tienen que arrancar de raíz.
Son periodos de 55 días en los que deben permanecer alejados de sus seres queridos y el contacto, si tienen buena suerte, se reduce a unas cuantas llamadas.
Pero Pablo, el joven, de 20 años, que salió de su casa en el sur del país en busca de una buena oportunidad laboral, sabe que es un trabajo que alguien tiene que hacer. Además, lo alienta saber que sus padres y su novia siempre lo están esperando.
"Salí de prestar servicio, pasé los papeles y entré a pesar que mis padres no querían", recuerda Pablo, mientras empuña con sus dos manos una pala clavada en la tierra.
Sabe que el reto es grande y que tendrá que afrontarlo pese a los riesgos que tiene que correr. Sin embargo, decenas de policías intentan protegerlos de las minas antipersonal y los continuos hostigamientos de la guerrilla.
Y se habla de intento porque son muchos los uniformados y erradicadores que han perdido la vida en estas jornadas.
Iván trabaja por su hijo
A pocos metros de Pablo está Iván, un campesino quien ha dedicado toda su vida a sembrar hortalizas y legumbres.
De piel morena, con poco bozo y manos toscas fruto de su trabajo, asegura que ver policías o compañeros heridos o mutilados, es la mayor tristeza que se siente en "medio de esta guerra absurda".
Su forma de hablar delata su origen. Asegura que son muchos los platos de comida que extraña de su patria chica, pero no le disgusta los que le preparan en el lugar donde está ahora.
Mientras el calor golpea su rostro y le resalta la claridad de sus ojos, Iván dice que su única "moral" (aliento) es su hijo, y que por él, está donde está.
"Por él también siento una gran responsabilidad, lo que quiero es librarlo de los cultivos ilícitos, de la droga y la violencia. Contribuir a eso me hace feliz", sostiene mientras entierra la pala con toda su fuerza.
Iván, de 35 años de edad y dos años como erradicador, ha sufrido en varias ocasiones daños estomacales y algunas fiebres, pero asegura que gracias a Dios, junto a ellos hay enfermeros de la Policía y del programa presidencial de Acción Social.
De madre enfermera y padre constructor, este hombre de mediana altura dice que ellos no están de acuerdo con su labor, pero que el casi millón y medio de pesos que gana, les permite vivir. "Mis papás no querían que me viniera y les dije que con Dios y la Virgen no pasa nada".
Con Pablo coincide en su afición al fútbol y aunque son hinchas de equipos diferentes, sostienen que tienen ganas de salir para ver los partidos de la final del torneo colombiano.
A las 3 de la tarde, es la hora de "la recogida". Pablo, Iván y sus compañeros saben que ha terminado una dura jornada, empacan sus herramientas y dan gracias a Dios por llegar bien al cambuche.
Una hora después tratan de conciliar el sueño, en el que probablemente verán las casas y a sus familias que los esperan con los brazos abiertos.
La estrategia se concentra en 7 departamentos
Los Grupos Móviles de Erradicación (GME) hacen parte de la estrategia contra el narcotráfico. Con ellos se busca evitar que los cultivos ilícitos desplacen a los sembrados tradicionales o invadan los parques naturales y resguardos indígenas.
Estos grupos, que hacen parte del programa presidencial de Acción Social, están conformados por 28 erradicadores, dos rancheros y un capataz.
Las áreas de operación se determinan de acuerdo a los censos de cultivos ilícitos.
La seguridad en las zonas de trabajo se coordina entre la Policía y las Fuerzas Militares que establecen dos anillos de seguridad.
Actualmente se encuentran desarrollando labores de erradicación manual en los departamentos de Antioquia, Bolívar, Córdoba, Nariño, Putumayo, Santander y Meta.
*Imagen: El gobierno ha fomentado la erradicación manual de cultivos ilícitos en zonas como los parques naturales, resguardos indígenas o áreas con fuerte vocación agrícola tradicional. Los erradicadores consideran que su trabajo permitirá dejarles un mejor país a sus hijos, pero son conscientes de que las minas antipersonal y la guerrilla los acechan.
Tomado de:
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/M/minas_y_guerrilla_las_amenazas_de_los_erradicadores/minas_y_guerrilla_las_amenazas_de_los_erradicadores.asp?CodSeccion=9
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